𝚂𝚃𝚁𝙰𝙽𝙶𝙴 𝚁𝙾𝙼𝙰𝙽𝙲𝙴 || xᴀᴠɪᴇʀ ᴛʜᴏʀᴘᴇ

𝐃𝐞𝐝𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐨

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Estaba plantada junto a Miércoles y sus padres en el patio, todos los alumnos habían esperado con ansia a sus padres o... Simplemente los habían esperado.

Enid me había asegurado que este año, los míos aparecerían, cosa que yo dudaba visiblemente.

-Nuncamás se creó como un refugio seguro para que nuestros niños crezcan y aprendan sin importar lo que sean -presentó Weems, en el patio ya lleno de padres y alumnos-. Seguro que la mayoría ha oído hablar del desafortunado incidente que afecta a uno de nuestros estudiantes, pero me complace informar que Eugene se está recuperando y se espera que lo haga por completo.

Bufé al reproducir en mi cabeza la imagen del pobre chico, en coma, lleno de heridas profundas y ematomas más grandes que mis manos.

-Centrémonos en lo positivo y hagamos que este fin de semana sea el mejor hasta la fecha -todos aplaudieron.

Le dirigí una sonrisa amable a mi tía y me alejé de ellos, pasando por delante de Enid y Miércoles y parándome junto a ellas.

-... El monstruo no ha atacado a nadie la última semana, tal vez tú y Maeve le asustasteis.

-Yo no me hice ni un puñetero rasguño -gruñí-. Solo conseguí alejarlo tres metros, eso no es nada, simplemente se alejó al ver a Miércoles.

-Probablemente se haya escondido para evitar este fin de semana -añadió mi prima.

Los padres de Miércoles se acercaban por la izquierda y, sinceramente, prefería que mis tíos no me recordarán que mis padres no estaban allí. Mucho menos que intentaran convencerme de que estaban muy tristes por no poder asistir.

-Disfruta, al menos tus padres se preocupan -dije al ver la mirada de horror que Miércoles le dirigía a sus padres.

Me alejé de ambas y subí las escaleras hasta el pasillo exterior que rodeaba el patio en el piso superior.

Odiaba ese día. Lo único que hacían era recordarme lo mucho que se preocupaban mis padres por mí, habiéndome mandado aquí para no tenerme como carga, cuidándome solo en verano, porque no tenían más remedio y aún así, quejándose de cada uno de mis movimientos.

Mi madre siempre hablaba de campamentos deportivos, para que mejorara mi esgrima y otras habilidades, intentando mandarme fuera también en vacaciones.

En Navidad casi siempre me enviaban a la casa de Miércoles, donde solía pasarlas junto a sus padres y su hermano.

Al menos en esas fechas mis padres intentaban comunicarse conmigo a través de la bola de cristal. Parecía ser la única época del año en que sentían algo de cariño hacia mí.