Capítulo 6.

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LALISA MANOBAL.

Como era de esperarse, no pude ni siquiera pegar un ojo hasta la madrugada. Pensar en el beso con Jennie me estaba matando y sin querer, mis dedo iban a parar a mis labios. Y así sucesivamente.

Era algo que hacía sin premeditación, porque era suficiente el hecho de pensarlo como para querer mandar todo a la mierda e ir a donde ella está.

Aunque sus palabras habían sido firmes, su cuerpo y su actitud me decían cosas totalmente diferentes. Y sé que ella jamás me dejaría mentir, sentimos lo mismo; como si fuese el primer beso más sin embargo, no el último.

Porque si ella me lo permite, yo sí quiero un futuro a su lado. Yo sí quiero un final feliz.

No le pido mucho a la vida, mi pasado es una mierda. Y quizá si fue feo lo que hice, pero si tan sólo me escuchara. Miré el reloj que estaba posado sobre mi mesa de noche.

Eran las cinco de la madrugada, y yo seguía aquí, pensando, martirizándome por ella. Por pensar en como la besé y se sintió tan malditamente bien.

Sus labios seguían siendo la pieza perfecta para encajar con los míos. Sus manos delicadas y pequeñas posadas en mi cara, y lo mandé todo a la mierda. No quise que ella decidiera porque su miedo le impediría algún contacto entre nosotras.

Probablemente esté pensando que tengo algo con Somi o que sentí algo con ese beso, pero lo cierto es que fue por ayuda. No quiero a Somi de esa manera.

Ni la querré nunca. La única en mi mundo es Jennie. Ahora y siempre.

Me senté en la cama gracias a un impulso y apoyé las manos sobre la orilla de esta. Pensando en lo que está bien y en lo que está mal; en lo que tengo o no que hacer para demostrarle que cambié.

Pero ¿servirá de algo?, ¿me perdonará?

<<No lo sabré si no lo intento>>.

Y aun así no lo haga, yo sé que lo hice todo, lo intenté todo para demostrarle que quiero ser diferente. Y que lo soy, que mejoré, que las personas sí pueden cambiar.

Justo cuando estaba a punto de tirarme a la cama otra vez, para así descansar el poco tiempo que me queda. escuché la puerta casi ser derribada. Fruncí el entrecejo y me paré a las carreras ante el espanto de aquel sonoro ruido.

La siguieron tocando. Mi corazón se aceleró y apresuré a correr en dirección a la sala, y echar un vistazo por la mirilla.

Me sentí aun más perdida al percatarme de que no era nada más ni nada menos que Becca.

Abrí la puerta y ahí la encontré, con un abrigo encapuchado. El rostro rojo y lleno de lágrimas.

Estaba temblando.

—¿Qué... qué ocurrió, Becca? —pregunté, inclinándome un poco hacia adelante y apartando el cabello húmedo de su cara.

Estaba asustada por ella. En serio me preocupada por aquella niña.

Sabía que algo no estaba bien en su vida, su manera de cerrar en algunas conversaciones y la manera que huye de los temas que involucran a su familia; ella no estaba bien. Aquí nada estaba bien.

—Li-lisa —el sollozó. No podía ni siquiera emplear una palabra corectamente.

—Hey, dime, Becca —tomé su rostro entre mis manos.

—Es... es mi —la abracé con fuerza buscando que se calmara. Su corazón estaba muy acelerado, esta me abrazó sin tapujos.

—Tranquila, cariño. Todo va a estar bien, ¿sí?, ven, tomemos algo y...

Corazones Medio Rotos. (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora