𝐟𝐢𝐟𝐭𝐲 𝐟𝐨𝐮𝐫

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La inicial semana de octubre trae consigo los primeros anaranjados matices de la temporada; las hojas comenzaban a decorar las calles y los neoyorkinos vestían más recatados a causa de la baja de temperaturas. Aun así, en la ciudad que nunca duerme, la fría brisa no era impedimento para disfrutar de la noche, sobre todo cuando se trataba de un tan ansiado concierto como lo era el de Lou Reed en el Madison square garden.

―¡No puede ser! ―exclama Fab, apenado―. Nikolai debe estar de muerte. Estas entradas nos costaron bastante y él realmente quería ver a Lou.

―Aún le queda una semana más de aislamiento ―cuenta Nick mientras fuma disimuladamente, pronto entregándole el porro a Albert por lo bajo―. Lean el artículo que escribí sobre Niko y su confinamiento, está publicado en el blog de la universidad Hunter. Por lo que he hablado con él, se siente mejor y ha avanzado bastante con el bajo. Creo que puede tocar completa Country house de Blur.

―Dudo que a Jules le agrade eso, pero supongo que apreciará el esfuerzo ―bromea Fab y Nick suspira pesado, pronto arrugando el entrecejo al recordar a su amigo.

―A todo esto ¿dónde está ese?

―Nikolai le dio su entrada a June, así que Jules y ella deben venir en camino ―explica Albert, somnoliento, mientras sacude sus rizos con aire despreocupado. Nick, incrédulo, sólo niega irritado para sí mismo.

El ojiazulado, luego de haber visto a Julian y June juntos en la fiesta de novatos en NYU, no había vuelto a dirigirle la palabra al moreno. Sin embargo, debido a las ajetreadas vidas universitarias de todos, no habían tenido tiempo si quiera de ensayar para la banda, por lo mismo, la molestia del chico se había mitigado al punto de haber olvidado el hecho de desaprobar aquella relación, sobre todo cuando los amigos al fin se juntarían para ver el concierto que aguardaban hace meses cuando Albert aseguró las entradas antes de que se agotaran. No obstante, Nick nunca esperó que Julian tuviese el descaro de traer a June con él después de todo. Al parecer, la amistad y unión de la banda no eran tanta prioridad para Jules como aseguraba.

―¡Finalmente! ―exclama Albert y saluda a los recién llegados. El ojiazulado manteniéndose al margen y sólo dirigiéndoles un leve ademán de la cabeza.

―Lo siento. Tuve que ir a casa por un abrigo.

―Pudiste simplemente haber tomado uno mío ―le discute el moreno, abrazándola sobre los hombros de manera casual.

―Los tuyos son enormes y, peor, siempre tienen manchas. Nunca vas a la lavandería, Jules.

―¡Si para la ropa interior y calcetines! ―protesta.

―Hermano, deberías ir conmigo a la lavandería de la avenida trece. Usan un suavizante que me hace oler como un maldito bebé durante toda la semana.

―No quiero pagar tanto por eso. Con lo que gastas en lavandería podría comprar cervezas para toda la semana.

―¡Jules, no seas un cerdo! ―reclama June, ceñuda y Fab, atacado de la risa, comienza a gruñir como un quejumbroso puerco para ayudar a fastidiar al ofendido chico.

Los amigos continúan discutiendo y bromeando, ignorando que Nick fumaba un cigarrillo habiendo decidido no integrarse en la conversación. Pronto, la eterna fila comienza a moverse y ellos siguen al caótico flujo de personas, deteniéndose algo alarmados al notar que, luego de validar sus tickets, los varones, quienes conformaban la gran mayoría de asistentes, serían registrados exhaustivamente por el personal de seguridad. Albert da una involuntaria vuelta en círculo, ya que, el chico al igual que siempre estaba cargando algo más que solo cannabis.

―¿Es ese un maldito pastor alemán?

―¿Un qué...? ―consulta Fab, perdido y ahora parado de puntillas para poder observar hacia el frente.

𝑰𝒏𝒔𝒕𝒂𝒏𝒕 𝒄𝒓𝒖𝒔𝒉 |𝐉𝐮𝐥𝐢𝐚𝐧 𝐂𝐚𝐬𝐚𝐛𝐥𝐚𝐧𝐜𝐚𝐬|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora