𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐲 𝐨𝐧𝐞

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Ya de vuelta de las vacaciones de fin de año, todos los neoyorkinos volvían a sus designadas rutinas; trabajo, estudio, pasiones y deberes, no había tiempo que perder, no en la ciudad que nunca duerme. En ese espíritu, un crudo Julian se apresura hasta su clase de las diez a cual llegaba atrasado una hora. No obstante, a pesar de la impuntualidad, él logra integrarse a la cátedra sin más preámbulo; el ambiente en Five Towns no era para nada estricto o totalitario como lo era en Dwight, escuela cual era conocida tanto por su excelencia, como para corregir actitudes de rebeldes hijos de afluentes ciudadanos como él mismo y Nick, con quien había quedado de acuerdo para juntarse a mediodía del viernes con la intención de pasar el rato practicando guitarra debido a que el ojiazulado, gracias a su innato talento con las cuerdas, estaba seguro de haber dominado la melodía creada por Jules y presentada hace un par de días.

―No te desvíes ―advierte el moreno al realizar que su amigo había agregado una nota de más―. Es VI-II-V-I. Solo eso por el momento, aun trabajo en las variaciones de la escala, pero mantengámosla en mayor... Hasta entonces esa es mi ancla de sonido.

Nick asiente obediente y continúa en su loop infinito de práctica, ello hasta que realiza que Julian parecía exhausto en junto, casi tambaleante sobre su puesto.

―¿Algún plan para hoy? ―consulta irónico―. O ¿anoche fue suficiente? Luces como la mierda.

―Pasé la noche con Lana ―explica masajeándose el tabique nasal con aire adormilado―. Y ya se me ha quitado el efecto de todo lo que consumí. Estoy hambriento. No he comido absolutamente nada en un día.

―Vamos, entonces. Hace semanas que se me antoja algo del Gray's Papaya.

De esa manera, los amigos emprenden relajado camino desde el hogar de los Valensi hasta el local de comida rápida deseado más cercano. En el intertanto, el siempre hablador ojiazulado conversaba sobre los sentimientos encontrados que tenía respecto a su inmediato futuro y como la música era el hobby cual luchaba contra sus otras más convencionales ambiciones.

―¿Y pretendes decidirte por ambas a tiempo completo?

―Sí, en otoño pretendo comenzar a estudiar comunicaciones sin dejar de concentrarme en la música ―se encoge de hombros―. Yo puedo con ambas por un tiempo... Luego tomaría una debida decisión.

―Eso si la segunda vale la pena ―agrega un tenso Julian cuando hacían fila fuera del siempre abarrotado local. Nick arruga el entrecejo.

―¿Qué?

―Que no estás seguro si todo esto, la banda, vale la pena como para confiar ciegamente tu tiempo.

El chico, ahora recientemente cayendo en cuenta de lo que su amigo implicaba, baja su mirada, pensativo.

―Estoy bastante seguro de que me gusta la música y que soy malditamente bueno con una guitarra. Sin embargo, no soy tú, hombre... No creo ser un puto genio creativo. Así que no pondré todas mis fichas dentro de una sola canasta.

―¡¿Puto genio creativo?! ―exclama más disgustado que halagado―. ¡¿Acaso no ves que soy un maldito desastre a todas horas?!

―Y esa es la precisa actitud que me detiene a pensar en no considerar la banda como una carrera. Tú no confías en ti mismo como Fab y yo lo hacemos. Eso quizá sea una bomba de tiempo y todos terminemos jodidos.

Nick invita los hot dogs y bebidas, así que se encarga de pedir lo deseado en la caja, en tanto, Jules toma puesto junto a la ventana, al fondo del local, meditabundo y molesto consigo mismo. Su amigo tenía razón. Si él no comenzaba a tomarse a sí mismo en serio ya, su deseo de hacer buena música nunca se cumpliría. Tenía que armarse de valor, él tenía las bolas suficientes, las tenía, pero su siempre pesimista visión de la vida lo frenaba de golpe ante cualquier grieta sobre el pavimento...

𝑰𝒏𝒔𝒕𝒂𝒏𝒕 𝒄𝒓𝒖𝒔𝒉 |𝐉𝐮𝐥𝐢𝐚𝐧 𝐂𝐚𝐬𝐚𝐛𝐥𝐚𝐧𝐜𝐚𝐬|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora