𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭𝐞𝐞𝐧

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Una nueva y ya bien conocida banda tocaría el jueves por la tarde en las cercanías de Queens, en un sitio al aire libre de la costa en el parque Astoria; por lo tanto, Nick y Julian se dirigirían hasta allá para echar un vistazo y así intentar entender en qué estado se encontraba la actual escena musical en Nueva York.

Los amigos habían logrado juntarse por primera vez en semanas, ya que, ambos se mantenían bastante ocupados en sus propios quehaceres; Nick cursando de manera exitosa su penúltimo año de preparatoria y Jules manteniéndose concentrado en sus tutorías, trabajo y música. Aun así, ya era tiempo de nuevas ideas, es debido a ello que los chicos no tardan en integrarse a la mediana multitud de otros jóvenes que inundaban el ambiente con aroma a cannabis o cigarrillos, muchos bebiendo vino o cerveza desde sus empaques mientras esperaban que la ansiada banda subiese al escenario.

―¿Qué onda con Fab? ―consulta un pensativo Jules luego de recibir una cerveza que Nick sacaba desde su mochila, sosteniéndose de costado contra un lejano árbol, perdiendo su mirada sobre el escenario que sólo contenía los atriles de instrumentos y batería.

―No lo sé ―confiesa ceñudo―. No le he visto mucho durante las últimas semanas. June lo acapara todo para sí misma ―se queja irónico―. Tú le ves seguido a ella ¿no?

―Si. Pero sólo para estudiar.

―¿Sabes lo que yo creo? ―agrega el ojiazulado, suspicaz―. Yo creo que están follando y es por eso que nos ignoran. Somos los abandonados. Los solteros.

Julian se sacude su expresión de disgusto debido a un ligero escalofrío, pronto bebiendo un largo sorbo de su cerveza antes de responder.

―¿Por qué te importa tanto? ¿Estás aburrido? ¿Qué pasó con Claudia?

―Ya es historia ―bufa cansado―. Me sofocaba... Y nunca entendí que era lo que quería de mí. Me refiero a que en la cama hablábamos el mismo idioma, pero, cuando no lo estábamos haciendo era como si uno de nosotros fuera extraterrestre.

―Que flojera vivir así. Pero tú te lo buscaste ―ríe un burlón Julian y su amigo, a la defensiva, le empuja ligero hacia un costado para así llamar su atención.

―¿Y tú? ¿Qué hay de Maya?

―Ya es historia ―responde irónico, volviendo a posar su adormilada mirada sobre el escenario cuyas luces recién habían sido prendidas―. Perdimos contacto.

―¿No le llamaste más?

―Y ella tampoco a mí ―asiente con un puchero resignado, indiferente―. Por lo que he sabido en el Catalyst, a su banda le ha ido bien. Hay rumores de que un par de sellos discográficos quieren contratarlas.

―Vaya... ―musita un pensativo Nick―. "Skirt riot" es una buena banda, pero, nosotros seremos mejores. Soy un maldito buen guitarrista, tú eres el puto más perfeccionista y creativo que conozco y Fab puede traducir el tempo de lo que sea que le digas...

―Aun no es suficiente ―finaliza Julian, ello al mismo tiempo en que la banda comenzaba a tomar su posición en el escenario y los seguidores gritaban en apoyo. El moreno le da un final sorbo a su cerveza y Nick es pronto en entregarle otra, ahora afirmándose al extremo libre del árbol para ver la presentación.

«Mierda» piensa Julian para sí mismo. Ellos eran buenos, realmente lo eran. Energéticos, creativos y en sintonía con su público. Su baterista, un grueso y bajo chico, golpeaba feroz los platillos mientras que sus tres restantes compañeros parecían no tener problema en absoluto en seguir el tempo. Aquel no era genuino rock, sino que una efectiva mezcla con punk y metal, tal como la mayoría de las bandas de la actualidad, ello era lo único que podía calmar a Jules y su clásica visión de rock puro, porque, el cautivante desplante y voz del líder de la banda, incluso mientras tocaba la guitarra eléctrica, era admirable. Obviamente se notaba que aquellos eran músicos algo más experimentados, en sus tardíos veintes aun en búsqueda de su momentum, sin embargo, su demora en ascenso a la cima era ciertamente recompensada con su trabajado talento y atrayente energía a flor de piel. La confianza en cada rasgado, en cada letra cantada era notoria y su público se vanagloriaba en eso.

―Ellos han estado al menos seis años en la escena ―explica Nick ya para cuando caminaban fuera del parque, decidiendo no quedarse en la fiesta, ya que, ambos se encontraban algo drenados y desmotivados luego de presenciar aquella contundente actuación―. Nosotros hemos comenzado más jóvenes. Nos tomará tiempo, pero, luego les partiremos la cabeza a todos ¡romperemos mierda!

―Lo haremos ―coincide un taciturno Jules después de unos segundos en solemne silencio, aceptando la cuarta cerveza por parte de Nick mientras cruzaban el puente de vuelta a Manhattan durante aquella temprana noche de mayo―. Así que tendremos que recordárselo a Fab.

―¡Oh, claro que sí!

De esa manera, ambos apresuran su ebria caminata y recorren cuadras tras cuadras entre repentinas risotadas y charlas sobre ambiciosos sueños de reconocimiento, de fama, dinero y chicas. Ellos sólo debían seguir con su plan, debían confiar en sus motivaciones y, sobre todo, mantenerse unidos en aquella cruzada.

Nick sostiene caballerosamente la principal puerta del edificio, ello mientras una agradecida anciana sacaba a pasear a su poodle, de esa forma los amigos se infiltran en el lugar, saludan al amistoso conserje con una histriónica reverencia y suben por las escaleras los tres pisos hasta el apartamento de su amigo, en donde ambos se echan sobre la puerta y golpean insistentemente, olvidando que era un día de media semana y que ya eran las once de la noche. No mucho después, un alborotado Fab abre la puerta y parece anonadado cuando Nick se lanza sobre sus brazos y lo abraza con fuerza.

―¡Seremos famosos! ―grita empujándole hacia dentro del lugar y el rizado no puede evitar retroceder un par de pasos. Jules se integra en la sala, risueño, ya habiendo acabado la sexta cerveza del día.

―Ojalá no hayamos despertado a tus padres, pequeño Fab.

―Oh... No... Ellos no están ―responde algo ansioso cuando al fin se separa desde Nick.

―Entonces ¿por qué no nos dijiste? Jules no trabaja hoy y mañana no hay clases ―insiste ceñudo―. ¡IRÉ POR MÁS CERVEZA! ―exclama el energético ojiazulado.

―Trae frituras. Tengo hambre. Lo que sea que tenga queso. Pero, si traes Pringles, te golpeo.

―Chicos... ―les interrumpe Fabrizio, conflictuado mientras intenta ordenar sus rizos, pero sus amigos le ignoran. Nick pronto se dirige a la salida con Fab siguiéndole suplicante y Jules se quita su chaqueta cual lanza sobre el sofá de la sala, pronto notando un abrigo trench color caqui que conocía muy bien.

Instintivamente, el curioso moreno se echa a caminar con determinación hacia el corredor, en dirección a la habitación de Fabrizio, quien, al notarlo se larga a correr tras su amigo y Nick no se queda atrás, pero, Jules es más rápido y abre la puerta del cuarto, encontrando solo la vacía y desordenada cama además de la abierta ventana cual llevaba hasta la escalera de emergencia del costado del edificio. Los amigos se apresuran a observar afuera, pero, June no había dejado rastro alguno de ella más que su olvidado abrigo en la sala.

―¡Te dije que estaban follando! ―el ojiazulado se vanagloria en su deducción y un ofuscado Fab le golpea el brazo con bruta fuerza antes de volver al interior. Nick, adolorido y vengativo, sigue a su amigo, pero Jules, algo culpable, se mantiene sobre su posición, pensativo, aun observando el oscuro callejón colindante con la transitada avenida.

𝑰𝒏𝒔𝒕𝒂𝒏𝒕 𝒄𝒓𝒖𝒔𝒉 |𝐉𝐮𝐥𝐢𝐚𝐧 𝐂𝐚𝐬𝐚𝐛𝐥𝐚𝐧𝐜𝐚𝐬|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora