Capítulo 103

17 2 2
                                    

Por la duda se queda parada sin dar ni un paso más, sólo para comprobar si sigue oyendo murmullos.

[En los pensamientos de Mariela]
¿Es mi idea o escuché eso? no, no, mejor no me atrevo a acercarme a la puerta de mi padre. ¡Ay pero tengo curiosidad! No, no, porque me daría incomodidad si están haciendo algo. Aunque no creo que sea lo que estoy pensando tampoco, porque si el pastor dice que eso está mal, entonces no es lo que yo creo; aparte de que Matilde se siente mal. ¡Ay! O me arriesgo, o me arriesgo.

De tanta curiosidad, se gira hacia la puerta del dormitorio de su padre, y camina muy lentamente con una mirada profunda, fijada en la puerta. Al encontrarse cerca después de algunos segundos, acerca la oreja a la misma volteando la cara hacia el balcón y escucha mucho más cerca la conversación, logra escuchar algo relevante y se tapa la boca con una mano mientras agranda los ojos.

—No puede ser —susurra—, no puede ser lo que estoy pensando, ¿o sí? —con una cara de tragedia, baja la mano de su boca mientras se va alejando de allí, pensando en irse a su habitación.

Entra y cierra la puerta con su espalda, quedándose pegada a la misma sin cambiar la cara.

—No no no —dice rápido, negando también con la cabeza—. Tengo que pensar en... en otra cosa en vez de eso, sus problemas son suyos —intenta calmarse y pensar en otra cosa pero sin quererlo se le vino a la mente Marcos—. ¿Por qué tú Marcos, por qué, por qué tengo que verte diferente? —dice en tono bajo y voz agitada, con una cara que se torna triste— ¿por qué muchas veces quisiera estar en sus brazos y lo imagino besándome? simplemente me pregunto... ¿será mi imaginación o es real lo que me pasa? No puedo olvidar, no he podido olvidar nuestro primer beso, aún no lo puedo superar por más que lo intento, es un recuerdo que vive presente en mis pensamientos. Pero no puedo, simplemente no tengo las agallas como para decírselo. Y es lo mejor, no quiero que lo sepa, ni él ni Ximena. Él necesita alguien mejor —suelta estas palabras con la voz temblorosa, y en el instante en que por sus mejillas son derramadas lágrimas de sus ojos empezando a sollozar, se dirige rápido a su cama y se tira cayendo boca a bajo, cubriendo su rostro con los brazos cruzados debajo del mismo.

[Recuerda]
Y... ¿quién te cae mejor para mí? Porque de ser así, tú podrías buscarme novia —dice observándola con mucha atención.

Yo... —él hace una pequeña sonrisa— digo: yo creo que estaría bien una de las chicas del salón, de las que mejor me caen —responde Mariela sintiendo cómo su corazón se hace pedazos pero intenta no demostrarlo por su orgullo, y por ende, aún le sigue hablando sin mirarlo.

Pero yo quiero saber si estás segura de eso.

¿Qué cosa? —pregunta volteando a ver su cara.

Que si quieres que una de ellas estén conmigo, porque sino me voy a otro país y me busco una bien bonita —dice sarcásticamente mientras sigue observándola pero ella parece no mostrar ningún efecto emocional, sólo se queda callada y algo pensativa—. Princesa, ¿pasa algo? —pregunta al ver que ella cambia su forma de actuar repentinamente.

Eh... no no, nada, estoy bien —responde mirándolo e intentando disimular su tristeza con una pequeña sonrisa amigable, pero con un brillo especial en sus ojos, del cual sin embargo, él no se da cuenta (aunque su actitud le parece extraña).

—Quiero intentar orar —susurra con su voz agitada levantando la cabeza, se seca las mejillas y los ojos, y pone sus manos en posición para dar inicio a la oración luego de cerrar los ojos—. Dios, yo sé que yo no me merezco tu perdón, yo he sido mala, he sido desobediente, soy la peor hija y soy una tonta por pensar que el mundo entero puede caer a mis pies. Sé que... —solloza por un momento pero queriendo continuar— sé que no merezco que te apiades de mí, yo no merezco el amor de nadie, sólo... te ruego que me ayudes, te ruego que si puedes perdonarme, me des una señal, necesito que me guíes; nadie sabe que muchas veces me siento sola, me siento incomprendida y hasta me desconozco. Te ruego Dios, que por favor cuides siempre a mi papá, a mi hermanito, a su familia, a mis mejores amigos: Ximena y Marcos, y bendice mucho a Clarissa, a Jenifer y al resto de los que trabajan para mi papá. Te lo pido, Dios y, gracias por tu compañía y escucharme —abre los ojos y alza la mirada—. Mamá, si me escuchas donde sea que estés, te amo y te extraño, espero que estés con Jesús en el cielo —dice con la voz suave.

Anny y el Camino a la Verdad [Novela Cristiana]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora