𝐈𝐗

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𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐀𝐍𝐃𝐒

El teclear frenético de las computadoras a su alrededor, combinado con el penetrante olor a desesperación y angustia de la gente, estaba empezando a marear a Guillermo.

Nunca había sido fanático de las estaciones de policía. Ver las paredes adornadas con información sobre crímenes horrendos, y observar a los agentes uniformados intentando mantener una fachada de normalidad, solo le traía recuerdos desagradables.

Recordaba vívidamente una experiencia que tuvo a los veintitrés años, durante una de sus jornadas laborales, cuando se vio envuelto en uno de los escenarios más clichés de los Estados Unidos: un tiroteo.

Los primeros disparos resonaron en el pasillo contiguo a su oficina, y los pasos pesados se acercaron cada vez más hacia él. Intentó desesperadamente abrir la puerta, pero antes de que pudiera hacerlo, la puerta del salón de audiovisuales vecino se abrió y se desató el caos.

Pasó toda la noche en la comisaría, proporcionando su declaración entre miradas gélidas de los oficiales que lo interrogaron. Sin embargo, el consuelo de Lionel al final de esa angustiosa jornada lo ayudó a superar el trauma.

A pesar de su aversión a esos lugares, estaba dispuesto a tragarse su desagrado para denunciar cualquier injusticia que afectara a Cristiano o a cualquier otra persona.

—Buenas noches, señor Ochoa —el saludo en un español raro del oficial Jonnes, sentado frente a él, lo sacó de sus pensamientos—. ¿En qué puedo ayudarlo?

—Hola... uhm... Me gustaría hacer una... —comenzó Guillermo, pero fue interrumpido por la voz entusiasta del oficial.

—¡Oh, escuché que te vas a casar con Lionel, felicidades! —interrumpió con una sonrisa—. ¡Qué alegría! Y apresúrense a tener hijos, ¿eh? Necesitamos más alegría por aquí.

Guillermo rió incómodo ante el comentario sobre los hijos. No le molestaba hablar sobre el tema; de hecho, anhelaba tener hijos propios. Su incomodidad provenía más bien de la interrupción.

—Sí, pero... quiero levantar una... —intentó continuar, pero un estruendo repentino lo interrumpió. Se giró junto con los demás presentes para ver lo que estaba sucediendo. Dos personas sin uniforme, una mujer y un hombre, notoriamente más mayores que él, estaban visiblemente furiosos, lo cual quedaba claro por sus expresiones y su lenguaje corporal.

—No way it's been six damn years already and you all haven't done anything! ("¡No puede ser que ya hayan pasado seis malditos años y ustedes no se muevan!") —gritó ella, furiosa, a centímetros del rostro del oficial—. You do nothing! ("¡No hacen nada!").

—Ma'am, please calm down, let's go inside, okay? ("Señora, por favor, cálmese, vamos a entrar, ¿de acuerdo?") —pidió la oficial uniformada, mirando a su alrededor con incomodidad por las miradas que recibían.

—For what? Huh? So you can explain to us for the millionth time how you're doing everything possible from the comfort of your damn desk chair? ("¿Para qué? ¿Eh? ¿Para que ustedes nos expliquen por millonésima vez cómo están haciendo todo lo posible desde la comodidad de su maldita silla de escritorio?") —gritó el acompañante de la mujer esta vez—. No, we don't need you to explain his supposed "runaway". No... we need you to explain why the hell my friend has been missing for six years and none of you have lifted a damn finger! ("No, no necesitamos que expliquen su supuesta "fuga"No... ¡necesitamos que expliquen por qué diablos mi amigo ha estado desaparecido durante seis años y ninguno de ustedes ha movido un solo músculo!").

El último grito envió escalofríos por la espalda de Guillermo. Rara vez había escuchado algo tan desgarrador y desesperado, solo en las peores de sus pesadillas.

━━ ❝ 𝐂𝐎𝐋𝐃  𝐇𝐀𝐍𝐃𝐒 ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora