Muchas veces no entendía los chistes doble sentido de su amiga Antonella, incluso no llegaba a captar el sarcasmo o ironía en las palabras de otros, es por eso que jamás le preguntó a Saúl por que no lo vio hasta dos dias después de la desaparición de su prometido, o por que de pronto ya no le veía ciertos zapatos que sabía le encantaban.
Saúl había sido arrestado apenas unas horas atras, y no fue tanto el hecho de que los hubiera engañado a todos, o que incluso se atreviera a intentar violar a su novio, fue su revelación.
Escucho a la oficial Lots (encargada del caso) darles la noticia a los presentes, a Neymar, el mejor amigo de Cristiano, gritar de impotencia una vez que lo supo todo, a Liliana llorar, la mirada llena de ira de uno de los oficiales y la vergüenza plasmada en el rostro de sus otros compañeros.
—Inútiles— había escuchado decir a Neymar, devastado.
Pero Leo nunca quiso sentirse inútil, ya no quería ver a nadie triste. El honor de todos los oficiales de policía estaba por el suelo, se hablaban de ellos cosas horribles en las celdas, y no solo porque frente a sus narices siempre estuvo el asesino, también por lo injustos que fueron con el.
Podía contar con los dedos de una sola mano las veces en las que se sintió aliviado en su vida. Una; cuando pasó un examen importantísimo sin haber estudiado en la facultad, dos; cuando Guillermo aceptó su propuesta de matrimonio y no quedó en ridiculo, y tres; ahora, cuando acababan de exonerarlo de los cargos que tenía en cima.
Resulta que la policía obtuvo una confesión del verdadero asesino casi al momento de su arresto. Es así que su abogado le dijo las palabras más bellas que jamás pudo escuchar un ser humano, agradeciéndole a Maradona por su iluminación. Lamentablemente todo lo bueno tiene un lado malo, y junto a la noticia de su liberación, también vino la dolorosa verdad de que su mejor amigo había asesinado al amor de su vida.
El portero le abrió la puerta con amabilidad, al igual que todos, era lo menos que podían hacer después de acusarlo de un delito tan grave siendo inocente.
La luz del sol a medio día le dio por completo en la cara, pero no se sintió disgustado para nada. Hacia unas horas que no le pegaba la luz natural y su cuerpo lo agradeció enteramente.
Camino hacia la zona de aparcamiento, donde Guillermo estaba parado al lado del auto de Julián, que pudo divisar a unos pasos hablado por teléfono. El mexicano mantenía la mirada abajo mientras se acariciaba el brazo izquierdo en señal de lo apenado que estaba. Se acercó sin decir nada.
—Hola...— susurró en un tono casi inaudible para Lionel.
—Hey.
El menor elevó tímidamente la mirada y se encontró con la expresión neutra del alfa clavada en su anatomía, quería encogerse en su lugar de la vergüenza que sentía. Conocía bien a Memo, el jamás se atrevería a darle la espalda a quienes consideraba su familia, obvio todo era obra de ese pelirrojo en la mente de su omega. No podía juzgarlo.
