—No hay problema— sonrió el omega girándose hacia Saúl.
—Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo, no me imagino como debes de estar— el pelirrojo hizo una pequeña mueca.
—Si, a sido difícil, pero con todo el apoyo que me dan saldré rápido de esto, créeme, pronto no será más que una mancha borrosa en nuestras vidas— sonrió para darle un trago a su té.
La investigación del caso por fin se había reabierto y el primer sospechoso de todo era Lionel, la policía tenía menos de veinticuatro horas para demostrar que era culpable de los cargos o de otra manera tendrían que liberarlo y eso los tenía a todos nerviosos. Hacia poco menos de un día que Guillermo había descubierto que la persona con la que estuvo conviviendo durante ocho días estaba muerta, y que ademas su asesino era su prometido, quien creía la persona más santa y pura del mundo. Mucho para procesar.
—¿Cómo era?— inquirió tomando asiento a un lado.
—Oh, era un chico encantador, adorable, olía a nueces, muy atentó, supongo que era demasiado para Lionel— bajo la cabeza —Aún no puedo comprender como fue capaz de eso.
El omega asintió.
—Yo tampoco...— se recargó en el sillón y cerró los ojos, deseando despertar de su ahora pesadilla. Quería regresar al día en el que iba a recoger su traje para la boda y madrearse a sus compañeros, deseaba volver a cuando sus únicas preocupaciones eran unas velas rojas.
—Parecía que estaban tan bien, digo, tendrían sus problemas como cualquier pareja, ¿pero que lo habrá orillado a matarlo como lo hizo?— ambos se miraron, afligidos —Y más con el embarazado.
Guille vio como Saúl se llevaba el líquido caliente a la boca. De pronto, pareció como si sus ojos comenzaran a ver todo en cámara lenta, cual filme de Zack Snyder, y los aparatosos sonidos de Los Ángeles se oyeron distantes y apagados.
—El no estaba esperando nada mío. ¡Ni siquiera han hecho la autopsia y vos ya me estás acusando de mil boludeces sin sentido!
Recordó las palabras dichas por Lionel horas atrás.
—¿Embarazado?— susurró.
—¿Uhm? Ah si, tenía cuatro meses, ¿recuerdas?— Saúl estrujo la taza de cerámica al sentir que se le resbalaba de las manos —Tu me lo dijiste.
—No recuerdo haberlo hecho.
Álvarez asintió y le dio su completa atención, notando rápidamente cómo los bonitos ojos contrarios parecían temblar. Aquello solo lo cautivó y no pudo evitar reír, sintiéndose ahora más animado.
