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Cada palabra que SeHun pronunciaba, rebosante de deseo golpeaba a JunMyeon por dentro, pero JunMyeon tenía que resistir, por todo lo que SeHun le había hecho, en el pasado, en el presente, por todo lo que había pensado de él y por todo lo que era en realidad.

—¿Y si no lo digo? —gimió JunMyeon.

—¿Quieres que te obligue a tomar aquello que te mueres por tener, solo para conservar la dignidad intacta? No, mi exquisito conejito. —sonrió SeHun con lasividad—. Si te hago mío ahora, será porque tú me dirás claramente que es eso lo que deseas, que te mueres por tenerme. Si no es así, ya puedes irte.

JunMyeon bajó la vista y guardó silencio un momento. Tenía todos los motivos del mundo para decirle a SeHun que se fuera al infierno, pero también tenía una razón muy poderosa para hacer lo contrario. Sin decir ni una palabra, estiró el brazo, le enredó una mano alrededor de la corbata de SeHun y tiró de él como pudo.

Su rostro quedó a dos milímetros de distancia.

—Ahora, dilo. —animo SeHun lamiéndose los labios.

—Te deseo. —susurro JunMyeon entre jadeos.

—Dilo bien JunMyeon. —ordeno SeHun con la voz ronca de deseo, quería sacarle el alma, tal y como había hecho en el pasado.

—Te he deseado con cada suspiro durante estos últimos ocho años. —soltó JunMyeon seguido de un gemido.

La satisfacción de SeHun fue feroz. Con un movimiento rápido, agarró la mano con el que JunMyeon le sujetaba la corbata y la desenredó. Y entonces se apartó de JunMyeon bruscamente.

SeHun se sentó en un enorme butacón situado frente a la piscina.

—Demuéstramelo conejito. —ordeno SeHun señalando su regazo con la mirada.

Sin saber muy bien si debía maldecir a SeHun o maldecirse a sí mismo, JunMyeon caminó hacia SeHun como si no tuviera elección.

En cuanto sus rodillas chocaron, perdió toda coordinación y JunMyeon cayó sobre SeHun con todo el peso de ocho años de anhelo. Se sentó sobre SeHun a horcajadas. La mirada de SeHun lo taladró hasta el momento en que sus labios se estrellaron contra los de él.

SeHun abrió la boca en respuesta a su urgencia y dejó que le mostrara cuánto necesitaba todo lo que podía darle. JunMyeon deslizó las manos sobre su cuerpo formidable y se frotó contra la dura roca de su miembro a través de la ropa.

—Mgh.. te deseo, SeHun. —gimió JunMyeon con desenfreno—. Me he vuelto loco deseándote estos ocho años.

Al oír esa súplica febril de JunMyeon, SeHun tomó el control y sus labios detuvieron sus esfuerzos descoordinados. Suspirando irregularmente, JunMyeon disfrutó de su dominación, de lo que había interrumpido antes. Las manos de SeHun iban a la deriva sobre JunMyeon, le quitaban las prendas como si fueran tiras de piel caliente, con ese virtuosismo que siempre lo había dejado sin aliento. Cada movimiento de SeHun estaba cargado de una precisión digna de un depredador a la caza de una presa.

Interrumpiendo el beso, SeHun retrocedió y recorrió sus pezones con las palmas de las manos. Sus caricias fueron breves, pero devastadoras. SeHun lo hizo darse la vuelta y, una vez tuvo sentado a JunMyeon en el butacón, se arrodilló. Le quitó la ropa íntima con agilidad y paso sus labios sobre el pequeño miembro de JunMyeon.

JunMyeon dejó escapar un grito y abrió aún más las piernas para darle mejor acceso a sus zonas intimas, que nunca habían sido de otro.

Horas antes JunMyeon estaba inmerso en su nueva vida, convencido de que nunca más iba a volver a ver a SeHun, y sin embargo, allí estaba, frente a él, recibiendo esos placeres que ningún otro había sabido darle.

BAJO EL CIELO DE LA TRAICIÓN- SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora