¿Alguna vez se han sentido tan tristes que parece que el pecho duele tanto que eres incapaz de respirar?, eso ejemplifica perfectamente cómo me encontraba en este momento.
Aún no podía creer lo que había visto hace un rato, Eddie me había engañado, dolía más que cualquier otra cosa que me había pasado. Es que acaso no podía distinguir que no era yo la que estaba restregando mi cuerpo contra el suyo. Como si no lo conociera perfectamente, cada centímetro de él. Al parecer no lo conocía tan bien como yo creía.
Para mi fortuna un taxi había pasado apenas escasos minutos de estar esperando. Mi celular sonaba como loco, prefería apagarlo.
El camino a casa en taxi dura veinte minutos, pero me parecían horas mientras veía por la ventana, evitando pensar en cualquier cosa.
-Señorita ya llegamos a su destino
Parpadee para poder enfocar al conductor, se veía acongojado, como si temiera que en cualquier momento me quebrara y decir verdad si podría suceder. Debía estar hecha un asco.
-Sí, lo siento –hable torpemente como era mi costumbre. –
Tome un billete de mi bolso, no me fije en la denominación, a decir verdad nada me importaba en este momento, solo quería entrar en mi cama y llorar hasta quedarme dormida.
-Esto es bastante señorita –quiso regresarme el billete pero me apresure a salir del taxi. –
-No importa, quédese con el campo
Cerré la puerta del taxi, me apresure a entrar a la casa y cerré puertas y ventanas para evitar que un muchacho de cabello largo pudiera entrar. Estaba segura que Eddie vendría a buscarme, pero en verdad no quería verlo.
Una vez en mi cuarto me quite el antifaz y el vestido, me puse rápidamente un camisón y me envolví en las cobijas de mi cama, sin importar que no me hubiera quitado el maquillaje, era la menor de mis preocupaciones en este momento.
Volví a llorar, me resultaba tan jodido como el hombre al que amaba más que a cualquier cosa en el mundo hubiera echado todo a perder por un beso, ni si quiera sabía cómo había terminado atado a la silla en primer lugar y eso me volvía loca. Miles de escenarios se cruzaban por mi mente, tal vez Eddie se había cansado finalmente de mí, podría ser lógico, después de todo lo había visto dejar a chicas realmente guapas, ¿qué me hacía diferente a ellas?, o tal vez solo quería quitarme la virginidad y pasar el rato, hasta que llegara su siguiente conquista.
En el fondo de mi corazón no creía ninguna de todas estas cosas, pero no sabía que pensar, él había prometido jamás hacerme daño y lo había hecho, ¿qué otra clase de promesas había roto? ¿Qué tanto era cierto?
Las maquinaciones se detuvieron porque escuche como tocaban la puerta de la casa, mi corazón comenzó a acelerarse y todo volvía a doler.
-¡Jan sal por favor, hablemos bebé!
No podría moverme de mi lugar, a pesar de que en el fondo de mi corazón me moría por saber su versión de la historia, pero no quería que fuera hoy, me sentía demasiado rota para soportar lo que fuera que tenía que decirme. Los golpes en la puerta eran más constantes y fuertes, si no me atrevía siquiera a echarlo él no se detendría. Me levante para dirigirme a la puerta de la entrada y ahí me quede, si abría la puerta me desmoronaría por completo, no le daría el gusto.
-Vete a casa, no quiero hablar –me escuchaba muy tranquila pese a como me sentía en realidad. –
-Amor por favor abre... es solo un malentendido –podía escuchar su voz totalmente rota y como sorbía un poco su nariz, aunque me dolía como el infierno escucharlo así me obligue a mantener mi posición. –
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Dividida (Eddie Munson & Steve Harrington)
RomanceNo tenía muchas motivaciones en la vida, digamos que mi ambiente familiar siempre me hizo sentir sola, pero gracias a mi mejor amigo Eddie Munson, tuve una manera de tomarle sentido a todo, además de mi deseo de volverme independiente para salir de...