02

763 66 2
                                    

Los cuatros se encontraban paseando tranquilamente por las calles de Tokyo, comprando una que otra cosa, al menos el albino lo hacía, compraba souvenirs, según el de recuerdo, a pesar de que la misma ciudad fuera su ciudad natal.

—Oye, Shoko. He oído que vas a estudiar medicina. —Dijo Allinq mirando a la castaña.

—Oh, si, eso tenía pensado, hace falta un médico en la academia, por si pasa algo alguna vez. —Alzó los hombros de manera despreocupada.

—Por cierto, ¿Cómo invocas a tus demonios? Siento cierta curiosidad. —Soltó Satoru cortando la conversación de ambas.

—Hasta que no sea necesario no lo enseñaré, es peligroso para mí integridad física. —Se cruzó de brazos mientras seguían andando.

Tras un pequeño rato de insistencia por parte del mayor, su teléfono comenzó a sonar, por lo que de manera desganada lo respondió:

—¿Si?...¿Ahora?... Vamos para allá. —Colgó el teléfono y suspiró tomando el puente de su nariz. —Tenemos una misión, creo que es de parte de los peces gordos ¿Tienes algún problema con ellos? —Preguntó el de ojos azules a la de cabello blanco.

—Sabiendo que soy una de las dos personas que quedan del clan Inumaki y que el resto están desaparecidos o muertos ¿Tu que crees? ¿Van a querer proteger a alguien que utiliza el discurso maldito? —El albino negó volviendo a suspirar.

—Bien, cuanto antes vayamos antes acabamos, en marcha grupo. —Dijo Shoko mientras rodeaba los hombros de la menor con su brazo derecho. —¿Donde hay que ir? ¿Una empresa? ¿Un colegio?

—Un cementerio. —Intervino Geto mientras leía el mensaje del teléfono de su amigo.

—¿Un cementerio? ¿Ahora hasta los muertos necesitan la ayuda? —Allinq rió levemente mientras ataba su cabello en una coleta. —Bien, pues vamos.

Los cuatro se dirigieron hacia el cementerio Aoyama, situado en Minato. Iban charlando tranquilamente cuando una pequeña maldición de 4° grado apareció frente a ellos, proveniente de una alcantarilla. La Inumaki se acercó a esta y la pisó cuando pasaban por allí, destruyendola al instante por la pequeña acumulación de energía maldita que había colocado en la planta de su zapato.

—Bien ¿Y que tenemos por aquí? —Cuestionó Gojo con una sonrisa mientras se adentraba al cementerio tras abrir la puerta. —Que bonito lugar ¿No crees Suguru-kun? Para nuestra cita. —Lo abrazó por los hombros dejándose caer, el pelinegro lo miró mal e hizo que se soltara.

—No digas tonterías y di donde está esa maldición. —Respondió Geto mientras se encaminaba hacía las tumbas.

El de gafas negras señaló hacia una cripta, los tres restantes giraron su cabeza hacia el lugar y únicamente el pelinegro suspiró, mientras que las otras dos mujeres juntaban sus manos entrelazando sus dedos, fingiendo estar asustadas para no tener que hacer nada.

—Eso no te servirá Allinq-chan. —El albino la había cogido por el cuello de la chaqueta para después arrastrarla frente al lugar. —Esto seguramente será para ver qué tan preparada estás, así que, tu primera, bella dama.

—Que asco me das, enserio. —Abrió las puerta de la cripta y una gran ráfaga de aire hizo que la mujer se desestabilizara por unos segundos. —Ah... Tiene pinta de hacer frío... ¿Alguien tiene una navaja?  ¿No? Perfecto. —Cerró las puertas y cogió una piedra algo afilada. —Me servirá... —Murmuró para después volver a abrir las puertas y adentrarse en la oscuridad. —¿No habrá luz, no? Genial. —Dijo de manera sarcástica mientras continuaba caminando.

—¡Suerte! —Dijo el albino antes de cerrar las puertas.

—¡Gojo! —Se acercó a las puertas y trató de abrirlas, pero estás no lo hacían. —¡Venga ya!¡Ni que se fuera a escapar el muerto!

Medio HechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora