Entró a la habitación de Haibara tras tocar a la puerta y lo miró sonriendo.
—Haibara-kun... ¿Te podrías hacer cargo de Toge un par de horas? Tengo misión.
—Oh ¡Por supuesto! Yo encantado. —Se acercó al menor que se escondía tras las piernas de su hermana y se sentó en el suelo mientras sonreía. —Hola Toge, me llamo Yu ¿Como estás?
—Atún.
—No habla como una persona corriente, que escriba lo que quiere decir si no lo entiendes por el contexto de la situación. —Se agachó a la altura del de cabello blanquecino. —Portate bien, trata de no hablar palabras normales, te harás daño. Vuelvo en unas horas. ¿Si? —Besó su frente y este asintió, yendo con el de cabello tipo casco. —Me voy, cualquier cosa me llamas, si?
—¡Claro!¡Suerte! —Este alzó su pulgar mientras la miraba sin borrar aquella sonrisa en su rostro. —¡Lúcete ante Geto-senpai!
Ella rió levemente mientras asentía, se despidió de ambos moviendo su mano para después salir de la habitación, cerrando la puerta tras de si. Fue hacia la salida de la escuela mientras abrochaba bien su uniforme. Este consistía en una chaqueta azul con dos franjas blancas recorriendo sus hombros, además de llevar unos pantalones ajustados por la cadera pero se iban ensanchando conforme llegaba a los zapatos, los cuales eran unas botas con poco tacón de color negro.
—¿Lista? —Preguntó Geto. Asintió mientras se acercaba a el arreglando los botones de la chaqueta, estos estaban distribuidos justo en su abdomen. Acomodó su daga en su cintura y la tapó con la chaqueta. —¿Para que llevas eso?
—Por si no hay nada afilado, no vuelvo a correr el riesgo del cementerio. —Pasó por su lado hasta llegar al coche. —¿Puedo conducir? —El azabache negó. —¡Venga! ¡Geto-kun! —Se colgó de su cuello mientras lo miraba. —¡Porfavor!¡Lo necesito para vivir!
—Necesitas agua y comida para vivir, nada más, conducir no entra en el estándar. —Respondió este posando una mano en su cabeza, revolviendo su cabello. —Me encanta tu pelo, es muy bonito. —Tomó un mechón entre sus dedos y lo enredó en este. Carraspeó su garganta y subió al asiento del copiloto. —Ten. —Le dió las llaves.
—¡Gracias! —Las cogió y subió con rapidez al coche, lo arrancó y comenzó a conducir, estando atenta a todo.
—Bien, gira a la derecha cuando puedas. —Miraba su teléfono, haciendo de guía para la albina. Hizo caso y giró, frenó en un semáforo. —Cuando cambie ve a la derecha otra vez y ya habremos llegado. La misión es en Musashino. No está muy lejos.
Asintió mientras continuaba circulando, una vez llegaron aparcó con sumo cuidado, no quería hacerle ni un rayón al coche. Ambos bajaron de este y comenzaron a caminar. Se adentraron en un mercado abandonado.
—Eso que atemoriza más que la oscuridad misma, eso que es más oscuro que el negro... purifica las impurezas. —Murmuró el varón para después alzar dos dedos al cielo, de pronto la zona del mercado acabó oscurecida, impidiendo a los de fuera ver lo que ocurría dentro. —Empecemos.
Se cruzó de brazos esperando a que algo saliera, sin embargo, nada sucedía, por lo que decidieron adentrarse al lugar. Nada más dieron un paso dentro del recinto una energia abrumadora los invadió, estaba cerca. La mujer tomó su daga y la puso en su antebrazo, esperando cualquier movimiento para poder aplicar una de sus técnicas.
—Yo me encargo. —Suguru la apartó del camino e invocó a un par de maldiciones, estás corretearon por el lugar buscando a la maldición de rango especial. —Por ahí. —Continuó tras ver cómo sus invocaciones explotaban.
Ambos se dirigieron hacia el lugar y frenaron su paso al ver a una gran criatura similar a un maniquí, tenía lo que parecía ser una falda hecha de pelo y un único ojo azul en medio de su rostro, eso sin contar con su físico, el cual era bastante impresionante.
Un chillido agudo sonó, la criatura comenzaba a moverse, yendo directamente hacia la mujer, está paralizada ante su rapidez, decidió deslizarse entre sus piernas para después golpearla su cabeza con una patada cargada de energía maldita, pero ni se inmutó.
—Bien, no quería hacerlo, pero me obligas. —Comenzó a clavar el filo del arma en su piel, pero el de cabello negro la frenó antes de que continuara.
—Yo lo hago, no te hagas daño. —Invocó a una maldición del mismo tamaño que la que se enfrentaban, solo que la suya era menos corpulenta y con una cabeza bastante grande. Mandó a su creación a luchar contra esta, dándoles tiempo a crear una estrategia. —Escuchame, vamos a tomarnos de las manos, y vas a herirte, cuando lo hagas, ambos invocaremos juntos a una cosa lo suficientemente grande como para matarlo ¿Si?
—Si. —El azabache tomó su mano y ella atravesó su propio antebrazo con la daga, juntaron sus dos manos, entrelazando sus dedos. Se miraron fijamente a los ojos. —Hanc imperfectionem purga, statim subtrahe. (Purifica está imperfección, eliminándola de golpe) —Alzó dos dedos al cielo. El mayor la atrajo a su cuerpo y besó sus labios. Lo miró sorprendida ante la repentina acción.
El suelo comenzó a temblar, el la tomó como si de una princesa de tratase y se alejó de un salto, separándose del beso. De la tierra comenzó a salir una maldición de rojo, líneas de color verde recorrían su cuerpo y sus seis patas eran similares a las de un arácnido. Ambos seres comenzaron a pelear.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó el mirándola. Asintió levemente aún estando en shock. —Siento haberte besado, hacía falta intercambio de fluido para que mis maldiciones se fusionaran con las tuyas.
—Ah no te preocupes... —Murmuró mientras bajaba de sus brazos, sacó el arma de su brazo y tras limpiarla en su uniforme volvió a guardarla. Se sentó en el suelo y cerró los ojos mientras posaba una mano sobre su agujero en el brazo. —Técnica de maldición inversa...
Su herida comenzó a curarse, cuando ya estuvo una marca circular con un punto en el centro se formó sobre la zona afectada.
—Vamonos de aquí, el trabajo ya está hecho. —Informó el mientras salía del lugar, ella lo siguió de cerca. Su mente no dejaba de repetir aquel momento, cuando se lo contara a Haibara iba a flipar.
Tras subir al coche, conducieron a la escuela de nuevo, esta vez habían cambiado, iba Geto al volante, según el con la excusa de que aún seguía malherida, a pesar de haber visto como se curaba. Al llegar bajaron y se adentraron en el lugar.
—Buen trabajo, Allinq. —Sonrió mirándola y acarició su cabello.
—Igualmente, Geto-kun. —Le sonrió de la misma manera. Sostuvieron la mirada por un par de segundos largos. —Debería ir a por Toge. —Murmuró ella. El azabache reaccionó y retiró su mano.
—Claro, disculpa que te haya interrumpido, que descanses. —Se despidió tras besar su mejilla, caminando a su habitación.
Allinq caminó hacia la habitación del de cabello corto y abrió tras tocar la puerta, el menor corrió hacia ella y se abrazó a su cintura.
—¿Os lo habéis pasado bien?
—¡Claro! Hemos jugado a algo que tenía por aquí. —Señaló un baúl con juegos de mesa. —Después hemos estado cocinando algo y le he leído unos mangas que tengo.
—¿Te has divertido, Toge? —Este asintió sonriendo. Ella sonrió en respuesta mientras lo cargaba. —Despidete de Haibara, mañana lo verás.
—Buenas noches, Toge. —Dijo el mientras se despedía sonriendo.
—Mayonesa. —Movió su pequeña mano mientras salían de la habitación. Fueron a la de la mayor y al entrar a esta saltó directamente de sus brazos. Se acercó a ella de nuevo y tomó su mano, girandola, mostrando la marca de su antebrazo.—¿Atún?
—Estoy bien, no te preocupes ¿Si? Vamos a dormir, ha sido un día agotador.
Se cambiaron de ropa y tras tumbarse en la cama se quedaron dormidos.
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Medio Hechicera
FanfictionCreía que su vida había cambiado en cuántos sus ojos se cruzaron con aquellos ojos marrones. Y lo hizo, en muchos sentidos.