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La morgue. Un lugar frío y desolador para cualquier persona que tuviera que estar allí, y eso sucedía con Kento y Allinq, allí estaban ambos, hombro con hombro observando el cadáver de Haibara.

—Si tan solo hubiera reaccionado antes. —Murmuró la mujer mientras cerraba su mano con fuerza. El rubio tomó su mano deshaciendo la del apretón.

—No es culpa tuya, no quiero que te culpes, entendido? —Nanami la miró a los ojos y ella asintió.

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas por quinta vez en el día, se levantó desestabilizandose un poco mientras caminaba hacia el cuerpo yacente en la camilla de metal.

—Yū... —Tomó su mano entre las suyas y se arrodilló en el suelo, posando su frente en sus articulaciones mientras volvía a romper a llorar.

La puerta de la morgue fue abierta, Suguru había entrado, encontrándose a un Nanami con la mirada perdida y ojos hinchados de llorar y a Allinq arrodillada aferrándose a las manos del azabache. Decidió acercarse y tomarla por la cadera, alejandola.

—Allinq... ¿Que ha pasado? —Murmuró el con tranquilidad, no había establecido muchas palabras con el pero podía notar la tristeza de los menores. La albina volvió a su sitio tras separarse de Geto, no quería estar cerca de nadie que no fuera Kento en ese momento, ambos se apoyaban mutuamente. El de cabello largo suspiró y se acercó a la mesa, destapando la sabana que cubría el cuerpo de Haibara. Asintió levemente y volvió a taparlo. Oficialmente Haibara Yū había fallecido.

La de ojos marrones se aferró al uniforme del rubio, escondiendo su rostro en su pecho. Este acariciaba su espalda y cabello con tranquilidad, tratando de darle consuelo.

—Se como te sientes... Pero Yū no habría querido que lamentaramos su muerte... Que lo recordemos por quién era, una persona fuerte y muy agradable. Demasiado. —Los labios de Kento comenzaron a temblar, también quería llorar.

—Os dejaré solos. —Suguru fue a la puerta, antes de salir frenó su paso al escuchar un "no te vayas" de la mujer. —Me quedaré entonces... —Volvió hacia ella y se sentó a su lado en silencio.

—Allinq... Te lo vuelvo a repetir. No quiero que te culpes por esto, no ha sido culpa tuya. —Nanami la acercó más a él abrazándola. —Ha sido un accidente... Yū sabía que al ser hechicero se enfrentaba a estas situaciones...

Ella asintió. Tras un par de minutos Kento decidió irse, no soportaba estar más en aquel lugar tan doloroso. Suguru aprovechó su ida para acercarse más a la mujer y abrazarla rodeando su hombro con su brazos.

—Lili... Estoy aquí, contigo.

—¿Quién es Lili? —Cuestionó ella mirándolo, sus ojos estaban rojos de tanto llorar y estaban hinchados por lo mismo anterior.

—Oh, lo siento, es un mote que te he puesto, si no te gusta lo lamento...

—No me disgusta, no te disculpes. —Se apoyó sobre su hombro, cerrando sus párpados. —Kento tiene razón... Yū me habría regañado por lamentarme tanto por su muerte... Debo recordarlo con una sonrisa en la cara...

—Eso es, piensa así, muy bien ¿Quieres ir a dar un paseo? Te ayudará a despejarte. —Ella asintió.

—¿Te importa si le pido a Satoru que venga? Necesito hablar con el...

—Claro, paseemos los tres.

—No, solo Satoru y yo, Suguru. Es algo privado... —El azabache la miró algo molesto pero acabó cediendo mientras asentía.

—Bien, ahora lo llamo. —Sacó su teléfono y marcó el número. Tres tonos y su voz contestó. —Satoru ¿Puedes venir? Allinq quiere hablar contigo y dar un paseo... —Se hizo un silencio, supuso que Gojo estaba hablando. —No, yo no voy, no quiere que vaya, solo vosotros dos. Aquí te esperamos. —Colgó la llamada y la miró. —Ahora viene, me voy a ir yendo.

—Suguru... —Tomó su muñeca, frenandolo, lo abrazó con fuerza. —Gracias... —Murmuró, sus manos subieron a sus mejillas y besó sus labios de manera corta, se separó con las mejillas teñidas de rojo.

—Ah... Es imposible estar enfadado contigo... Y menos cuando me besas. —La cargó comenzando a dar vueltas mientras sonreía. —Después tenemos que hablar también. Ven a mi habitación cuando acabes.

Ella asintió levemente despidiéndose del azabache en cuanto la dejó en el suelo. Sacudió su mano de lado a lado con una pequeña sonrisa.

—Enana ¿Que pasa?¿Porque querías hablar conmigo?

Ambos comenzaron a caminar por el bosque que rodeaba la escuela, estuvieron en silencio un par de minutos hasta que ella decidió hablarle:

—¿No notas extraño a Suguru? Quiero creer que son imaginaciones mías, pero noto que casi nunca está en la escuela... No lo sé...

—¿También lo habías notado, eh? —Suspiró. —Por ahora dejémoslo a ver qué pasa ¿Si?

—Esta bien... Deberíamos volver... Geto quería hablar conmigo.

El albino asintió y volvieron a la escuela, separándose por distintos caminos. La mujer fue a su habitación y tocó a la puerta, tras un "pasa" por parte de Suguru se adentró con rapidez.

—Hola, Lili. —Este estaba apoyado en su escritorio con la vestimenta cambiada, ya no llevaba el uniforme, si no que unos pantalones negros anchos y una camiseta de manga corto ceñida del mismo color, además de llevar su cabello suelto.

—¿Pretendes que me dé un infarto? ¿Porque estás vestido así? —Sonrió acercándose a el.

—Me he duchado, y el uniforme estaba sucio, esto es más cómodo y más fresco. —Explicó mientras abría la ventana. —Sientate, Allinq.

—Uh... Mi nombre... ¿Algo he hecho mal? —Se sentó en su cama sin quitarle la mirada de encima, esa camiseta que le quedaba espectacular.

—No lo sé ¿Lo has hecho?—Giró su cabeza ligeramente hacia la derecha.

—Em... ¿Si? Pero no se el que... —Murmuró empezando a rascar su muñeca, cosa que hacia cada vez que estaba nerviosa.

—Simplemente me apetecía hablar contigo. —Rió al ver el estado en el que había dejado a la menor. Se sentó a su lado. Posó su mano sobre la suya para transmitirle calma. 

—Maldito Idiota... No puedes asustarme así... Pensé que te habías enterado de que Satoru utilizó tu cepillo de dientes...

—¿Que Satoru que?

—Nada. —Sonrió ampliamente de manera forzada. Salió corriendo de la habitación en busca de libertad. —¡Gojo!¡Huye!¡Ya lo sabe!

El albino se asomó confundido por la esquina del pasillo, ella hizo el gesto de lavarse los dientes, cosa que entendió a la perfección. Echó a correr también al ver a Suguru detrás de la mujer corriendo.

—¡Pero no me abandones!¡Traidor! —Dijo Allinq al ver cómo Satoru corría sin esperarla. El más mayor alzó sus hombros riendo. Ella decidió frenar su paso y por ende a Geto. —Me perdonas si te ayudo a cazarlo. —El azabache asintió y besó su frente para después echar a correr sujetando su mano. —Nos separamos. Tu por la derecha y yo por la izquierda. Suerte.

Y tal y como dijo, ambos se separaron para cazar a un Gojo salvaje. La mujer observó como otra de cabello blanco y coleta salía de una zona de la escuela.

—¡Mei!¡Paralo! —La más mayor sonrió mirándola y señaló su teléfono moviéndolo de lado a lado. —Venga ya... No pienso pagarte... —Murmuró.

Allinq decidió atajar por medio de la escuela, llegó hacia una de las puertas exteriores y al ver a Gojo pasar por frente a ella se tiró encima suya placando su cuerpo como si de un jugador de rugby se tratara.

—Bien hecho. —Suguru apareció y lo levantó cogiéndolo del cuello del uniforme. —Vamos a tener una pequeña charla, Satoru.

—Hasta aquí ha llegado el clan Gojo...

Medio HechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora