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La puerta comenzó a sonar con fuerza, aporreando la. La mujer se acercó apresurada mientras se aferraba a la toalla que envolvía su cuerpo, había salido recién de la ducha. Abrió la puerta para encontrarse a Geto apoyado en el marco de la puerta, su cabello caía por su rostro, pegado a este por el sudor.

—¿Pasa algo? —Preguntó ella mientras se aseguraba que la toalla no iba a caerse.

—¿Puedo pasar?—Ante el asentimiento de la albina este se adentró a su habitación, tirándose a la cama.

—¿Que te pasa? —Sacó ropa de su armario y entró al baño, dejando la puerta entornada, sabía que no iba a entrar. Comenzó a vestirse.

—Me he tragado otra maldición... —Se dió la vuelta en el colchón quedando boca arriba y suspiró.

Ella asintió en silencio mientras salía del baño, comenzó a peinar su cabello mientras se acercaba a el, se sentó en la silla que estaba junto al escritorio tras ponerla a su lado.

—Entonces calmate hasta que pase... —Dejó el cepillo en el suelo y acarició el cabello negro del mayor. —Deberías recogerlo mejor, así te va a molestar todo para las misiones.

—Enseñame entonces. —Se sentó con cuidado.

—No deberías moverte tanto si te encuentras mal, ya me muevo yo. —Tomó el cepillo del suelo y se acercó a él, se subió a la cama y apoyó su cuerpo en la pared. Comenzó a peinar su largo cabello con delicadeza. Suguru cerró sus ojos relajándose ante el tacto de la menor. —¿Que quieres que te enseñe?¿Un moño?¿Estas bien con eso? —El asintió por lo que empezó a hacerle el recogido explicando el proceso paso a paso. —¿Ves? Es como si fueras a hacerte una coleta, pero no la sacas entera, deja de moverla hasta la mitad, y así puedes hacerte uno rápido.

Sonrió mirándolo y bajó de la cama, yendo a dejar todo al baño, salió mientras sacudía sus manos debido al pelo que se había quedado impregnado en estas y al ver su creación asintió satisfecha, alzando un pulgar en su dirección.

—¿Me veo bien?

—Espectacular... —Murmuró mientras lo miraba. Se acercó a la puerta y la abrió. —Creo que deberías ir a ducharte, apestas a sudor.

—Oh, si, cierto, disculpa, nada más llegar he entrado a la habitación más cercana. Me retiro, gracias por enseñarme, Inumaki-chan.

Sacudió su mano mientras salía de esta, cerró la puerta después de que se fuera y suspiró, sabía que había mentido, la primera habitación era la de Shoko, empezando por la derecha, y la siguiente la de Haibara, empezando por la izquierda, simplemente había querido ir a la suya.

La mujer salió también de su habitación con una bolsa, fue a la oficina de Yaga y entró a esta tras tocar a la puerta, automáticamente Toge corrió a sus piernas y las abrazó. Acarició su cabeza mientras sonreía.

—¿Como te lo estás pasando con tantos peluches?¿Mm? —Tocó la punta de su nariz. El menor alzó sus pequeños pulgares. —Me alegro mucho.

—¿Podemos hablar, Allinq? —Yaga la miró, esta asintió.

—Espera a que deje a Toge con Haibara.

El castaño la dejó marchar, por lo que fue a la habitación del de cabello tipo casco y tocó a la puerta, este abrió mientras acababa de ponerse una camiseta.

—Oh, Inumaki-san. ¿A que se debe tu visita? —El pequeño albino salió de su escondite de detrás de su hermana y corrió a abrazar al varón. —¡Toge! —Lo cargó y abrazó, dando vueltas con el. —¿Quieres que me lo quede no? —Asintió. —Vale, yo encantado, por cierto, después vamos a cenar Kento y yo ¿Quieres venir?

Medio HechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora