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Semanas, habían pasado semanas desde su accidente con aquellas maldiciones y la reunión de los peces gordos en la que irrumpió. Su relación con los más fuertes había mejorado.

—Lili. —Suguru entró a su habitación con una pequeña sonrisa. La albina se giró a mirarlo, devolviéndole la sonrisa. El azabache cerró la puerta tras el. —¿Como te encuentras? ¿Mejor?

—Creo recordar que Miyu te dijo que ya estoy totalmente recuperada, no me preguntes más sobre mi accidente ¿Si?

Se levantó de la silla del escritorio y fue hacia el, acunó su rostro entre sus manos, depositando un beso en sus labios con gran cariño. Las manos del mayor rodearon su cadera abrazándola con cierta fuerza. Los falanges del azabache se hundieron en su piel mientras la levantaba del suelo continuando con aquel contacto entre labios.

—Oye, Alli ¿Quieres ir a tomar un helado? —Satoru entró a su habitación
Los vio. —¡Oh dios mío! —Tapó sus ojos cubriendo también sus gafas.

—¡Satoru!¡Tienes que llamar antes de entrar, hombre! —Allinq lo miró frunciendo el ceño, sin embargo no se separó de su pareja. Suspiró conectando sus ojos con los marrones de Geto. —Supongo que ya no hay que seguir a escondidas, ya lo sabe.

—Lo sé, también estoy aquí. —Dijo besando su frente, la bajó al suelo con cuidado.

—¿Desde hace cuánto..?

—2 meses... —Contestó ella.

—¿Lleváis saliendo 2 meses y me entero ahora? Me duele, que lo sepáis ¿Quién más lo sabe?

—Todos... —Suguru lo miró.

—Venga ya ¿Hasta Toge?

—El primero en saberlo. —Allinq rascó su nuca algo incómoda. Se acercó al albino y rodeó su cuerpo formando un abrazo. —Ibamos a decírtelo esta noche en la cena, de verdad.

Satoru asintió sin decir nada más, apoyó su frente en el hombro de la mujer estando en silencio, había correspondido a su abrazo.

—Bueno, iré a hablar con Nanami, os dejo solos, tortolitos. —Fue a la puerta y se giró a mirarlos. —Os llamaré Sugalli, vuestro nombre de pareja.

—Suena horrible. —Geto sonrió atrayendo a su novia con un solo brazo hacia su cuerpo.

—Lo sé. —Le contestó el albino antes de irse tras cerrar la puerta.

Ambos no escupieron palabra alguna durante un par de minutos. La risa del varón resonó entre las cuatro paredes y la cargó, dando vueltas con ella.

—Al menos ya no tenemos que fingir más, estoy muy feliz, por eso. —Besó sus labios. La mujer correspondió. —Oh, nena ¿Quieres que tengamos una cita mañana?

—¿Me lo preguntas sabiendo mi respuesta?

—Cierto. Vamos a tener una cita mañana. —Ordenó. —¿Mejor?

—Algo, si. —Allinq sonrió y acariciando sus pómulos volvió a besarlo.

(...)

Cancelar, debía cancelar su cita con Suguru, o al menos retrasarla, le había prometido a Toge hace unas semanas que ese mismo día iría con el y Seito al zoológico. No podía defraudar a su hermano menor, menos cuando le había llamado por teléfono bastante emocionado.

Ahí estaba, frente a la puerta del azabache dando vueltas dudando si tocar o no. Justo cuando iba a hacerlo, Geto salió de su habitación, mirándola algo sorprendido.

—Lili. —Dijo con un tono de voz bastante suave.

—Suguru...

—Ay... Ese tono... ¿Pasa algo malo, cierto?

—Sobre la cita de mañana... Me temo que tengo que cancelarla, ya había quedado con Toge para ir al zoológico.

—Oh, genial, vamos juntos. Así paso tiempo con el pequeño Toge.

—También viene Seito, como cuidador de mi hermano tiene que estar ahí.

El rostro del azabache cambió drásticamente a uno de molestia, se podía notar que el mayor no le hacía ninguna gracia.

—Bien, no pasa nada, mañana nos vemos, hermosa. Que descanses. —Dejó un beso en sus labios para después salir de su habitación. —Iré a andar un poco, luego paso por tu habitación. —Le guiñó un ojo para después desaparecer de su vista.

Allinq lo miró irse con una sonrisa plasmada en el rostro, posó una mano en su pecho, este latía con fuerza.

—No sabes cuánto te quiero...

Murmuró para ella misma y se adentró a su cuarto. Decidió llamar a Seito, debía fijar una hora para mañana.

—Allinq... —La voz áspera del mayor resonó del otro lado. —¿A que se debe tu llamada?

—Queria fijar una hora para mañana. ¿A la 13:00? Así de paso comemos por ahí, Toge nunca ha comido fuera de casa.

—Genial ¿Alguna otra cosa, linda?

—Va a ir Suguru. —Un suspiró se escuchó. —Voy a colgar. Hasta mañana.

Cuando apagó el teléfono se acostó en la cama mirando hacia el techo. Cerró los ojos, sabía que debía hacer lo que fuera para poder estar más tiempo con Toge, pero el profesor Yaga le había advertido que no podía estar por ahí, aunque fuera un sitio con personas seguras, el lugar en si no lo era por la gran cantidad de energía maldita que poseía.

—Lili. —Geto entró a la habitación.

La nombrada alzó su cabeza ¿Ya había pasado tanto tiempo para que Suguru volviera de su paseo? Sin embargo decidió ignorar aquel hecho y estiró sus brazos en su dirección. El azabache no dudó en fundirse en un abrazo con su pareja.

Un beso, un beso fue lo que les tenía prácticamente comiéndose. Allinq había decidido darle pequeños besos hasta que el de cabello largo los había vuelto más largos e intensos. Las manos del varón comenzaron a recorrer las piernas de la mujer, que cada vez estaba más y más excitada por la situación.

Fue bajando sus besos por la blanquecina piel de la mujer hasta llegar a sus clavículas, agradecía que su pareja llevara puesto ya un pijama. La miró en busca de consentimiento y al verla asentir decidió retirar su sostén con sumo cuidado.

—Ah... Lili... No sabes la suerte que tengo de tenerte en mi vida. —Dijo observando sus ojos con sus orbes negros.

Bajó su cabeza a la altura de su pecho, metiendo su pezón derecho a su boca, ganándose un gemido de la albina. Succionó aquel botón dejándolo rojizo e hinchado, pasando a hacer lo mismo con el otro.

—¿Puedo seguir?

Allinq volvió a asentir, las palabras no salían de sus labios. La situación, y el cuerpo de su pareja la habían dejado sin una pizca de voz.

—Genial...

Retiró el pantalón y la ropa interior de la mujer para después abrir sus piernas. Le dedicó una sonrisa a la mujer antes de dar una lamida a su vagina de arriba a bajo. Se aferró a sus muslos metiendo su lengua en el interior de su zona íntima.

De pronto la puerta comenzó a sonar, la estaban aporreando.

—¡Allinq!¡Fiesta de pijamas!

—Será posible... Es Satoru. —Dijo ella mirando a su pareja. Este asintió y continuó hasta hacerla correrse. —No has parado hasta conseguirlo...

—No iba a dejarte a medias, no seria de caballeros. —La ayudó a vestirse. —Satoru, pasa.

El albino pasó rápidamente.

—¡Parejita!¿Estabais haciendo cosas de mayores? —Sonrió de forma burlona, señaló el rostro rojo de la mujer, la forma descolocada de su camisa y el cabello desaliñado. —Ay... Las juventudes de hoy en día...

—Pero si eres más pequeño que yo.

—Cállate.

Medio HechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora