15

384 43 4
                                    

Suguru corria por toda la escuela camino a la enfermería. Nada más bajarse del coche que el mismo conducía a petición suya echó a correr hacia aquel lugar.

—¿¡Dónde está!? —Entró a la habitación con rapidez. Miyu le lanzó una mirada bastante enfadada. Sus orbes negros como el carbón penetraban los marrones del azabache. —Disculpe...

—Está dormida. Y fuera de peligro. Puedes quedarte si quieres y hablarle. Te escucha. Antes vino un chico...  Seito creo que ha dicho que se llamaba...

—¿Seito?¿Y ese quién es? —Cuestionó el tomando la mano de la mujer. —¿Ha dicho algo?

—Únicamente ha dicho que espera que despierte pronto, Toge quiere verla. Besó su frente y se fue de aquí. Yo estaba haciendo unos informes.

—¿Besó su frente? —Frunció el ceño besando toda la frente de la albina. —Listo, ni rastro de ese tipo... —Murmuró entrelazando sus dedos. —¿Le importa dejarnos unos minutos asolas?

—Si, no puedo dejar la enfermería sin vigilancia. Lo siento muchacho, te tocará hablar con ella conmigo aquí.

Geto asintió sentándose a su lado tras acercar un taburete.

—Allinq... Siento no haber estado junto a ti, más tarde iremos Gojo y yo a hablar con los peces gordos. Prometo venir a verte nada más acabe. Espero que estés despierta para entonces. —Se levantó. Aproximó su rostro al suyo y dejó un beso en su mejilla. —Te quiero. —Susurró antes de salir de allí tras despedirse del médico.

El hechicero caminó hacia su habitación hasta que vio cierta cabellera blanca de pequeña estatura. Esbozó una sonrisa y se acercó hasta el.

—Toge. —Se agachó a mirarlo. El menor fue hacia el y sonrió. Lo reconocía de haberlo visto varias veces con su hermana. —¿Como estás?¿Por qué estás solito?

—Atún.

—¿Que? —Lo cargó con un brazo. —¿Nunca has intentado decir alguna cosa que no sean alimentos pero que tampoco te lastimen? Un nombre por ejemplo. —El menor negó. —Di Seito. —Los ojos morados del menor conectaron con los del mayor y negó con cierto temor. —No te preocupes, no pasa nada. No le va a afectar, te lo prometo.

—Seito. —Dijo al fin lentamente el Inumaki. Un brillo de ilusión se pudo ver en sus ojos. Se quedó en silencio. —¿Haibara?

Geto miró hacia otro lado, sabía que preguntaba por el de primer año. Se giró a mirarlo y sonrió levemente.

—Se ha ido de viaje, no creo que vuelva, tenía muchas cosas que hacer allí. Pero está bien, te lo aseguro. —Toge asintió.

—¡Toge! —Satoru apareció y cargó al pequeño dándole varias vueltas. —¿Como ha estado mi mudo favorito?

—No es mudo. —Un hombre castaño que ambos desconocían apareció en su campo visual. Gojo le dió al niño a su mejor amigo y se puso en posición de pelea. —No es necesaria la violencia, soy el cuidador de Toge. Me llamo Seito.

—Sujetame al niño. —Suguru se lo devolvió al albino y se acercó al del velo en el rostro. —Escuchame. Que sea la última vez que te vea cerca de Allinq ¿Lo entiendes? Y sobretodo que no vuelva a enterarme que besas su frente sin que ella esté consciente para expresar como se siente por eso. Puedes irte. Nos quedaremos con Toge hasta que su hermana se despierte. Después ya te lo llevaremos. —Geto se dió la vuelta caminando hacia Satoru.

—No puedo hacer eso. — El azabache frenó su paso y volvió su paso hacia el, quedando frente a frente. —Mi misión es cuidar de Toge, estar con el todo el día. No puedo dejarlo e irme.

Suguru hizo una mueca de desagrado y asintió dirigiéndose a la escuela. Gojo lo siguió con el menor aún en brazos. Ambos fueron seguidos por Seito.

—Suguru, voy a darle a Toge a Seito, recuerda que tenemos una cosa que hacer. —El azabache asintió mientras se desviaba hacia su nuevo destino tras el recordatorio de su amigo.

Los más fuertes caminaron hacia las afueras de la escuela. 2 horas de trayecto a pie, ninguno quiso coger el coche, necesitaban aire fresco para calmarse y no hacer ninguna tontería frente a aquellas personas. Al llegar las puertas se abrieron en su presencia y se adentraron en la sala.

—Oh, joven Gojo ¿A que se debe su visita? —Dijo un hombre sin tomar en cuenta la presencia del azabache.

—No he venido solo. —Tomó la manga del uniforme de su mejor amigo. —Vengo con él. Y ambos queremos quejarnos por su mal comportamiento hacia una hechicera de categoria especial.

—¿Es por lo sucedido a esa mujer?¿Como era su nombre?¿Elli? —Soltó otro.

—Allinq. —Contestó Suguru.

—Ah, no ha habido suerte aún, pero no dejaremos de intentarlo, no os preocupéis por eso.

—¿Como pueden ser tan miserables? —Geto apretó sus puños volviendo sus nudillos del color del pelo de su acompañante. —¿¡Como se os puede llamar humanos!?

—Controle ese lenguaje.

—Tiene razón. —Intervino Gojo apoyando a su amigo. —Sois unos seres despreciables y cobardes, que en vez de dar la cara van a atacar por la espalda, por eso nadie os respeta. Parece mentira... ¿¡sabéis acaso cuántos hechiceros de categoria especial hay!? ¡5 incluyéndola a ella! ¡¿Y pretendéis asesinarla cuando os va hacer falta en un futuro!?

Satoru había comenzando a acercarse al centro de la sala donde estaban estos sentados alrededor.

—Calmate. Esa mujer es un peligro. Su ritual es completamente abominable ¿Invocar maldiciones? Que cosa más horrenda. Esa mujer es una vergüenza para su clan, para su familia y para esta escuela. —Habló el hombre que estaba en el centro.

—¿Está diciendo entonces que yo soy abominable? —Geto se puso al lado del albino.

—No es eso a lo que me refiero.

—Si, es justo a eso. Acaba de decir que por invocar maldiciones es abominable ¿Y sabe que? Sorpresa, yo también lo hago, me las trago y las invoco, eso significa que también soy abominable ¿No?

—Es distinto. Tu eres un gran hechicero con experiencia. Ella no.

—Me da igual cuánta experiencia tenga que tener o no. Estos años me han servido para darme cuenta de las ganas que tengo que de mataros uno a uno y que os retorzais de dolor durante horas y horas. A pesar de que va en contra de mis principios. —El azabache fue acercandose cada más hacia las personas.

Gojo se retiró sus gafas e hizo un gesto con sus dedos, su dedo corazón estaba bajo su pulgar, apuntaba a los altos cargos.

La puerta de la sala se abrió de golpe. Allinq se adentró en esta escuchando los murmullos de aquellos varones. Se puso al lado de su pareja y tomó su mano alejándolo de ellos.

—No deberías tener una reunión y hablar mal de una persona sin que esta esté delante ¿No? —Sus ojos morados chocaron con los de un hombre de cabello blanco con pendientes. —Vamonos de aquí, no tiene sentido hablar con esta gente. —Abrió de nuevo las puertas y justo cuando estaban por salir esta se giró a mirarlos por encima del hombro. —Ah, y una cosa más. Atacarme todo lo que quieras, aquí estaré para enfrentarme a ello. Oh, y Gakuganji, cuídate las espaldas. —Las cerró volviendo con sus amigos.

Medio HechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora