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Los tres emprendieron su camino, conducía la castaña, ya que los contrarios aún eran menores de edad. A pesar de que ya sabían conducir Shoko había insistido en que conducía ella.

—Aquí estamos. Os espero aquí fuera. —Ieri aparcó el coche y los mejores amigos bajaron. —Está ahí dentro, se que no te gustan los cementerios, pero te toca aguantar por ahora Allinq.

—Que bien. Que ganas. —Dijo con una ironía bastante notoria. Comenzó a caminar al interior mientras se quitaba la chaqueta, quedando en una camiseta de tirantes de color negro. Dejó colgando la prenda sobre la verja del lúgubre sitio donde se encontraban. —En marcha, Kento.

El rubio la siguió adentrándose así al cementerio, al cabo de 2 minutos estaban fuera del campo de visión de la más mayor que observaba desde el coche.

—Según ha explicado Shoko hay que exorcizar a una maldición de 3 grado. —El varón cogía su arma cargada de energía maldita, miraba a todos lados bastante atento. —¿Nos separamos?

—Será lo mejor, grita si necesitas ayuda o si la encuentras. —Chocaron los cinco y cada uno se fue en caminos distintos.

Allinq caminaba entre las tumbas sin rumbo alguno, únicamente deseaba que fuera Kento quien se encontrara con aquella maldición, la mataría con facilidad y ella no tendria que hacer nada. Sin embargo la suerte no estaba de su lado, el sonido de algo romperse similar al de una rama partiéndose por la mitad había sonado demasiado cerca de su posición.

—Ah... Mierda...—Se dirigió hacia el lugar bastante tranquila. Una maldición de gran tamaño estaba escarbando en una de las tumbas. —¡Hey!¡Estás profanando una tumba! —Se acercó a ella con su navaja lista para hacer correr su sangre. La criatura se volteó dejando ver algo horroroso. No tenia ojos y su nariz pareciera que estaba cortada. Su boca se abría hacia los extremos dejando ver una gran hilera de dientes afilados. El aura que desprendía no era de una de tercer grado, ni mucho menos. Era mucho más que eso. Algo que solo los más fuertes podrían deshacer. —¡Kento! —Gritó con fuerza para que el rubio pudiera oírla.

—¡Allinq! —Gritaron casi a la vez.

La albina se giró rápidamente hacia la dirección donde provenía su voz ¿También se había encontrado con una? Corrió hacia allí, esquivando las lápidas que había por el camino, sumándole el extra de que la maldición la seguía destruyendo todo a su paso.

—¡Huye!¡Llama a alguien!¡Pero huye! —Se acercaba cada vez más, y cuánto más lo hacía más miedo sentía, la maldición que se había encontrado su amigo era igual a la otra, solo que de otro color. Llegó y chocó su espalda con la de Kento. La maldición que la seguía se había frenado justo frente a ella. —¿Que hacemos? Gojo y Geto no estan.

—¿¡Como que no estan!?

—Se han ido hace un rato a Okinawa.

—¡Joder! —Guardó su teléfono en su bolsillo. —Shoko no responde tampoco.

—Genial... Que casualidad todo, no?

—Allinq, te quiero. —Dijo repentinamente. —No en el sentido romántico, eres alguien muy importante para mí y no quiero perderte.

—Kento, como esto sea una despedida te juro que te voy a dar un puñetazo. —Golpeó varias veces de forma leve su cadera. —¿No querías subir de rango? Esta es la oportunidad perfecta.

El rubio suspiró con fuerza mientras asentía. Ambos giraron aún rozando sus espaldas para quedar frente a frente con la maldición que el contrario se había encontrado. Atacaron todo lo que pudieron. El cuerpo de la mujer estaba lleno de cortes debido a su ritual. La maldición había caído, al menos la suya. Se giró para mirar a Kento parecía estar en su misma posición.

Medio HechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora