Capítulo 1.

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Juliana se encontraba con una caja de cartón en sus manos y un ceño triste.

Otra vez había perdido su empleo, no lo podía creer, pero igual detestaba trabajar en esa cafetería donde los alfas la acosaban y se quemaba con los platos calientes.

¡Al diablo esos tontos!

La omega intentaba encontrar el lado positivo a la situación, pero era imposible.

Tenía 3 meses de renta vencidos, no ha tenido una comida digna en semanas y realmente está empezando a considerar el volver a casa de su madre, el problema es que es una casa pequeña con 6 otras personas, y se rehúsa a volver a compartir baño con sus hermanos que son alfas.

—Lena, no sé qué haré, estoy arruinada. —Se recargó en la barra del bar donde trabajaba su amiga.

—Juls, sabes que puedes quedarte conmigo, pero mis problemas económicos son igual de malos que los tuyos. —La omega confesó con una mueca.

El alfa de Lena había decidido abandonarla después de marcarla, por lo cual sólo consiguió trabajo como camarera en un bar de un barrio peligroso.

—¡Lo sé, Lena! El imbécil de mi casero ya está a dos segundos de correrme de mi departamento, y los anuncios del periódico no tiene ninguno que sea para omega. ¡Esto es imposible! —Juliana chillaba de frustración al no poder encontrar un empleo decente que no involucraba tener que desnudarse frente a alfas.

Lena tomó otro de los periódicos y después de unos segundos chillo de alegría.

—¡Juliana, un empleo de niñera! Serias una gran niñera, solamente son 3 cachorros y la paga es buena. —Lena encerró en un círculo rojo el anuncio en el periódico.

—Lena, hace años deje de ser niñera, desde la preparatoria técnicamente, ¿qué pasa si no puedo y me vuelven a despedir?

—Juli, eso es absurdo, tienes 3 hermanos menores que cuidaste toda tu vida. Llama, no pierdes nada.

Lena acercó el teléfono del bar a Juliana quien solo lo tomó dudosa.


Al otro lado de la ciudad, en una bonita casa había una alfa rubia peleando con su hijo quien se resistía a comer sus vegetales, la salsa de espagueti se estaba quemando en la estufa y sus dos otros hijos peleaban porque uno rompió el disco favorito del otro.

—¡Te destruiré, cara de moco!

—¡Pues yo te destruiré y también le diré a toda tu escuela que te comes los mocos!

Ian, de 1 año.

Derek, de 6 años.

Y Mark, de 15 años.

Son niños buenos, pero Valentina tiene que admitir que desde que su esposa se fue ellos se rehúsan a cooperar en hacer funcionar su familia.

Eran mucho trabajo para Valentina poder mantener su trabajo y mantener contento a su jefe, y reconocía que era imposible mantener a los tres cachorros sin meterse en problemas.

Los tres aceptaron rápido el repentino abandono de su madre, y Valentina, ella estaba feliz sin esa omega matándola día a día con peleas absurdas, malgastando su dinero y maltratando psicológicamente a sus cachorros.

—Derek, deja en paz a Mark, no debiste haber tomado su disco sin su permiso y Mark, apaga la estufa para que no explote la salsa.

Los dos rodaron los ojos.

Ian se rehusaba a cooperar comiendo la zanahoria frente a él, pero al menos los gritos se habían detenido.

Valentina pasó sus manos por su cabello frustrada y contó hasta tres.

Después escucho como un cristal se rompía en el suelo.

—Perdón, ma. —Dijo Derek con tres vasos de agua en el suelo hechos añicos.

Okay, tal vez Valentina contó hasta 200 para evitar perder el control.

El teléfono de la casa se escuchó haciendo a Valentina emocionarse.

«¡Tal vez ese anuncio en el periódico había funcionado!»

No quería que sus hijos se sintieran abandonados por ella, pero necesitaba ayuda, y era urgente o perdería su empleo por tantas llegadas tardías o documentos manchados con mantequilla de maní.

—¿Aló?

—B-buenos días, bueno... Tardes. —La dulce voz al otro lado rio y Valentina sintió una calidez en el pecho. —Llamó por el empleo de niñera.

Valentina chillo de emoción.

Llegó justo lo que necesitaba.

𝐘𝐞𝐥𝐥𝐨𝐰 𝐅𝐥𝐨𝐰𝐞𝐫𝐬 𝐚𝐧𝐝 𝐂𝐨𝐟𝐟𝐞𝐞 𝐂𝐮𝐩𝐬; 𝐉𝐲𝐕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora