Capítulo 11

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Como se habían acostado tarde, a Mario le costó abrir los ojos cuando sonó el despertador la mañana siguiente. Le habría gustado quedarse, posponer la alarma y darse la vuelta para dormir un rato más, pero la vida continuaba y tenía obligaciones que no se podían retrasar de forma tan sencilla. De mala gana se levantó, se puso la ropa de deporte y se dispuso a salir a correr. No esperaba encontrarse a Valeria saliendo de su dormitorio, también vestida con su ropa de deporte de colores chillones, para ir acompañarle a correr. No tenía claro si lo hacía porque no fuese solo o porque realmente le apetecía ejercitarse un rato. Y tampoco se lo preguntó. Aceptó la compañía y, tras un breve saludo de buenos días, salieron de casa.

Mario la llevó por una ruta diferente con un objetivo claro: aprovechar la carrera para avanzar en el caso. De esa forma, la llevó por varias fincas y le presentó a diversos hombres que figuraban en la lista. Ella se dio cuenta en cuanto pararon en la primera y le dijo, antes de acercarse, quién era, su edad, su trabajo y, más o menos, las horas en las que trabajaba. No conocía todos los detalles laborales de los que aún estaban en la lista, pero, de los que sabía algo, se lo iría diciendo, aunque ella tuviese la obligación de comprobarlo todo después.

La carrera se alargó a casi dos horas debido a las paradas que hicieron para hablar con aquellos hombres que, por suerte, quedaron descartados y tachados de la lista a la vuelta. Se dieron una ducha, se vistieron y salieron de nuevo para continuar. Ya todo era trabajo de campo y Mario decidió dejar un poco de lado sus visitas y obligaciones para ayudarla en lo que pudiera. Por lo menos, podía acompañarla para que los habitantes del pueblo no se cerraran a una conversación con la extraña que investigaba los asesinatos. Podrían creerse sospechosos y enfadarse con ella si creían que los estaba interrogando. Decidieron aprovechar el descanso de media mañana para tomarse un innecesario café en el bar que tanto le gustaba a ella. El sacerdote comenzó a investigar, dejando caer que él se encontraba durmiendo durante el primer asesinato ya que solía acostarse temprano. De esa manera, los demás siguieron la conversación y se lanzaron a decir sus coartadas sin necesidad de preguntarles uno a uno, ni de que sospecharan por ello.

Como era de esperar, la mayoría aseguraba haber estado durmiendo también a esas horas, salvo uno, que, al parecer, discutía con su hija porque, al llegar a casa, ella aún no había regresado. Esa primera coartada era más sencilla puesto que, por las horas en que se produjo, era lógico que estuviesen durmiendo. Sin embargo, la segunda sería más esclarecedora. Por ese motivo repitió el proceso diciendo que él estaba en el cuartel cuando la pobre María entró buscando ayuda y que le habría gustado poder estar en la mismísima puerta para coger al asesino. Valeria le dio un leve codazo puesto que no estaba seguro de si no sería uno de ellos el asesino y decir eso podría avivar el odio que ya le guardaba ese loco. Lo sabía, pero iba a arriesgarse todo lo que fuese necesario por reducir la lista y llegar a atraparle.

La mayoría admitió que habían estado en el bar o en la piscina con los niños, pero que también les habría gustado enganchar a aquel salvaje o, al menos, haber pasado por allí para saber quién era y ponerle en manos de la justicia. Con esa conversación ya podían descartar a otros tantos de la lista. Y no solo a los que estaban allí presentes, sino a algunos que no estaban, pero que ya les daban razón de su paradero pues habían estado con ellos.

Tras eso, él fue a dar su misa de la mañana mientras Valeria se acercaba al cuartel para hacer unas llamadas e informar a sus superiores sobre la evolución del caso. No se entretuvo con los feligreses puesto que quería llegar cuanto antes a casa y saber si la inspectora había recibido algún informe nuevo que arrojase más luz a los hechos y redujese aún más la lista. Sentía que iban por el buen camino y que se estaban acercando. Y esa seguridad le hacía sentirse pletórico. Aunque, igualmente, siguió rezando a Dios para que no ocurriese otra desgracia antes de que le pillasen y que les iluminara en ese oscuro camino.

El Hombre de Negro   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora