Mario se marchó con las cosas más claras. Era cierto que no sabía lo que ella podía buscar al acercarse a él, ni lo que quería para su futuro, sin embargo, si pensaba en lo que quería él, la situación se simplificaba. No quería dejar su vida, el sacerdocio, el pueblo y su gente. Tenía claro que amaba a Dios por encima de cualquier cosa, incluso de lo que comenzaba a sentir por ella. Eso quería decir que no debía involucrarse con ella por el bien de ambos. Si ella quería algo más, él no podía dárselo puesto que quería seguir siendo sacerdote. Y como él no quería renunciar a su vida, por evitar dañarles a ambos, lo mejor era no continuar. Debía tener un autocontrol férreo sobre sus pasiones y evitar volver a perder el control. Lo mejor era no acercarse a ella en términos íntimos. Ser sacerdote, ser su protegido, ser su compañero de casa, ser su amigo, pero nada más.
Con el ánimo alto, viéndose capaz de cumplir su objetivo, volvió al pueblo, dio la misa, se tomó una cerveza con un par de feligreses y regresó a casa sin haberse cruzado con ella. No esperaba encontrársela en la cocina, esperándole con la mesa puesta para comer juntos.
— Ya me estaba empezando a preocupar —le dijo Valeria a modo de saludo.
— Tranquila, ya he llegado. Estaba tomando algo al salir de misa en el otro bar del pueblo, que hay dos, aunque solo conozcas uno. Está todo bien —respondió con una leve sonrisa, solo para que no se tomase a mal su comentario.
— ¿Te ocurre algo? —preguntó ella mientras alargaba la mano para posarla sobre su brazo y lograr así que la mirase, por fin, a la cara—. Esta mañana te marchaste temprano, dejando solo una nota, y no has salido a correr ni has pasado por casa en lo que llevamos de día.
— He estado liado. En la nota te he dicho que iba a ver a mi amigo Manuel, he desayunado con él, después he hecho varios recados y me he ido a la iglesia. Estoy bien —explicó el sacerdote sin entrar en detalles sobre su conversación con Manuel.
— Padre, no haga esto —pidió la inspectora, volviendo al trato formal y mirándole a la cara, claramente preocupada—. Soy tan consciente como usted de que anoche la situación se nos fue de las manos y ya dejamos claro ambos que había sido un error y que no debía repetirse. No es necesario que nos evitemos o nos tratemos como extraños. Hemos pasado mucho tiempo juntos en los últimos días y aún nos quedan más días por delante. Será mejor que nos comportemos como adultos.
— No pretendo que nos tratemos como extraños, pero creo que nos ayudaría si mantenemos cierta distancia. Por eso creo que debemos evitar temas personales, bromas subidas de tono, tonteo y cercanía física innecesaria. Es mejor ceñir nuestras conversaciones solo a lo relativo al caso —expuso él, con calma y seguridad.
— Me parece bien —estuvo de acuerdo la inspectora tras pensarlo unos segundos.
— Bien. En ese caso, podemos aprovechar mientras comemos para que me pongas al día sobre lo que me haya perdido. ¿Has recibido ya el informe del forense sobre Juan? —preguntó Mario, sentándose a la mesa e iniciando una conversación que estuviese lo más alejada posible de terreno pantanoso y así empezar con buen pie su nueva actitud de mantener la formalidad, sin perder la cercanía con ella.
— Se han revisado todos los puntos en los que pudiese haber huellas y no había ninguna en esta vivienda tampoco. El informe del forense indica muerte por un fuerte traumatismo en la parte posterior del cráneo, eso quiere decir que el asesino le atacó por la espalda. Queda por determinar qué tipo de objeto fue el que utilizó en el ataque. Al parecer le golpeó en la cabeza dos veces, lo que le rompió el cráneo. Sin embargo, lo que más me sorprende es que, según el forense, le pateó la cabeza después de haberle matado con los golpes —le contó Valeria sin mirarle, como si estuviese pensando en voz alta.
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El Hombre de Negro
Romansa--Serie Clerimen I-- Mario es un sencillo sacerdote de pueblo al que un loco convierte en el centro de sus problemas, comenzando a amenazarle y a asesinar vecinos para hacerle daño. Valeria, una inspectora de homicidios, es enviada al pueblo a atrap...