No le fue nada agradable para Anais despertarse con un agudo dolor de cabeza. Había tenido un sueño del cual no paraba de darle vueltas. Figuras que le acompañaban en su viaje, ofreciendo su mano para ayudarla sin importarle que tal difícil pudiera ser. Diversos colores brillaban, aunque una de ellas carecía de color y parecía ser inexistente.
Levantándose, vistiéndose y yendo a la cocina, pudo encontrarse con su hermana preparando el desayuno con desgana, estirando de vez en cuando su espalda mientras se quejaba de dolor. Sabía que le había ocurrido, ese pequeño escándalo que hubo en la habitación de Zarik no pasó nada desapercibido.
—¿Hermana? —preguntó Anais.
Andrea dio un pequeño salto en el sitio para girarse y verla. Esto hizo que derramara parte de la leche de su vaso, pero no le pareció importar mucho.
—Ey, buenos días, ¿dormiste bien?
—Sí, ¿y tú? ¿Te duele mucho? —preguntó Anais.
—No. Tranqui, nada de qué preocuparse.
Anais suspiró. Sabía que su hermana no estaba tan bien como presumía. Sus gestos nerviosos en sus brazos y piernas, ojeras presentes ante una noche complicada. Era obvio que no había descansado como debía.
Mientras desayunaban, trató de organizarse. Tenía que saber todos los términos inusuales que decían sus tíos, después saber qué le había ocurrido a Zarik, y por último conocer el porqué de ese brillo azulado que salió por primera vez al disparar la flecha.
No le gustó mucho escuchar esa voz a pesar de jurarle protección.
—Anais, ¿estás bien?
Sus palabras lograron despertar a Anais y mirar a Andrea con desconcierto.
—No. O sea, sí —respondió y pensó por un momento sus palabras, mostrando su inseguridad en sus manos temblorosas—. Sí, estoy bien, dándole muchas vueltas a todo, ya lo sabes.
—Mejor no lo hagas hasta que salgamos, ¿va?
Anais miraba con atención a su hermana. Sentía que la forma en como le hablaba era demasiado relajada para ser ella misma. Antes, con sus padres, solía hablar... en expresiones que le salían solas, sobre todo cuando estaba con su padre.
Admitía que su hermana era orgullosa de su procedencia, también lo era Anais, pero no hablaba ese mismo idioma porque no le salía. Su madre hablaba castellano fluido, y eso que era de otra nacionalidad totalmente distinta. Mientras más vueltas le daba, más se cuestionaba el hecho de que porqué tenía poderes si ella era... humana.
Al final decidió terminar su desayuno y así irse hacia el centro de estudios. En medio del pasillo, se encontró con Lania en el comedor, agarrando lo que parecía ser un colgante que brillaba en colores amarillos y blancos. No quiso mirar más porque tampoco le dejaban, por lo que terminó lo que tenía pendiente y salieron de casa.
Nada más estar fuera, Andrea agarró a su hermana de su mano para ir caminando con ligereza.
—No te recomiendo que toques la puerta de Zarik —le pidió Andrea con total seriedad.
—Sí, vi lo que pasó, pero no entiendo por qué entraste tan bruscamente —comentó Anais.
—Ayer escuché a Lania hablando con alguien, la hicieron daño y cuando quise entrar, me empujaron.
—¿Hablando con alguien?
—Lo que escuché no me gustó y estaba preocupada por ella. De igual forma hoy creo que Mikuro podrá saber las respuestas porque Lania se negó a hablar y creo que esa actitud no le gustó —respondió Andrea mientras aceleraba un poco el paso.
ESTÁS LEYENDO
V.II - Saga Juntos o Muertos - Regresemos como héroes [G.O]
Action¿Necesitabas cualquier arma, magia u otro tipo de objetos como muebles, comidas o bebidas? El código 006 era conocido por ser un mercado extrasistema donde todo tipo de razas se reunían para vender sus pertenencias o fabricaciones para conseguir un...