Capitulo Extra - La revelación de una apuesta.

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Willa Sullivan.

Entro en la sala de estar de mi apartamento con dos copas de vino en una mano y una botella en la otra, que dejo sobre la mesa de café frente al sofá antes de sentarme junto a Peyton.

Ella me sonríe antes de inclinarse y servirnos una copa de vino a cada una.

—Veras, no sé cómo sucedió, pero el cactus, murió. Está muerto. Muy muerto —le digo.

Peyton detiene su brazo en su camino a darle un sorbo al vino y me observa.

—¿Qué quieres decir con que está muerto? Es un cactus, Willa.

Yo solo me encojo de hombros y le doy una falsa mirada inocente antes de responder.

—Ya sabes a lo que me refiero, el cactus pasó a mejor vida. Ahora está en el cielo de los cactus, lo vamos a extrañar, pero ahora está en un mejor lugar. Amén y mis oraciones están con él.

¿Qué otra explicación espera ella?

Peyton me mira y ladea la cabeza, suelta un suspiro y le da un pequeño sorbo al vino.

—Willa, Willa, dime, ¿qué le hiciste al pobre cactus?

Llevo mi mano a mi pecho y exhalo llena de indignación por tal acusación.

¿Por qué siempre que sucede algo malo creen que yo hice algo? Bueno sí, la mayoría de veces si es mi culpa, pero no siempre.

—¿Por qué crees que yo hice algo? A veces las plantas simplemente mueren, Peyton. Yo no le hice nada. ¡No la asesiné!

—Willa —dice ella mi nombre con mucho cuidado y paciencia—, estaba a tu cuidado. Un cactus. ¿Cómo matas un cactus, Willa? Es que es casi imposible, incluso para ti.

Me vuelvo a encoger de hombros porque ni siquiera yo tengo una respuesta para esa pregunta.

—Mataste un Astrophytum myriostigma, Willa. Había apostado con tus primas a tu favor porque creía que incluso tú podrías mantener vivo un bonete de obispo, pero no, lo mataste en menos de tres semanas. ¡Tres semanas! Estoy segura que si lo dejabas solo con un vaso de agua podría sobrevivir. Así que dime, ¿qué sucedió?

Todo el asunto del cactus empezó hace un par de meses cuando Peyton y yo nos mudamos juntas a este nuevo apartamento y le dije que era buen momento para ampliar nuestra familia y sugerí adoptar un perro. ¡Yo siempre he querido un perro! Pero Peyton dijo que no, que yo aún no estaba lista para esa responsabilidad.

La discusión siguió un par de semanas más y hace tres semanas, ella llegó al apartamento con el pequeño cactus y dijo que, si lo podía mantener vivo por tres meses, podríamos adoptar un perro.

Está de más decir que fracasé.

—Sera diferente con un perrito, es solo que no soy buena con las cosas vivas que no pueden decirme que necesitan y las plantas son muy silenciosas. La comunicación no estaba fluyendo entre nosotras. Fue ella, no yo.

Sin necesidad de mirar a Peyton sé que ella me está mirando con mucha atención pensando en las extrañas explicaciones que estoy dando sobre la muerte de un cactus, pero esa es solo una de las cosas que amo de Peyton, el cómo no importa las cosas absurdas que yo pueda estar diciendo, ella siempre me escucha con atención.

A Peyton no le importa si la llevo al bosque o al cementerio a una hora extraña porque me ha surgido una idea para una sesión de fotos. Y también sé que si yo llegara asesinar a alguien —aún no lo he hecho—, ella estaría ahí sosteniendo la linterna para ayudarme a enterrar el cuerpo o si me llegaran atrapar, Peyton colocaría una bomba en medio de la prisión para ayudarme a escapar.

Cuando las estrellas forman constelaciones  [Serie escrito en las Estrellas #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora