Romper el hielo (Sardinas, yummy)

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26 de noviembre de 2014

Recuerdo cuando rompimos el hielo por primera vez, eso creo. La comida une corazones, eso es verdad.

Estábamos reunidos en el restaurante del hotel para el almuerzo, se veían más aliviados y seguros, tal vez porque habíamos tocado nuestro penúltimo show del año, y entonces cerraríamos con broche de oro hasta reencontrarnos dentro de un par de meses. 

El mesero tomó sus pedidos y yo quedé para el último porque a decir verdad no tenía idea de qué pedir. Solía ver la seguridad y la gracia con la que Daniel siempre pedía su comida basada en mariscos, pescados y hojas verdes de nombres extraños, y hasta ese momento siempre me había dado algo de curiosidad. De pronto el mesero se acercó a mí para tomar mi pedido; concentré mi mirada vaga en Daniel y entonces dije con seguridad señalando el espacio de éste:

— Quiero lo mismo que él pidió.

Todos los demás se fijaron en mí y trataron de no reírse demasiado. Daniel ocultó sus manos bajo la mesa como una damicela avergonzada y movió sus ojos nerviosos a todos lados controlando una sonrisa apenada.

— Él sólo come hierbas —me advirtió entonces Sam en voz baja con la diversión imperando en su expresión— y bichos del mar…

— Sí, lo sé —le respondí en voz baja también, tratando de convencerlo de que aquello me parecía interesante y que en realidad no creía que pudiera disgustarme demasiado.

Cuando el mesero trajo nuestra comida. Todos veían sus platos satisfechos, incluso Daniel ya se había olvidado de mí enfocándose en los platillos que tenía en frente que…eran los mismos que yo tenía frente mío.

Miré mi plato tratando de reconocer los alimentos. Veía unas hojas verdes con algunos frutos secos, unas rodajas de manzana y otros ingredientes que no identificaba claramente… En especial en el otro platillo del cuál lo único que recordaba que tenía era unas sardinas en una salsa de no sé qué…

— Si quieres puedes pedir otra cosa —me sugirió Sam en voz baja de nuevo.

— Oh, no —reaccioné levantando mi mirada hacia Daniel y traté de sonar amable cuando le consulté—: Señor Daniel, me podría expli…

— Ah, claro —se adelantó él—. Mira, esta es la queridísima Ensalada Waldorf —me indicó tomando delicadamente el platillo que contenía las hojas verdes— Tiene lechuga romaine… —(espera ¿Esas eran lechugas? LPM mi ignorancia)—, manzanas ácidas, frutos secos… Bueno, algunos no las colocan porque dicen que no son parte de la receta original, pero definitivamente ha evolucionado mucho desde entonces; desde nueces caramelizadas con vinagreta de trufa negra, hasta nueces en almíbar de cilantro e Incluso yogurt la cual no me la comería obviamente; pero el punto es que puedes agregar y modificar muchas cosas porque…

Daniel estaba comenzando a hablar muy rápido otra vez, las palabras brotaban de su pequeña boca a dos por segundo. Yo sonreía mientras escuchaba su explicación tratando de no perder el hilo en sus gestos vivaces y sus ojos nerviosos moviéndose de aquí para allá, de aquí para allá, de aquí para…

— ¿Te gustan las sardinas?

Miré a Daniel algo desconcertada cuando escuché su pregunta.

— Hm, qué qué… que si me…

— Es que yo me considero un fanático de las sardinas —dijo él con un tono más calmado pero mirándome con una expresión hasta un tanto dulce.

— Es que yo me considero un fanático de las sardinas —dijo él con un tono más calmado pero mirándome con una expresión hasta un tanto dulce

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𝙈𝙮 𝘿𝙚𝙨𝙞𝙧𝙚: Daniel Kessler y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora