Un momento contigo (... y otro cumpleaños que casi olvido)

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Agosto 2015

Bueno, a estas alturas ni siquiera ya sabía cuál era la habitación de Dan y cuál era la mía. Teníamos un pequeño problema con el tema de las habitaciones, puesto que ya las habían reservado por separado para cada uno de nosotros al comienzo de la gira; así que, como nadie esperaba que Dan y yo fuéramos a terminar juntos y mezclados como malteadas, andábamos de una habitación en otra en cada ciudad. Era divertido. Casi como un juego de visitar "lugares".
Pero ahora, estaba claro que… mi lugar sería siempre el suyo.

Salí de la ducha y me dí cuenta, al abrir el espejo y encontrar esos variados productos masculinos, que estaba en el lugar de Daniel. En su baño, precisamente. Tomé un frasco por curiosidad y leí la etiqueta "Molton Brown, London: Bath & Shower Gel". Asentí con un puchero sorpresivo; vaya, gel para ducha. Sonreí y acerqué el frasco a mi nariz, cerré los ojos y aspiré ese aroma… Oh, cielos, me encantaba. Tomé otros frascos y los olí todos; sí, ya sabía, estaba loca.

Pero lo amaba.

Había algo de Dan en cada una de las cosas en ese lugar. Aún a pesar de ser una habitación de hotel, ya tenía detalles de Daniel en cada sitio. Su orden pulcro, su aroma dulcemente almizclado, las bebidas en su nevera, su ropa primorosamente acomodada en su armario, o esa distribución minimalista de las cosas. Mi Dan, mi amado Danny, en todas las cosas.

Salí en dirección al dormitorio y, ni siquiera me había terminado de vestir, cuando resonaron los ya conocidos pequeños golpes en la puerta. De pronto me emocioné, lo sabía, era él! Atravesé la sala de dos zancos en ropa interior, apenas con una camiseta, hasta llegar a la puerta.

La abrí emocionada sin pensar en nada, y me topé con la alegría de mi vida.

— ¡Danny!

No esperé respuesta ni reacción suya y brinqué a él rodeándolo entre mis piernas, con mis manos en su nuca.

— Hey, preciosura… —me dijo él, con una sonrisa embobada, sosteniendome entre sus brazos.

Cerré los ojos y conducí mis labios a los suyos. Lo besé suavemente, escuchando su risa satisfecha en mi boca. Me gustaba tanto, pero tanto…

Dan me bajó para poder cerrar la puerta y de inmediato yo tomé su mano para conducirlo hasta el sillón.

— ¿Cómo te fue?

— Todo tranquilo, amor. Oh, espera, debo lavarme las manos —se separó de mí—, dame un minuto.

Se fue al baño y me rasqué la nuca esperándolo como boba.

No tardó en volver y mientras se quitaba el saco me iba platicando de un montón de cosas a la vez.

— Eh, y por cierto —dijo entonces—, Christy nos invitó a una reunión por el cumpleaños de…

Me dí un palmo en la frente con ambas manos— ¡Sam!

— Cariño, no te hagas eso… —me dijo Dan con su carita de preocupación.

— ¡Claro que es hoy! —comencé a girar alrededor del sillón casi enfurecida con mi descuido— ¡Tenía que ser hoy! ¡Y yo tenía que pasarlo por alto!

— Bueno, si te sirve de consuelo, yo tampoco recuerdo todas las fechas la mayor parte del tiempo. Tengo una agenda con notificaciones en mi teléfono móvil…

— Y claro que para eso eran estos cuatro días libres en la gira…—me senté finalmente en el sillón— ¿A qué hora iremos? 

Dan se sentó a mi lado con un suspiro— ¿Que te parece a eso de las cuatro y media?

— ¿Es una cena?

— Sí, cariño.

— De acuerdo. ¿Y el regalo?

Dan miró al techo— Aaah… He estado pensando en eso, pero…

— ¿Qué te parece una tarta?

— ¿Una tarta?

— Una tarta de cerezas, como a Sam le gusta, y tú me ayudarás a hacerla —sentencié.

— ¿Yo?

— Sí, tú, Danny Kessler.

— …

— …

— ¿Yo? 

— ¡Que sí! Cielo santo… —gruñí yéndome sobre él.

— Está bien, está bien —rió él tomándome de las muñecas y empujándome sobre los almohadones para comenzar a hacerme cosquillas.

— No, basta, basta… —supliqué en medio de risas, revolcándome bajo Daniel— ¡Dan! ¡Detente!

Él sólo reía y luchaba con mis manos hundiendo su cabeza en mi cuello.

— Daniel… —me lamenté con el corazón a mil por hora.

— Qué bien hueles —me dijo él al oído, calmandose finalmente.

Me reí— No tanto como tú.

— Nah —se apartó—, tengo que ducharme...

— Oh, vamos, de qué hablas —sonreí perezosa—... Ven...

Dan encendió sus mejillas con esa sonrisa apenada y bajó su mirada hasta mis piernas. Con cuidado las acomodó sobre su regazo haciéndome reír por el contacto (o por el nerviosismo) de sus dulces manos sobre mi piel. De pronto, una de esas manos se fue deslizando suavemente por ese camino que ya tantas veces había recorrido en mi piel, mi corazón latía con el ascenso de esa caricia suya por mi pierna hasta...

— Te tengo —me susurró de pronto.

No podía hablar, sólo asentí embelesada. Cerré los ojos cuando sus dedos finalmente rozaron mi ropa interior. Mi respiración fallaba y aún así no pude evitar sonreír cuando sentí la calidez de sus labios en mi mejilla.

No me resistí más y lo envolví entre mis brazos y entre mis piernas.

— Te amo —le dije en voz baja y rendida.

— Y yo te amo a ti.

Me correspondió en esa declaración y correspondió también mis besos. Besos cortos y húmedos en mi boca, besos largos y deliciosos allí también. Lo amaba en todas las formas y en todos los lugares. No importaba en dónde sea, siempre y cuando él y yo estuviesemos juntos. Nada podía contra nosotros, nada era más grande que nuestro amor.

𝙈𝙮 𝘿𝙚𝙨𝙞𝙧𝙚: Daniel Kessler y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora