i. "papá soltero"

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Agustina saludaba cálidamente a sus alumnos, a la misma vez que se despedía de cada padre que acompañaba a su pequeño hijo\a. Apenas empezaban las clases del lunes y la joven de veintidós años, ya recibida hace uno, estaba ansiosa por arrancar la últimas semanas antes de las vacaciones de verano. Fue un año excesivamente cansador y tratar con nenes de 3 años, sumaba mucho más estrés de lo hablado años atrás en la facultad. Pero, no podía quejarse más de esos dos puntos específicos porque para ser ella sola y sus gastos; el sueldo le venía de diez. Además de amar su trabajo y la educación principal que les brindaba a los peques.

Estaba despidiéndose de la última mamá que había entrado a dejar a su alumna, cuando divisó a un hombre alto y atractivo caminar hacía donde ella estaba. Tragó saliva cuando supo quién era y cuando él estuvo lo suficientemente cerca, tuvo la oportunidad de ver a uno de los alumnos que faltaban en la clase.

—Hola, seño.— sonriente, el menor la saludó antes de soltar la mano del hombre. —Mi papá por fin pudo traerme al jardín.— sin dejar de sonreír, miró hacia arriba con asombro. Y Agustina, no sabía qué decir.

—Hola, Santi.— le dedicó la misma sonrisa y con vergüenza, también le sonrió a él.

—Pórtate bien Santi. Más tarde te vengo a buscar.— de forma cariñosa, acarició la cabeza de su nene antes de que este entrara al aula. —Soy Emiliano, un gusto— extendió su mano hacia la castaña que tenía enfrente, ansioso por estrecharla.

—Agustina, la seño de Santi.— intentó no parecer nerviosa, pero, tener al mismísimo Dibu Martinez no la ayudaba en nada. —Y el gusto es totalmente mío.

—Lamento mucho no presentarme antes. Tengo mucho trabajo y se hace difícil estar presente en las cosas que Santi hace en la escuela.— se disculpó y explicó, ya que, varias veces se lo había citado para charlas y reuniones familiares.

—No tiene que explicarme nada. Santi siempre me dice que su papá tiene que trabajar y por eso trato de no citarlo demasiado.— ¿cómo no iba a comprenderlo? teníamos que ganar el mundial y el hombre debía estar 100% enfocado.

—No le robo más el tiempo. Que tenga un hermoso día.— relamió sus labios, dispuesto a marcharse, dejando a Agustina con las palabras en la boca.

Y cómo no quedarse callada con tremendo hombre enfrente. Incluso temblaba de lo fascinante que se había sentido bajo su mirada.

Ya debía contarle a sus compañeras.

17:35 pm, horario de salida.

Hace una hora que debía haber salido del trabajo, pero, tenía a su último alumno esperando por su padre; quien se estaba demorando más de lo debido y esperado.

Santi jugaba con los autos en la alfombra y Agustina, esperaba ansiosa que el hombre apareciera por la puerta.

—Santi, tu papá sabe que tiene que entrar a buscarte?— buscó alguna excusa ante tal retraso.

—Si, la abuela siempre le dice eso.— sin mucha atención, el menor habló.

—Bueno, tendremos que esperar un poco más.

No iba a mentir, estaba cansada y quería irse a su casa pero, el hecho de saber que podía ver a Dibu Martínez de nuevo, la emocionaba.

Desde que Argentina salió campeón de américa, su atracción hacia el arquero había crecido como la nariz de un mentiroso. Y ahora tener que verlo todos los días y compartir dialogo, la avergonzaba por completo. Sin dejar de lado el gigante detalle de que leyó hasta en wattpad novelas del hombre y ella desde marzo, había estado educando a su hijo mientras fantaseaba con su progenitor.

Estaba colorada de sólo acordarse de tales cosas.

Sumida en la propia vergüenza y timidez, no había notado que Emiliano estaba en la puerta. Su ronca voz la desconcertó y su semblante serio la dejaron con la garganta seca. Cosa que, la hizo tragar duro.

—Perdón. Estaba ocupado.— murmuró, seco y sin expresión alguna en su rostro.

—Esta bien, entiendo perfectamente la situación.— intentó ignorar la forma en la que estaba y se negó a sus disculpas. Dedicandole una sonrisa, que calmó los músculos faciales del hombre, se volteó hacia el más pequeño. —Santi, vino tu papá.— llamó al menor, que corrió a buscar su mochila y se colocó entre ambos adultos.

— ¡Papi! — contento, estiró sus brazos para que lo cargue y esto mismo hizo el adulto, dejando un corto beso sobre la mejilla del nene y claramente, sonriéndole.

—Que tengan un lindo dia.— enternecida, se despidió de ambos. —Chau, Santi.—

—Chau, seño.— dijeron ambos al unísono, saliendo por la entrada principal del colegio.













A/N

holaa, aca dejo una historia de emii. y antes que nada queria aclarar que en esta novela, emi va a ser un padre soltero así que mandinha no va a tener presencia en el libro hasta que la trama se ponga buena.

espero que les guste, voten y comenten por fis. <3

M.

vínculos perniciosos,  dibu martínez. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora