xxxvi. "familia"

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Guardé los últimos papeles que tenía que llevar a la facultad y salí de la casa. Emi estaba entrenando y Santi estaba en el jardín, así que, aproveché mi día libre para terminar por completo la inscripción en el instituto. Como el año lectivo 2023 ya no estaba en pie para mí, estaba tratando de hacer todos los papeles necesarios para realizar a fin de año el curso de ingreso online y ya, después, podía empezar sin necesidad de parar todo por el bebé en camino.

Estaba ansiosa, pero más por el hecho de que faltaba bastante para que naciera y todavía no teníamos pensado ni siquiera su nombre. Hace poco Emi empezó a pintar su futuro cuarto y a pesar de no saber el sexo, habíamos elegido tonos marrones y pasteles para toda la decoración. Era algo neutro y bastante tranquilo. Veía muy fuerte pintar todo de rosa o azul, verde, amarillo, etcétera. Los tonos tierra siempre iban a ser una buena opción.

Con respecto a la boda, apenas empezábamos los preparativos. No quería casarme con una panza gigante y estando en riesgo de romper bolsa o sufrir un accidente horrible. Y mi prometido, al ser más exagerado que yo, prefería casarse oficialmente cuando nuestro hijo ya esté con nosotros.

Dato importante que aún no dije. Íbamos a tener un varoncito. El día que nos enteramos fue gracias a una sorpresa que mi familia nos quería dar. No fue la típica revelación de sexo y eso lo hacía más especial, ya que lo mantuvimos en secreto y solamente lo revelamos para los que estaban allí presente, nuestros familiares.

Me acuerdo con exactitud la cara de Emi al ver que iba a ser otro nene y puedo asegurarles que esa imagen fue la más linda que viví desde que lo había conocido. Y eso que estando con él todo era muchísimo más bonito, pero, nada le gana a esa emoción mezclada con felicidad que irradiaba mientras miraba en el cielo los colores. Era mágico vivir todo esto al lado de un hombre así, sentía que las veces que idealicé al sexo opuesto se quedaba en nada cuando Emiliano accionaba de la forma más romántica e inigualable. Es perfecto, de pies a cabezas y en todos los sentidos. No podría jamás pedir algo mejor o igual a él.

— ¿Ya te anotaste? —cuestionó una vez que atendí su llamada.

— No, una chica me dijo que mejor espere a que nazca el bebé.

— ¿Por qué te dijo eso?

— Me aconsejó y lo tomé como un hecho. Capaz es lo mejor.

— Bueno, mientras vos estes de acuerdo.

— ¿A qué hora vas para casa?

— A las 5 creo, tengo que quedarme un par de horitas más.

— Bueno, yo paso a buscar a Santi y de ahí pido nuestra comida.

— Te amo, nos vemos.

— Te amo más. —correspondí, cortando la llamada y adentrándome en mi auto.

[...]

— Deja tu mochila en el perchero y espérame para bañarte.—ordené, entrando a la casa mientras Santi corría hacia las escaleras.

Era una rutina que San se bañe después de venir del jardín. Odiaba comer mientras estaba sucio y pasar tanto tiempo con él, hizo que también sienta la necesidad de estar limpia antes de almorzar o cenar. Eran pequeñas costumbres que se amoldaban a tu vida.

Cuando estábamos listos, pedí la comida y esperamos a que llegue. No tenía ganas de cocinar. Eso estaba más que claro. Alrededor de 45 minutos, el timbre de la entrada exterior de la casa se hizo presente, indicándome que nuestro almuerzo ya estaba en casa.

Santi, emocionado, abrió la gran pierna de madera y acto seguido, se aproximó a las rejas negras junto a mí; dando saltos cada vez que sus pies tocaban el piso.

vínculos perniciosos,  dibu martínez. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora