ii. "hamburguesa"

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La joven se encontraba ya descansando en su casa, acostada en el sillón del living mientras miraba una película tonta de netflix. Eran alrededor de las 10 de la noche y su cena todavía no llegaba a la puerta.

Hambrienta, se levantó en busca de su teléfono para saber por donde se encontraba su pedido. Buscó entre la aplicación y soltó entre dientes "hijo de puta", dandose cuenta de que su pedido había sido cancelado.

Apresurada, tomó una campera de algodón, sus llaves y dinero para salir rápidamente de su departamento. Caminó por la avenida transitada, frenando en la puerta principal de un mcdonald's. Entro y gracias al hecho de que estaba vacío, pidió su comida.

Sumida en su mundo, no había notado que dos personitas la observaban de lejos, cuchicheando entre si.

Cuando por fin le entregaron su bolsa con comida, volteo con puras intenciones de irse pero las señas que Santi, su alumno, le hacía; le indico que debería acercarse a saludarlo. Y claramente, también saludar a su padre.

—¡Hola, seño!— emocionado, el nene abrazo a la chica que estaba completamente avergonzada.

—Hola, Santi. Hola, Emiliano.— Murmuró sonrojada y sin saber que hacer.

—Mira papi, la seño tiene crocs como yo.— soltó una risa el pequeño, volviendo a su lugar.

Ambos adultos bajaron su mirada hacia los pies de la joven y allí, cayó en cuenta que estaba con ropa de entrecasa frente a Emiliano y su hijo. Mordió su labio viendo el color gris de su calzado y nerviosa, dirigió sus ojos al hombre que reía sin dejar de verla.

—Que lindos pepes.— soltó Emi, burlón. Y Agustina, no sabía a donde esconderse por tal descaro.

—Sentate con nosotros, seño.— pidió el nene con una papita en la mano, haciendo ojitos.

—No quiero molestar, Santi.— hizo una mueca y levantó su bolsa. —Mañana comemos juntos, ¿dale?

—Sentate, no molestas en lo absoluto.— Emiliano interrumpió la conversacion que estaba teniendo con el menor de los Martínez, haciéndole señas para que la muchacha se sentara frente a él.

—En serio, no quiero ser metida.— se negó por la vergüenza.

—Hacenos compañía, Agus.— la forma en la que había observado sus ojos la atrapó por completo y no pudo seguir negándose ante el atractivo hombre.

—Esta bien.— rendida, se sentó haciendo sonreír a ambos. —Tengo mi ropa de casa, dios mio.— se quejó sabiendo que su atuendo no iba acorde a los de ellos.

—Pero si asi estas perfecta.— frunció el ceño Emi, dejándola dura. —Mi ropa de casa es un short de futbol.— ambos rieron y Agustina no pudo no imaginarselo vestido así.

—Debe ser cómodo.— comenzó a sacar la comida de la bolsa, comiendo algunas papitas.

—Si, la ropa que usamos para entrenar es la mas comoda del mundo.— mordieron los tres la hamburguesa a la vez, haciendo sonreír al castaño.

—Me imagino.— estaba dejándose llevar por la cálida presencia de Emiliano, sintiéndose menos tímida y nerviosa. —Mandame a mi a correr y hacer cardio, no te aguanto parada ni dos segundos.— rodó los ojos concentrada en su comida, sin percatarse de la atenta mirada que el ejercía sobre cada movimiento dado por parte de la femenina.

—A mí me encanta hacer cardio.— Emiliano quería que esta lo mirase, pero, la chica no podía ni siquiera mirarlo a los ojos sin ponerse colorada.

—¿Sí?, ¿Qué ejercicios haces?— ahora sí lo miraba, llevando un vaso con gaseosa a sus labios.

vínculos perniciosos,  dibu martínez. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora