Me desperté incómoda en la posición en la que estaba y más que nada, por los ruidos que estaba haciendo Emiliano. Abrí mis ojos y pasé mis manos por mi cara, despertándome un poco del sumido sueño que tenía encima. Me senté en mi cama y con la mirada busqué qué ponerme.
Tomé la remera que usaba la mayoría de las veces para dormir y salí directamente al baño, ignorando por completo la presencia del hombre que estaba sentado en el sillón de mi living.
Hice mis necesidades y lavé mis dientes. Mi trauma con oler mal al despertarme acompañada era inmenso.
Al salir, fui principalmente dónde estaba Emiliano con su celular en mano. Tenía la ropa que la noche anterior le presté para que duerma más cómodo y su cara de dormido me daba a entender que no hace mucho se había despertado.
—Hola.— Susurré, tomando asiento a su lado.
Cuando junté mis piernas, este dejó su celular y se giró para mirarme. Estaba serio pero cuando sus ojos chocaron con los míos, una sonrisa apareció entre sus labios.
—Hola, bonita.— Se acercó y de forma tranquila dejó un corto beso en mis labios, poniéndome nerviosa con sólo sentirlo aproximarse.
Todavía no me acostumbraba y los recuerdos de la noche anterior me hacían poner nerviosa. Más que nada porque me desconocía por completo cuando estaba en ese modo. No miento, era otra persona.
—¿Hace mucho estás despierto?— Me acomodé mejor, viendo como este dejaba su mano sobre mis muslos.
—No.— Dió leves apretones y prosiguió con suaves caricias. —Planeaba quedarme acostado pero no te quería despertar.— Explicó, con la mirada sobre su mano.
—Tranqui, me despertó más el quilombo que hiciste.— Me reí, haciendo que por primera vez, Emiliano se sonroje.
—Tu gatita me asustó.— Se excusó, con cara de perrito mojado.
—Pobre mi hija.— Busqué al animal, pero no estaba por ningún lado. —Hablando de hijos..¿Con quién dejaste a Santi?
—Con Rodrigo y su novia.— Respondió, mirándome fijamente. —Le dije que iba a pasar a buscarlo anoche.
—Ay, no.— Me sentí culpable. —Perdón, si sabía no hubiese hecho na...
—No me pidas perdón. Rodrigo supuso que pasó y me dijo que estaba todo bien.— Ahora él se reía. —Acaso te arrepentiste, Agus?
—No, cómo me voy a arrepentir.— Me apresuré a decir. —Pero mira si Santi se quedó esperándote.
—Deja de hacerte problema por los demás, amor.
Me quedé perpleja ante su apodo, mirándolo sorprendida y a su vez, enternecida. Mi corazón sintió que era abrazado al ver la forma en la que de su boca salía esa simple palabra que para mí, significaba el inicio de una oleada de sentimientos inefables. Porque así me sentía con él y no podía controlarlo ni escaparme. Emi era mi perdición.
—¿Cómo me dijiste?— Bromeé, acercándome a él.
— Agus, ¿Por qué?— Se hizo el desentendido mientras sonreía. Que hijo de mil.
—Dale, tonto. Decilo de nuevo.— Susurré, acomodando mi cuerpo sobre sus piernas.
—Ah...—:Asintió varias veces, esperando unos segundos antes de hablar. —Amor.
—¿Por qué sos tan lindo?— Mordí mi labio, tomando entre mis manos el rostro del castaño.
—Así me hizo mi mamá.— Bromeó, dejando caer sus manos por toda mi espada baja, llegando a mis glúteos sin vergüenza. Y como no tenerla después de tremenda noche.
—Le tendría que agradecer por haber traído al mundo a un hombre tan lindo y bueno como vos.— Besé escasamente su boca, por muy pocos segundos, dejándolo impaciente por más.
—¿Y yo cuándo voy a conocer a tu mamá para decirle que su hija está más buena que la mierda?— Frunció el ceño y me hundí sentandome por completo.
¿Realmente Emiliano quería llegar tan lejos? ¿Al punto de querer conocer a mi familia y ser parte de ella?
—Tan rápido no.— Intenté hacerlo enojar, pero él sabía que no iba en serio.
—No se vale.
—¿Por qué?
—Porque vos ya conoces a mí mamá y a mí hijo.— Hizo un puchero con su labio inferior, acercándose a mi cara para besarme lentamente.
—A tu hijo lo conozco antes de conocerte a vos, tramposo.— Me defendí, empujándolo hacía atrás.
—¿Vos sabías que apenas te vi me quedé medio embobado?— Confesó, haciendo que lo mire con atención y con vergüenza, me atreví a decir.
—A mí me tenías loquita ya desde que saliste campeón de América.— Murmuré, tanteando con mi dedo índice su pecho, sin mirarlo.
—Ya sabía.— Levanté mi mentón sorprendida y este sonrió. —Santi me contó que una vez te habían preguntado quién era el más lindo de la selección y vos dijiste que yo lo era.
—Ah, que wacho.— Me empecé a reír, recordando perfectamente toda la situación nombrada. —O sea que cuando me conociste, ya sabías que te tenía ganas?
—Ajá.— Afirmó, dejando cortos besos por mis labios y mi mentón.
—Emiliano, que vergüenza dios mío.— Me separé y lo miré enojada. —Me hubieras dicho algoo.
—¿Qué te iba a decir, pelotuda?— Se empezó a reír más fuerte y entre leves empujones, tomó mis manos para besar estas. —A mí nunca me ofendió nada que venga de vos, amor.
—Deja de decirme así porque me vas a matar.
—Amor, amor.— Volvió a susurrar, juntando nuestras narices.
—Payaso, tenés que ir a buscar a Santi.— Ignoré con una sonrisa lo que había dicho, ocasionado la suya también. Y me pare quedando frente a él.
—¿Venís conmigo?— Palmeó levemente mi glúteo izquierdo, levantándose del sillón.
—¡Hey! Atrevido.— Intenté pegarle en el culo también pero este me agarró la mano y empezó a negar entre risas.
—Ni se te ocurra.
—Sos cualquiera.— Mordí mi labio, yendo hacía el pasillo.
—¿Venís o no?— Lo escuché venir detrás.
—Sí, pesado.— Rodé los ojos y entré a la pieza.
—Qué quilombito.— Soltó al entrar y ver el desorden que nosotros mismos habíamos hecho.
—¿Viste? Tu culpa.— Me acerqué el placard y comencé a buscar qué ponerme.
—Claro, la mía sola.— Dijo sentandose en la cama, justo detrás de dónde yo estaba parada. —Que lindo culo, por favor.
—Deja de ficharme el orto y cámbiate porque sino tu hijo me va a odiar.— Me giré para tirarle lo que estaba apunto de ponerme.
—Ya voy, ya voy.— Levantó las manos y empezó a juntar su ropa.
—Muy bien, me gustan los gobernados.
ESTÁS LEYENDO
vínculos perniciosos, dibu martínez.
Fanfiction▭▬ ❛ pernicioso, perniciosa; que causa mucho daño o es muy perjudicial. ❜ 𝙀𝙉 𝘿𝙊𝙉𝘿𝙀 𝘼𝙂𝙐𝙎𝙏𝙄𝙉𝘼 comienza a sentir una fuerte atracción por el padre soltero más codiciado de su trabajo, llevándola a una catastrófica perdición. ...