ix. "anhelarte"

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Estaba exaltada mientras cocinaba lo que Emi y yo íbamos a cenar.
Después de volver a mi casa el día anterior, estuve casi toda la tarde durmiendo y cuando me desperté, me quedé charlando con él lo que podríamos llegar a comer el día siguiente. Ese día era hoy y ahora mismo me tocaba hacer lo que habíamos pactado.

Canelones de verdura.

El muy wacho eligió a propósito porque según él, quería ver hasta dónde llegaban mis dotes como cocinanera. Y yo, pelotuda grandota, no podía no agradarme y decirle que eso para mí era como hacer un arroz blanco.

Mentira, me frusté para la mierda cuando tenía que enrollar los panqueques con el relleno y ni hablar de la salsa, que por poco casi se me quema.

Para colmo, no había comprado el vino tinto que me pidió. Y decidí que era mejor que él traiga el que más le guste, así que busqué mi celular y le escribí.

Emiliano 🧤

Che, Emi..
Me vas a matar

Qué te pasó
?????

No compré el vino tinto
Jeje 🥰

Hija de putaaaa

Tomas vino blanco?

Ni en pedo nena
Tengo uno acá
Llevo este

Bueno, dale
Safee

No safaste nada
Ya vas a ver

Fantasma
Apúrate que la comida ya está

Yendooo

Sonreí. Así había que tenerlos, hermanas. Ni más ni menos.

Puse todo en el horno y rápidamente corrí a cambiarme. Me peiné el pelo mojado y al finalizar con este, comencé a maquillarme. Nada muy extravagante, un poco rímel y un delineado pequeño. Porque, lo que más se lucia era lo que tenía puesto. Un vestido sencillo que era parecido a uno de campo, sólo que, el escote era más notorio y las mangas un poco más pequeñas. Los diseños eran entre rojos y blancos y la pollera de este me llegaba a los muslos. Cómodo y común, porque literalmente lo solía usar a veces cuando estaba en casa.

Escuché tres golpecitos en la puerta que me hicieron salir de la pieza, sabiendo que él estaba acá. Al ir hacía ahí, apagué las luces del pasillo y dejé sólo las del comedor, cocina y sala. Sin parecer emocionada, me acerqué a la puerta y antes de abrir esta, acomodé mi pelo.

—Holaa.— Me saludó con una sonrisa, levantando la botella de vino con felicidad. —El mejor vino que vas a tomar en tu vida, morocha.

—Hola, bobo.— Sonreí, agarrando el vino que me había extendido. —Pasa que los canelones te esperan.— Cerré la puerta cuando esté entró a mi casa y mientras estaba de espaldas, me di cuenta de lo lindo que estaba.

Dios bendiga Argentina por tremendo hombre.

— ¿Qué mirás? ¿Te gusto?— Levantó sus cejas, divertido.

—Nada. Sólo estaba viendo que Rodrigo no te haya vestido.— Me burlé, yendo a la cocina para buscar un abridor.

—Hija de mil.— Soltó, haciéndome reír al recordar tal confesión.

vínculos perniciosos,  dibu martínez. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora