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Han pasado algunos días desde que conocí a Mérida, se ha portado muy amable conmigo pero intento no hacerme alguien cercano a ella oh como la gente los llama "amigos". No quiero que ella sufra por mi culpa, creo que esa es la conclusión que he sacado, si el me dio la espalda fue porque lo trataban como a mi. La palabra amigo en mi vocabulario no existe, pero para mi amigo es igual a traidor, y siendo honesto yo no quiero tener a Mérida como traidora.

Debo admitir que me agrada su compañía, se siente bien tener a alguien que no se burla de ti... oh por lo menos no en tu cara. Se que puede sonar muy negativo lo que pienso sobre Mérida pero tengo miedo de volver a ser lastimado de esa forma.

Pero eso no significa que las cosas hallan cambiado, las mañanas siguen siendo muy frías, sigo levantándome con miedo. Al llegar a la escuela siempre está él ahí, esperándome. Me pregunto ¿porque él? ¿Siempre me tiene que esperar, y llevar al baño donde se encuentran los demás. Pero esta vez no fue así. Estaban los cuatro hablando y riéndose (seguramente de mi), no notaron mi presencia lo cual agradecí mucho. Oculté mi rostro con el gorro de mi sudadera y pase rápidamente hasta llegar a mi casillero. Me sentí aliviado.

-Hola- me sobresalté, giré a mi derecha para ver el cabello rojizo de Mérida, quien me sonreía.

-Me asustaste- le dije, controlando mi respiración.

-Hola Hiccup estoy bien gracias.

-Hola Mérida- saludo mientras abro mi casillero. Saco mis libros de química y literatura para tomar matemáticas.

-Llegaste temprano, es un milagro.

-Si un milagro- susurro.

Astrid y la chicas llevan al pasillo, yo solo deseo hacerme pequeño. No puedo evitar mirarla como todos los demás. Me quedo anonadado mirándola.

-¡Mérida!- grita Astrid, inmediatamente me volteo, tengo ganas de salir de aquí.

-Hola Astrid.

-¿¡Estabas hablando con Hipopótamo?! ¡Ven querida tenemos que desinfectarte!

-¿Qué?

-Es la persona más sucia del planeta Mérida, nunca te juntes con esta peste.

-¿Estas hablando de Hiccup?

-De quien mas tontita, ahora ven creo que nadie te ha dicho nada de cómo funcionan las cosas aquí.

-Se llama Hiccup, no hipopótamo. Y es una persona aseada, ¿quien inventó eso?- dijo enojada. Yo solo quería que la tierra me tragara. Quería decirle a Mérida que fuera con Astrid y no diga nada más pero las palabras no salían de mi boca.

Estaba en problemas, si ella me defiende pasaría lo mismo que yo y eso es lo que quería evitar. Si a Astrid no le gusta lo que esta viendo le dirá a Eret y será mi fin. El pequeño alivio que sentía hace cinco minutos se esfumo por completo.

-Mérida tu si que estas mal de la cabeza. Este pescado parlanchín es...

-No lo llames así tiene nombre.

-Mérida- susurré y ella me miró, todos mas bien.

-Cállate- gruño Astrid- eres un perro.

-No lo llames...

-Esta es la razón por la cual nadie se acerca a él, pon atención- Mérida estaba roja, no tenía que defenderme no éramos nada mas que simples conocidos.

Astrid tiró todas sus cosas que traía en su mochila.

-Levántalo- me ordenó. Comenzaron los murmullos- Anda Hiccup, se un buen perro y ayuda a las chicas- los murmullos aumentan y comienzas algunas risas. Veo a todos los estudiantes, están atentos a los ye esta sucediendo. Astrid siempre fue conocida no solo por ser popular, si no también por ser la experta en la humillaciones.

Caminé hasta donde se encontraban sus cosas, me agaché y comencé a recogerlas. Al terminar le regresé su mochila.

-Buen perro, ahora lárgate de aquí- si un paso hacia en frente y caí, las risas eran más fuertes.

-¡Ya basta!- gritó Mérida.

-¡Párate Haddock!- me pateo las costillas con la punta de su tacón.

-¡Dije que basta!- se escuchó como algo caía al suelo, mire por el rabillo del ojo Mérida había golpeado a Astrid- Pegarle a un princeso no te hace más mujer.

Astrid se quedó en el suelo tocándose la mandíbula mientras que Mérida me tendió la mano para ayudarme a levantarme. Me levanté por mi propia cuenta y avancé a lado de Mérida.

-¡Estas muerto perro!- me gritó Astrid. Las ganas de llorar eran inmensas nunca nadie había peleado con Astrid y mucho menos golpearla.

-Estas bien- me dijo Mérida una vez que nos apartamos de toda la gente.

-Si... gracias- susurré. Al poco tiempo sentí los brazos de Mérida rodear mi cuerpo, ella estaba abrazándome.

-Tranquilo, ya pasó.

-¿Porque lo hiciste?

-Eres mi amigo Hicc, y no me gusta cuando humillan a mis amigos... aparte se lo que se siente.

-Somos... dijiste... me consideras... tu... ¿tu amigo?- tartamudeé separándome del abrazo sumamente reconfortante.

-Si- sonrío sinceramente. No sabía que decir.

-Mérida...

-No tienes que decir nada.

-Me llamaste princeso- ella sonrió aún más.

-Eso es lo que eres, un princeso muy importante.

Mericcup:My guardian angelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora