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-¿Mérida?

-Que pasa.

-¿Y... si mejor eres mi... mi ángel guardián?- pregunté con temor, ella me miró con ternura.

-¿Tú ángel guardián?

-Tiene mucho tiempo que alguien me defendía de ella... y, y no quiero que seamos amigos... no... no podría soportarlo.

-Shhh tranquilo, seré tú ángel guardián y tú serás mi princeso, ¿okay?- y por primera vez en tres años volví a sonreí.

-Okey- ella me sonrió.

-¿Quieres ir a tomar un helado conmigo?

-No tengo hambre Mérida.

-Claro que si, es saliendo de la escuela a esa hora debes morirte de hambre- dicd ella, no se de que manera la hago entender que no necesito comida.

-No, yo...

-Solo es helado no te pasará nada por comer un poco- negué nuevamente cerrando mis ojos- yo te protejo- me susurró y se creo un nudo en mi garganta, reteniendo todas las lágrimas que querían salir en ese instante.

-Tengo miedo- susurré. Ella se alejó de mi y me tomó de la mano. Se dirigía a la salida. Al estar una vez fuera del colegio caminamos unas dos cuadras más hasta llegar a un pequeño parque donde no había mucha gente, por la hora que era- Mérida para.

-Mírame Hiccup- me pidió ella una vez ya llegando al parque. Hice lo que me pidió- estas a salvo, siempre estaré aquí para ti- eso mismo me dijo él... y me dejó.

-Si.

-Ven vamos tienes que comer algo- me tomó de la mano, me estremecí un poco al contacto de su palma chocar con la mía- y no digas que no tienes hambre, se ve muy claro en tus ojos que no has comido desde la vez que te di mi mitad de sándwich.

No dije nada, todo era cierto. Me moría de hambre pero no importaba, no soy una persona importante, ¿porque ella se preocupa por mi?

Llegamos a un pequeño puesto donde venden hamburguesas, solía venir con mis padres los sábados... sacudí mi cabeza debía borrar esos recuerdos de mi mente.

-¿Estas bien?- me preguntó preocupada.

-Si- contesté, ella me miró y tiempo después volvió a ver al señor de las hamburguesas.

-Me da dos hamburguesas, una sencilla y otra con todo, por favor.

-Claro señorita.

El señor comenzó a preparar las dos hamburguesas que Mérida había pedido, no me molestaba en absoluto que no me dejara escoger.

Ninguno de los dos dijo nada, estábamos atentos viendo como preparaban las hamburguesas. Después de diez minutos el señor le entregó la comida a Mérida y ella le entregó el dinero.

Fuimos a sentarnos a una pequeña mesa y me entregó la hamburguesa. Miré la hamburguesa y después a ella.

-¿Que? ¿Creíste que me comería las dos?- levantó una ceja.

-Prometo pagarte esto- dije anonadado.

-No tienes que pagarme nada- me brindó una cálida sonrisa- anda come.

Desenvolví mi hamburguesa para luego llevármela a la boca. Olía deliciosa, y sabía que era deliciosa. Rápidamente puse la hamburguesa donde estaba.

-No puedo, Mer- me disculpé y me preparé para lo peor.

-Nadie te quitará nada, no hay nadie aquí- me dijo tranquilamente, me sorprendí por la paciencia que tenía conmigo pero me sorprendió más su respuesta yo nunca le dije que Patán me quitaba mi comida- puedes comer tranquilo, si alguien intenta quitártela lo golpeo- vuelvo a sonreír.

Mérida me transmite confianza y seguridad, no debo preocuparme por mis problemas ahora, ella está aquí para protegerme.

Tomé la hamburguesa nuevamente y la dirigí hacia mi boca, di la primera mordida. Delicioso. Esto era lo mejor del mundo. Saboreaba todo lo que traía, que solo consistía en carne, jitomate, lechuga, mayonesa, y el pan. Me gustaba disfrutar la comida, para mi el tener diferentes sabores en mi boca, combinarlos era algo que me fascinaba. Comía demasiado lento pero siempre me terminaba todo lo que me servían, incluso aveces pedía otra porción.

-Rico ¿verdad?- dice Mérida dándole otra mordida a su hamburguesa. Solo asiento.

Al poco tiempo estoy lleno y solo he comido la mitad de mi hamburguesa, eso se debe a mi falta de comida, hago el mayor esfuerzo por terminármela.

-Hicc- me llama, dejo la hamburguesa para mirarla- no tienes que acabártela, si estas lleno ahí déjala no hay problema- Mérida comenzaba a darme miedo, otra vez.

-Yo jamás te dije que me quitaban mi comida, jamás te dije que me moría de hambre, jamás te dije que estaba lleno, como... ¿como es que lo sabes? Nunca dije nada- me cubrí mi cara con mis manos. He hecho un gran esfuerzo para ocultar todo lo que me hacen, me he quedado callado... y ahora ella lo sabe...

-Te dije que sabia lo que se sentía yo también pase por esto Hiccup... se muy bien porque no quieres comer, se muy bien porque eres tan callado y dudas de mi. Crees que nadie sabe lo que es estar en tus zapatos, pues yo si. Se lo que es que te humillen en frente de todos, todos los días.
No estas solo Hicc, si me dejas puedo ayudarte.

Quité mi manos de mi cara, solo había visto una vez a Mérida sin una sonrisa en su rostro, y me sentí mal por ser yo el culpable de borrar aquella hermosa sonrisa. Ella no sonreía, estaba triste y volví a sentirme mal al verla así. Ella estaba ofreciéndome ayuda.

-Lo lamento... yo... yo no debí de tratarte así- me disculpé, no me gustaba ver a mi ángel triste, y supongo que ella tampoco le gusta verme así.

-Descuida, no pasa nada.

-Como... ¿como saliste de todo esto?- pregunté.

-Tengo una amiga que es psicóloga.

-Pero no estabas loca, no estoy loco.

-No no los psicólogos te ayudan a afrontar este tipo de problemas, los psiquiatras atienden a personas mal de la cabeza que no recuerdan quienes son oh cosas así- me explicó.

-No lo sabia- me sentía idiota por no saber diferenciar una cosa de la otra. Quería que volviera a sonreír, no se me ocurría nada para ver su sonrisa, no era bueno haciendo bromas o contando chistes.

-Yo tampoco los diferenciaba.

-¿Me ayudaras?- pregunté, tal vez esta era la única forma de salir de esto, tenía que confiar en ella como ella lo hace conmigo.

-Claro que si- una pequeña sonrisa apareció.

-Esta bien- entonces la abracé. No sería fácil pero saldrá bien, si ella pudo, yo también... espero- ¿quieres ir por un helado?

Ella sonrió, como suele hacerlo.

-Me encantaría.

Mericcup:My guardian angelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora