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Dedicado a: SrtaGundersenS2

Sentarnos debajo del árbol se había vuelto nuestro lugar favorito. Ese era el lugar donde pasábamos la mayoría del tiempo, claro que, no siempre en el mismo árbol. Me gusta cambiar la vista, en este caso estamos contemplando el hermoso lago que queda a unos cuantos metros de nosotros.

Desde aquel día, no he vuelto a tener problemas con Eret (lo que es una gran alivio), el ya no esta esperándome en la puerta de la escuela como de costumbre. Eso no quiere decir que de vez en cuando recibía insultos, claro que cada que alguien me lo decía terminaba con un terrible dolor de bolas. Las humillaciones han bajado, pero aún así siempre estoy alerta.

Mérida a sido una gran ayuda para mi. Se ha convertido en la persona más importante en mi vida; ella y Chimuelo son la razón por la que sigo luchando. Ella es la a portadora de mis sonrisas, de mis pequeñas risas, por ella he vuelto a dibujar mas seguido. Ella es la razón por la que me levanto todas las mañanas.

Ella me ha prometido no volverse a enojar, por lo menos no conmigo y volverme a lastimar involuntariamente. Y, hasta ahora lo ha cumplido. Somos ella y yo contra el mundo.

-¿Estas listo Hicc?

Mérida quería enseñarme algo de deporte, no es que no me guste hacerlo, simplemente no me llama la atención pero siempre hay que experimentar cosas nuevas ¿no?

-No... no se jugar Mer- Mérida había llevado una pelota, esas con las que juegan los niños pequeños en este caso sus hermanitos. Ella quería que "jugáramos" voleibol y lo digo entre comillas ya que no hay cancha de eso, pero habíamos puesto una pequeña línea de separación para indicar cual era nuestra cancha.

No mentía, no sabia jugar. Siempre me quedaba en las bancas cuando había algún torneo, para evitar los golpes intencionales. Nunca fui ágil, oh bueno para eso.

-Es sencillo- se acercó más a mi- Cierras tu mano haciéndola puño, rebotas una vez la pelota y ¡bum! La golpeas hacia arriba, con toda tu fuerza- me explicó.

-Okay... lo... lo intentaré, pero no... no soy bueno con... con estas cosas- le advertí. A pesar de que había pasado un mese con ella, el tartamudear no se me quitaba, pero a ella no le afectaba. Me asombra su inmensa paciencia hacia mi.

Ella me brindó una cálida sonrisa.

-Lo harás bien. Solo divierte.

Se posicionó en el lado de su cancha y lanzó la pelota. Instintivamente me cubrí la cara para que la pelota de plástico no me golpeara.

Mérida rió divertida mientras volvía a acercase a mi.

-Hicc.

-Que

-Debes pegarle a la pelota cuando se dirija a ti, y no dejarla caer.

Ella va por la pelota y me la da en las manos. Me sentía torpe por haber actuado de esa forma.

-Tú turno.

Esperé a que Mérida llegar al lado de su cancha, me alzó los dos pulgares en señal que estaba lista. Respiré hondo, dejé botar una vez la pelota y la golpeé. Para mi mala suerte mandé la pelota hacia atrás en vez de adelante. Mérida estalló a carcajadas mientras yo iba por la pelota.

Me gustaba oír su risa, porque sabia que no era burlona. Y ser yo quien la hacia reír (aunque fueran estupideces como esta) me hacia feliz.

Ella terminó de reír y volvió a lazar sus pulgares.

-¡You can do it Hiccup!- Mérida podía imitar la voz de Mikey Mouse, era algo sumamente gracioso, eso era lo que mas me hacia reír. Esta vez solo sonreí, ya que su voz se distorsiono por la larga distancia.

Volví a tomar aire, reboté la pelota y la envié hacia donde estaba ella. Mérida siguió a la pelota para poder pégale y regresármela. La pelota se dirija hacia mi, esta vez no me cubrí para que me golpeara ya que era una pelota de plástico esas o duelen. Intente seguir la pelota y cuando creía que le daría cayó en frente de mi. Mérida volvió a reír.

Después de unas cinco veces más, me divertí. No lo hacía del todo bien pero alcanzaba a pegarle y eso era un gran logro para mi. Después de jugar por dos horas, fuimos a tomar agua. Habíamos quedado exhaustos.

Un señor que se paseaba por el parque vendía banderillas. Salchichas envueltas en pan. Mérida se levantó rápidamente cogiendo el dinero y se acercó a él señor.

-¿Me da dos banderillas, por favor?- pidió Mérida.

El señor sacó las dos banderillas y nos la entregó.

-Veinte dólares- el señor nos dijo el precio. Y a yes de que Mérida sacara su dinero yo las pagué. No me gustaba que Mérida pagara la comida de los dos, eso lo hacen los hombres.

Nos sentamos en pasto, hacia algo de calor y el árbol nos cubría muy bien. Comimos nuestras banderillas en silencio, disfrutando de la paz y tranquilidad del lugar.

Seguimos platicando sobre nuestros gustos y pasatiempos. Mérida me mostró un dibujo que ella había hecho hace una semana, intentado hacer a Chimuelo.

Al dar las seis de la tarde, yacía recostado sobre el regazo de Mérida jugando con sus dedos. El atardecer era hermoso, el cielo de naranja claro con las nubes de un color mas claro. Viendo como el sol se ocultaba, era una maravilla observarlo.

-Esta es mi parte favorita del día- dice Mérida mirando el atardecer igual que yo. No digo nada. Ella comienza a acariciar mi cabello, comienzo a sentir que lo enreda.

-¿Que haces?- levantó la vista para verla, ella me sonríe.

-Tienes el cabello largo. Es una costumbre vikinga que se hagan trenzas en el cabello.

-Mi nombre no es vikingo Mer- le devuelvo la sonrisa.

-Si si lo es.

Río por lo bajo y bajo la mirada, permitiéndole hacerme las trenzas en el cabello.

La gente comienza a irse, esta comenzando a oscurecer. Me quedo pensando todo lo que Mérida y yo hemos pasado, y creo que he llegado a una conclusión.

-Te quiero.

Mericcup:My guardian angelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora