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Ayer me la pase muy bien, la compañía de mi querido ángel me agrada. Creo que le estoy tomando cariño. Ayer me olvidé de todo lo que paso, pude estar tranquilo unas cuantas horas. Los hermanos de Mérida son muy cómicos, tienen el cabello igual que Mérida, no puedo distinguir quien es quien. Harris, Hubert y Hamish son sus nombres, siempre logran salirse con la suya, haciendo travesuras por toda la casa.

Mérida me regaló su cuaderno de dibujo, aunque le dije más de tres veces que no lo quería, me lo lleve.

El aire entra nuevamente por mi ventana, un nuevo día ha empezado y entonces caigo en cuenta que volveré a empezar de cero, volveré a ver a todos. Viene a mi cabeza la última mirada de Astrid, diciéndome que estaba muerto y sabia perfectamente lo significaba.

Me levanté y cambié, salí de casa y me dispuse a pensar una sola cosa buena para levantarme, y vino a mi mente Mérida, mi ángel, ella seria mi guardiana... creo que es la única cosa buena.

Me paré a dos kilómetros de la escuela.

-Mi pequeño ángel, confío en ti- suspiré- Aquí voy.

Me dije para mí mismo y comencé a caminar nuevamente. Al ver como los alumnos llegaban, bajé la mirada deseando con todas mis fuerzas que Mérida apareciera a mi lado.

-Ayer lo hiciste enojar mas de lo normal- me dijo con su misma voz de siempre. Tragué saliva.

-¡Miren quien decidió aparecer!- dijo Patán dándome una fuerte palmada en la espalda- Eret todavía no llega, así que yo estoy a cargo- se acercó más a mi, levantó su puño solo cerré los ojos.

-Déjalo- ordenó Eret. Patán gruñó y se alejó de mi. El corazón me latía rápidamente y mi respiración comenzaba a acelerarse- ¿donde estabas ayer?- puso su brazo sobre mi cuello. No sabía que responder. Las manos comenzaban a sudarme, deseaba desesperadamente que ella apareciera- ¡contesta idiota!- gritó enojado.

-Yo... yo...- no se me ocurría nada, comenzaba a balbucear cosas sin sentido. Me azotó contra la pared.

-¡Se me agota la paciencia!

-Biblioteca- susurré- es... estaba en... en la... en la biblioteca.

-Ayer humillaste a Astrid, la golpeaste y para colmo te largas. Sabes que con Astrid nadie ¡nadie se mete!- me estrella contra la pared varias veces seguidas. El mundo comenzaba a darme vueltas.

Me dejó caer de panza, haciendo que se me salga todo el aire que tenía. Luego comenzó a patearme.

-Basta, déjalo respirar- habló por primera vez. Eret dejo de patearme para luego dirigirse a él. Aproveché para reunir aire.

-¿Lo estas defendiendo?- dijo amenazadora mente- entonces únetele.

-No lo estoy defendiendo. Solo digo que lo dejes respirar, está poniéndose azul- se excusó.

Me sentía un poco mejor, ya podía respirar y sus voces ya no sonaban tan lejanas, aún así no abrí mis ojos tenía un fuerte dolor de cabeza. Estaba furioso con él, hubiera dejado que Eret acabara conmigo de una vez por todas. No mas sufrimiento, pero no. Tenía que abrir su bocota y dejarme respirar.

Todo lo demás fue peor. ¿Que paso con el? No lo se y no me interesa. Solo se que estaba solo con Eret. Ya habían tocaos el timbre y el aún no se iba. Disfrutaba golpearme.

-¡Cállate! ¡No quiero oírte! ¡Te mereces esto y mucho mas! ¡Quien te crees que eres! ¡No eres nada!- así estuvo durante horas. Ya no sentía mi cuerpo. Estaba destrozado.

-Espero que aprendas basura- me dio una patada en las costillas antes de dejarme solo por fin.

No podía moverme. Me quedé acostado un rato más hasta que me atreví a abrir mis ojos. Lo primero que vi fue un vidrio roto. No dude un minuto más y como pude llegué hasta él. Subí la manga de mi sudadera y comencé a hacerme cortes en mi muñeca. Quiero terminar con esto ahora, yo ya no podía más. Uno tras otro sin cuidado alguno. Mis lágrimas caían, no tenía el control de nada.

Mericcup:My guardian angelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora