La puerta de mi cuarto estaba abierta y supe que Amelia estaba allí. La idea de ella recogiendo sus cosas para marcharse me hizo sentir terror. No estaba listo para verla partir, no quería que se fuese. No podía...
Entonces comprendí en ese momento que no importase cuan molesto estuviese con él, con ella, con la vida, no importaba lo que hubiese pasado entre ellos... tendría que superarlo. Si ella quería estar con él... tendría que aceptarlo, si ella quisiese seguir a mi lado... tendría que superar lo que pasó, porque no podía perderla.
No estar con ella es más doloroso que tenerla a mi lado recordando todo lo que duele.
Duré unos cuantos minutos, quizás diez o más, tomando fuerzas para entrar. Asustado por lo que tendría que decirle, por lo que ella tendría que contarme, por la decisión que tendríamos que tomar; pero finalmente entré.
Estaba sentada a orillas de nuestra cama, limpiándose las lágrimas cada cierto tiempo. Terminé de abrir la puerta y la asusté sin querer, se levantó apresurada, temerosa, y eso me dolió más si es que era posible que pudiese sentir más dolor en este momento.
Me dolía verla y más pensar que me tuviese miedo. Otra vez el ruido de la cabeza de Marié pegando de la pared me hizo sentir nauseas, así que puse distancia entre Amelia y yo, temeroso de lo que la droga podía causar en mi psiquis.
Me quité la camisa que estaba sucia, llena de tierra y sangre mía y de mi hermano. La arrojé directamente a la basura, no importaba cuanto me gustase. Desabroché el pantalón y casi me lo quito pero no quise incomodar a Amelia, quizás había venido aquí a decirme que descubrió que esos sentimientos que tuvo por Gabriel florecieron, que nunca se fueron.
No podía con esa posibilidad, Amelia dejándome por Gabriel, era más de lo que podía soportar, Amelia dejándome era demasiado doloroso. Entonces recordé los ronquidos de Marié... tenía que saber si Amelia también estaba drogada. Quizás si fue todo producto de la droga... quizás, solo quizás...
Entré al baño y tomé una de las pruebas de droga y se la tendí.
—Orina aquí.
Su cara era de pura confusión.
—Me comencé a sentir... raro en el local, pero creí que era la combinación de las bebidas que tomamos. Amelia, antes me he drogado, pasé por esa fase, así que sé muy bien cómo se siente cuando despiertas con ganas de vomitar y nada en el estómago, mareada pero estable, ligero pero pesado. Anoche me drogaron, quiero confirmar si fuiste drogada también. Tengo mi propia prueba en el baño que marca positivo, no quiero que pienses que elaboré todo esto para no reconocer lo que pasó anoche.
Ella solo asintió, me pareció haber visto un pequeño atisbo de alivio en su rostro, pero con tantas emociones que ambos desbordábamos en ese momento era difícil estar seguro. Entró al baño y salió al poco tiempo.
—Creo que lo hice bien... no sé cuánto orine tenía que caer... no tenía muchas ganas de hacer y apunté bien, yo creo que... bueno me mojé la mano pero no tanto y me la lavé... solo.. que... yo...—suspiró profundo y se calló.
Si la situación no fuese tan bizarra me hubiese reído por su verborrea nerviosa y del exceso de información que acababa de salir de su boca.
—Mi papá siempre tiene pruebas de droga caseras, de cuando solíamos drogarnos—expliqué y ella solo asintió.
Miré mi reloj para contar los minutos, mientras permanecíamos en silencio. Me senté en la silla del escritorio y dejé la cama para ella. Quise en más de una oportunidad mandar todo a la mierda, decirle que lo olvidáramos y besarla hasta que se me quitara el susto del cuerpo, pero no era tan fácil.
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No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 2
Teen FictionAmelia contó su historia, pero es hora de que conozcamos el punto de vista del resto de los personajes. ¿Qué sintió Rámses? ¿Qué pensó Fernando? ¿Qué pasaba dentro del corazón de Gabriel?. ¿Como llevan los papás la paternidad?. Conoceremos la visión...