CAPITULO 24. POV Familia O'Pherer Oytar. NO LE HAGAN DAÑO (primera parte)

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Pov Rámses O'Pherer

¿Y si no reacciona? ¿Y si no abre los ojos?.

La cabeza me dolía de recordar la escena de Gabriel, inconsciente y ensangrentado a manos de Stuart. Amelia manejaba con lentitud, rogándole a Stuart por Gabriel.

—Déjalo revisar que esté bien por favor. Si le pasa algo jamás te lo perdonaré.

—Bien—respondió cansado, fastidiado del capricho de Amelia.

Volé por encima del asiento y me acerqué hasta Gabriel Levanté sus parpados y me pareció ver reacción en sus pupilas. Tenía un pulso suave, como si estuviese durmiendo, parecía tener buena temperatura corporal y por lo que alcancé a ver de la herida en su cabeza, no era profunda.

C'est bien- está bien.

Dije más para mí, pero Amelia alcanzó a escuchar. Respiré un poco aliviado. Acaricié su cabello y con algunas de las camisetas que siempre quedaban en la camioneta amortigüé su cabeza para que no recibiera mayores golpes.

—Regresa aquí—me ordenó Stuart y volví a saltarme los asientos.

—¿Ahora hablas francés?.

—También portugués.

¿Por qué Amelia?

De todas las cosas que podías aprender de Gabriel, te grabaste su instinto suicida.

—No me importa lo que hables, la verdad es que cuando estés conmigo, es lo menos que haremos... hablar.

Impotencia fue lo que sentí.

Lo mataré. Solo necesito un momento y lo mataré. No tendrá tiempo de tocar a Amelia porque antes acabaré con él.

Impotente.

Mis manos estaban fuertemente atadas y él tenía un arma. Estaría muerto antes de que pudiese acercármele. Mataría a Gabriel con tal de mantenerme al margen.

Las lágrimas de impotencia me nublaron la visión.

Perdí la noción del tiempo, también como de la ruta que llevábamos. Miraba de vez en cuando a mi hermano y veía su pecho subir y bajar, ganándome un poco de tranquilidad.

La ruta cambió a una bastante inhóspita. Las miles de posibilidades se dispararon en mi cabeza, en todas terminábamos mi hermano y yo, muertos bajo algún árbol. Amelia secuestrada sin que nadie la ayudase.

Pero entonces llegamos a una cabaña patética, sucia y abandonada. Amelia detuvo el auto y Stuart me ordenó que bajase a Gabriel. Amelia me ayudó como pudo y lo acostamos en un pequeño catre donde apenas cabía. Parecía la cama de algún niño. Olía a rancio, sucio y moho.

Amelia acariciaba a Gabriel, genuinamente preocupada por su salud, aproveché de entrelazar nuestras manos, transmitirle un poco de confianza y que ella, con su sola esencia, me diese fuerzas para aguantar lo que sea que estuviese por venir.

No puedo verla morir.

Dios, no lo permitas.

Después de que Stuart colocase un candado en la puerta le ordenó a Amelia que entrase al baño a quitarse su dulce color rosa del cabello.

—¿Cuánto dinero quieres?—pregunté en cuanto Amelia entró al baño—. Mi papá puede conseguirlo.

—Esto no es por dinero, no es una tonta película de Hollywood, idiota. ¿Crees que hay dinero capaz de comprar su libertad?.

Su... él solo quería a Amelia y ciertamente no había dinero capaz de pagar lo que ella vale.

—Además, no me hace falta dinero, soy más que capaz de mantenernos sin ningún problema. No tendremos lujos, pero seremos felices.

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora