CAPITULO 22. POV Familia O'Pherer. SE ACABÓ TODO. (tercera parte)

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POV Rámses.

—No era necesario que se lo mostraras.

—Creí que todos tus celos estaban en el pasado—terció mientras me ayudaba a arreglar la cama para acostarnos.

—Sigue siendo hombre...

—Rámses, igual lo iba a ver en la playa, tampoco es que está en una zona imposible de ver. Y lo vieron Isaack, Donovan y las otras chicas. ¿Es por qué se lo mostré antes de ir a la playa?.

—¡Es porque como lo hiciste fue muy sexy!—confesé, ella torció su sonrisa y mordisqueó su labio.

—Me hice un tatuaje nuevo, ¿quieres verlo?.

Alcé una de mis cejas sin responderle. Ella soltó la almohada que estuvo acomodando y se subió sobre la cama. Aun llevaba puesto el pantalón de su pijama. Se paró justo delante de mí y por inercia coloqué mis manos en sus piernas, acariciando el borde donde sus piernas se unían a su trasero.

Ella soltó la trenza que ataba su pantalón y con deliberada lentitud se bajó el borde hasta que quedó a mi vista su tatuaje. Me acerqué hasta él y lo besé con delicadeza, Amelia enredó sus dedos en mi cabello mientras yo la llenaba de besos.

—No importa quién lo vea, sabrá que soy tuya.

Bajé mis manos por sus piernas hasta la parte de atrás de sus rodillas y halé haciéndola caer en la cama mientras daba un pequeño grito de sorpresa.

Me tumbé sobre ella, abriendo sus piernas. La llené de besos mientras hacía que su respiración se fuese acelerando.

—Eres mía no porque lo diga un tatuaje sino porque he marcado cada pedazo de tu cuerpo.

—No lo sé... ya no estoy segura.

Lo dijo con picardía y solo le seguí el juego.

—¿Quieres que te demuestre que eres mía?.

Mordí un de sus pezones por encima de la ropa, arrancándole un gemido y un asentimiento un tanto desesperado.

Me levanté de la cama y me miró confundida. Le ofrecí mi mano e hice que se incorporara. Salí de la habitación y la conduje por el pasillo, bajé las escaleras, atravesé la cocina y finalmente abrí la puerta del patio trasero.

—¡Rámses!—me advirtió cuando me senté en el pequeño mueble donde alzaba las pesas y bajé los pantalones de sus pijamas de un tirón.

La noche era calurosa y estaba por ponerse más caliente aún.

La hice sentarse encima de mí a horcajadas, sus ojos abiertos de par en par, brillando con lujuria.

Mi novia era una pervertida a quien le daba muchísima curiosidad tener sexo al aire libre; la posibilidad de que alguien pudiese vernos la excitaba, aunque debía ser solo la posibilidad, ni que me rogase aceptaría exponerla delante de nadie.

Y yo, como buen novio que soy, esperaba complacerla en cuanta cosa ella quisiera y me dejara.

Jugueteé con su sexo sintiendo la humedad correr por mis dedos. Ella estaba más que lista, el contoneo involuntario de sus caderas me pedían a gritos por más.

Tironeé de su ropa interior hasta que la rasgué, algo que había querido repetir desde hace un tiempo. Ella gimió y tapó su boca para evitar ser escuchada.

Bajé el pantalón de mi pijama, arrastrando mi bóxer con él, hasta que liberé mi muy apretada erección. Ella la miró como si fuese la primera vez, con el mismo deseo arrebatador que siempre le causaba.

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora