CAPITULO 11. POV Familia O'Pherer . ¡QUE PASO AYER? (quinta parte)

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No fue precisamente que las vi, como si hubiese sido una casualidad, fue que revisé el archivo que estuvimos haciendo la otra vez y descubrí el listado de una serie de universidades nada cerca de Columbia, pero si de Harvard. Esa noche no pude dormir, permanecí despierto pensando en las razones por la que lo había hecho.

—No están cerca de Columbia—respondió temerosa, quizás por fin diría lo que tanto miedo me causaba.

—Lo noté. Solo quiero saber si las escogiste porque son las mejores o porque están lejos de Columbia.

Necesito acabar con esto, ya no puedo tener una noche más así. Si ella no quiere estar a mi lado ya, necesito saberlo.

Entonces Amelia pasó a explicarme las razones por las que consideraba que esa universidad era la mejor para su carrera y mi corazón volvió a latir.

—Realmente lo pensaste muy bien, tenía miedo que la hubieses escogido solo por estar lejos de mí—confesé.

—¿Qué? No. Rámses yo... Te amo, y quiero estar contigo, con nadie más. Lamento mucho todo lo que pasó, y no sé cómo arreglarlo, me frustra no poder hacer nada para enmendar mi error, sé que podemos dejarlo en el pasado. Lo que pasó entre tu hermano y yo fue un error que nunca debió ocurrir y que jamás se repetirá, ni con él ni con nadie. Sé que te fallé y que quizás me digas que es mucho para lidiar en una relación como la nuestra, pero me gustaría que me dieras la oportunidad de enmendar lo que pasó.

Íbamos a morir si no paraba. La carretera se me hizo borrosa. Sus palabras hicieron a mi corazón bombear energía con tanta fuerza a todo mi cuerpo que me mareé. Me orillé en la carretera para terminar de enfrentar esta situación. La amaba y ella me amaba a mí, pero tenía que escuchar las palabras precisas, matar la puta semilla de la duda que me estaba carcomiendo como una maldición, destruyendo toda mi paz, mi tranquilidad, mi seguridad.

—Te amo, pero me preocupa que lo de Gabriel haya significado algo para ti, que él signifique algo para ti... recuerdo que al principio él te gustaba y bueno quizás esto... ¿Y si soy yo el que está interfiriendo con ustedes?

Por fin pude decirle mi mayor temor y esperaba con el alma en vilo que no lo confirmara, que fuese todo una paranoia de mi parte, una locura... que mi hermano tuviese razón y solo estuviese siendo inseguro y temeroso.

—No. Él no significa nada para mí. No recuerdo lo que pasó y quisiera saberlo para entender a lo que te estás enfrentando, porque no deberías lidiar con eso solo, pero debes saber que de esa noche solo me quedó el remordimiento y la vergüenza. Y aunque lo recordase solo sentiría asco, porque los únicos besos y las únicas manos que quiero en mí son las tuyas. Mis sentimientos hacía él son de cariño, es tu hermano, es un amigo, es familia.

Era lo que quería escuchar, era lo que necesitaba, lo que anhelada y aquí estoy paralizado, sin poder responder, sin poder decir nada, esperando que la vida volviese a mi cuerpo, que mi sistema se reiniciara y comenzara a ser una persona normal otra vez, una que no estuviese todo el tiempo deprimido y atormentado; y mientras esperaba reaccionar ella volvió a hablar.

—Mi vida era un cúmulo de días borrosos y opacos, pero desde que te conocí ahora son nítidos y brillantes.

Y yo pensé que yo era el de las palabras cursis. ¿Cómo me dice que soy yo quien hace sus días brillantes, cuando es ella quien ilumina mi camino? ¿Qué ella veía borroso? ¡Yo estaba ciego!.

Pero no era justo que cargase con toda la culpa.

—Yo también te fallé esa noche. No debí dejar que Marié ni siquiera se me acercara.

—Pero supiste evitar que pasara algo más, aunque hubieses estado drogado. Fue muy doloroso verte con ella, lo reconozco, pero si tú me dices que nada más paso te creo. Sé que hay una amistad antigua entre ustedes pero no quiero que vuelvas a verla...

—¡Hecho!—esa decisión ya la había tomado, pero me gusta que me lo haya pedido—. Esa amistad se acabó y no porque tú lo hayas dicho, sino porque yo tampoco la quiero cerca de mí recordándote el daño que te causé.

Ella sonrió con cierto alivio en su cara y no pude evitarlo más. Me acerqué hasta ella y la besé tratando de recuperar el tiempo que había perdido estos días. Mi desespero me hizo un tanto torpe pero entonces ella se soltó el cinturón de seguridad y se sentó encima de mí haciéndome llegar con mis manos a cada parte de su cuerpo, ese que tanto extrañaba.

Tomó mi rostro entre sus manos besándome con más desespero del que yo tenía si es que eso era posible. Su lengua me exploraba, sus dientes mordisquearon mis labios, mis manos acariciaron su cabello, su cuello, su pecho.

Mis manos danzaron por su piel, serpentearon ansiosas debajo de su camiseta, extrañaban el calor de su tacto. Las terminaciones nerviosas iban a estallarme, era una explosión de fuegos artificiales en cada poro de mi cuerpo, me cosquilleaba, me ardía, me desesperaba.

Amelia se comenzó a restregar contra mi entrepierna, haciendo que oleadas de placer me nublaran la razón, que olvidase que estaba en la carretera, con autos pasando a nuestro alrededor, solo dejando espacio para lo que me estaba produciendo.

No era algo solo sexual, era algo emocional. No podía desligarme del sentimiento de bienestar que me producía tenerla en mis brazos, de la llenura que me embargaba cuando me besaba, de la felicidad que representaban sus abrazos.

—Llévame a casa—su voz gutural vibró en mis labios, pero no podía pensar en nada más, mis sentidos cosquillaban como si estuviese al borde de un orgasmo... y quizás lo estaba.

—No hay tiempo—gemí mientras repartí besos en su cuello y lamí su dulce piel.

Amelia no me hacía ser mejor persona, me hacía sentir un ser de otro planeta, especial, único, porque no es posible que exista este amor y que sea de este planeta, porque cuando estaba en sus brazos no había atmosfera, no había gravedad, flotaba libre por el mundo, experimentando todo por primera vez y cada vez era distinta.

Acosté el asiento después de rodarlo tratando de comprar todo el espacio que fuese posible. Me giré para protegerla, la haría mía en este preciso momento y no quería que nadie la viese. Con ella siempre creía que me rechazaría, era una locura lo que estábamos por hacer, sobre todo por el donde lo íbamos a hacer, pero solo se concentró en liberar mi erección y acariciarla entre su mano, volviéndome más loco, transportándome a otra dimensión donde solo estábamos los dos. Haciéndome gruñir, suspirar y gemir por sus caricias.

—Voltéate—le pedí en un arrebato de nueva locura.

Aparte la blusa y besé esas pequeñas pecas que tenía en su espalda y bajé su pantalón hasta que dejé expuesto su sexy redondo trasero en un bastante sensual cachetero de algodón.

Aparte solo lo justo y necesario su ropa interior para comprobar su humedad, no quería hacerle daño; comprobar que estaba lista para recibirme, húmeda solo por los besos que le di, me acercó un paso más al borde del clímax.

—Estás tan húmeda. ¡Dios! Esto será rápido, te tengo ganas desde hace demasiado tiempo.

Ella se rió, pero no estaba bromeando, busqué un condón y rasgué el papel con mis dientes. Mis manos temblaban de ansiedad, me sentí tonto por tanta torpeza de mi parte, pero cuando por fin me uní a ella todo mi ser encajó en mi cuerpo. Ella es la existencia misma para mí, lo que mantiene mis partes unidas y con sentido. Con ella pertenezco, se quién soy, lo que quiero y a donde voy.

Comencé a moverme y aceleré el paso animado por sus gemidos, apretaba sus caderas con fuerza, tratando de controlar mi propio placer, erguí su espalda para poder acariciar sus senos sin dejar de moverme, perdiendo como siempre cualquier batalla por controlarme cuando estaba con ella, la fuerza de mis movimientos estremecían la camioneta y cuando Amelia comenzó a mover sus caderas a mi ritmo haciéndome llegar más profundo, escondí mi cara en su cuello, y allí, sintiendo su piel humedecida por el sudor, con sus cuervas vibrando con cada gemido que emitía, me hizo suyo, haciendo que de mi boca escapase su nombre.

—Tú eres mi familia, mi todo—susurré exhausto, mientras las últimas oleadas de placer abandonaban mi cuerpo mientras la tenía fuertemente abrazada a mí. 

No Juzgues La Portada. Ahora contada por ellos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora