Una de las cosas más difíciles en la vida es tener palabras en tu corazón que no puedes pronunciar.
JAMES EARL JONES
Mientras remamos de regreso en la oscuridad, lo único que puedo ver enfrente de mí es la línea que he cruzado y que resulta cegadora. Todavía puedo sentir los labios de Yibo en los míos, y el deseo en su tacto, fuerte y suave al mismo tiempo. Y puedo oír el sonido de mi nombre, susurrado en
sus labios. Pero lo que puedo ver cuando cierro los ojos es su cara, en ese momento justo antes del beso. Abierto, confiado, ignorante de las verdades
con las que he bailado alrededor, verdades que ahora siento como si hubieran crecido y se hubieran convertido en mentiras, porque no he
hablado de ellas todo este tiempo.
Remamos en silencio, y lo noto más tenso que cómodo. Mientras nos abrimos paso sobre el agua, me pregunto si Yibo también lo siente de esta manera.
Cuando llegamos a la orilla, estoy seguro de que es así. No dice una palabra, pero me lanza una rápida sonrisa mientras levantamos juntos el kayak y lo cargamos, goteando y frío, sobre nuestras cabezas hasta su furgoneta. Después, él coge su mochila y me da una toalla seca.—Aquí tienes —dice—. Yo voy a..., dejaré que te cambies.
—Gracias —contesto, y él desaparece junto al asiento del conductor para darme espacio.
Mientras me quedo allí solo, el aire es más frío que cuando hemos salido del agua. Aun con la toalla envuelta a mi alrededor, tiemblo mientras me quito el traje de baño y busco a tientas, con
manos temblorosas, mi ropa. A través de las ventanillas, puedo ver la silueta de Yibo, que se está quitando la camiseta de neopreno y estira la mano hacia su asiento para coger una camisa.
Trato de concentrarme en vestirme, pero la puerta se abre y veo un atisbo de
Yibo bajo la suave luz: cabello revuelto por la brisa salada, mejillas sonrojadas por el frío de la noche, labios que sabían a ambas cosas cuando me besó. Una ligera sensación de aleteo me crece en
el pecho y envía un torrente de calor por todo mi cuerpo mientras la puerta se cierra y la furgoneta se vuelve a oscurecer. Respiro hondo, y luego
espiro larga y lentamente. No tengo más opción que contárselo todo.Termino de vestirme de manera lenta pero deliberada. Envuelvo el traje mojado en la toalla. Respiro lentamente de nuevo, cierro los ojos y, antes de alcanzar la manija de la puerta,
recuerdo de nuevo el beso. Cuando la abro, Yibo me mira, luego gira la llave y enciende la calefacción.—Lo siento... Debería haber puesto la calefacción antes. Parece que tienes frío.
Afirmo con la cabeza mientras entro, uniendo las manos y llevándolas a la boca como si el frío tuviera la culpa y no lo que estoy a punto de decir.
Luego cierro la puerta y trago saliva con fuerza.
«Limítate a decirlo. Cuéntaselo», me ordeno.
—yibo , hay algo...
—¿Quieres ir a visitar algún spa?
Hablamos al mismo tiempo, nuestras palabras se superponen, interceptándose entre sí.
Él se ríe. —Lo siento, tú primero.
—Yo... —Dudo, y los nervios que había
contenido se me escapan cuando una sonrisa aparece en la comisura de sus labios—. ¿Ir a qué? —pregunto. —Ir a un spa —dice, con los ojos chispeantes
por el brillo del tablero—. El Sandcastle Inn tiene uno bueno en el ático, y conozco el código. Podríamos entrar y pasar allí un rato. Calentarnos.
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Un ♥️ para 2 || Yizhan ||
FanfictionZhan no sabe como sobreponerse a la muerte de su primer amor. Aun asi, decide no rendirse y empieza a escribir a las personas que recibieron los organos de Ayanga. Todos contestan, excepto el que recibió el organo mas importante: el corazón. Tal vez...