capitulo 9 🧡

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Hay muchas cosas en la vida que te llenarán la vista, pero sólo unas cuantas atraparán tu corazón. Persigue estas últimas.

MICHAEL NOLAN

Los brownies me sirven como excusa para ir a Sanya la mañana siguiente.

Abollé su furgoneta, y luego él me llevó al hospital y estaba lo bastante preocupado como para esperar que
confirmaran que me encontraba bien. Y fue lo bastante dulce como para traerme una flor. Lo bastante inteligente como para no presionar demasiado. Lo menos que puedo hacer es llevarle
un plato de brownies. Sé, por lo que publicó su hermana en el blog, que a él le gustan los dulces, y que lo primero que quiso cuando se le permitió empezar a comer de nuevo fueron brownies. Y la abuela es la mejor haciéndolos. Él se merece esto, por lo menos. Y luego iré a la playa.

Pongo los brownies en un plato, los envuelvo y escribo una nota a mis padres, que han salido juntos esta mañana. Luego cojo mi bolsa de la
playa y me dirijo al coche para hacer el mismo trayecto que hice un par de días antes, igual de nervioso que entonces, o quizá más.

Cuando llego a la calle principal y veo la
furgoneta de Yibo, estacionada casi en el mismo lugar en que estaba la primera vez, mi corazón se acelera, y paso junto a ella, pero no aparco en el lugar vacío que hay detrás. Bajo el volumen de la
música para poder concentrarme. Justo ahora todavía tengo otra opción. Puedo seguir conduciendo; en realidad no he hecho nada malo en relación con Yibo y Ayanga. Pero, entonces, si hago eso, si sigo avanzando, no tendré otra
oportunidad de saber más de él. «Alguna vez» expirará, Yibo se olvidará de que lo dijo, y quizá será demasiado tarde para regresar.

El semáforo se pone en rojo. Me da unos
momentos más para pensar. Pongo los
intermitentes. Los quito. Los vuelvo a poner. Cuando el semáforo se pone en verde, dudo lo suficiente como para que el coche de detrás toque el claxon. Y entonces cambio de sentido y conduzco de regreso. De regreso a donde se
encuentra Wang Yibo, después de
cuatrocientos dos días. De regreso a donde aparqué la primera vez. Cuando me detengo, me doy cuenta de que aún se ve la abolladura en la furgoneta, y que parece más grande de lo que
recordaba, lo que hace que me encoja.

Miro el plato de brownies en el asiento del acompañante, y de repente me parecen completamente ridículos.
No sé lo que estoy haciendo. Y, ahora que estoy aquí, en realidad no sé dónde encontrarlo. Bajo la ventanilla y miro a mi alrededor, como si pudiera verlo en cualquier momento. El aire de la
mañana aún es frío y me relaja un poco cuando respiro lentamente y a fondo. Es casi la misma hora del día en que llegué la primera vez, y, según lo que dijo Yibo, eso significa que debe de estar en la tienda de kayaks o en la cafetería. Pensé en llamarlo antes de salir, pero me pareció exagerado. Además, no sabía si yo seguiría con todo esto hasta ahora, cuando he aparcado el coche. En realidad, aún no estoy seguro.

El local de kayaks parece cerrado, y hasta la cafetería está oscura. Todavía podría... —La palanca de cambios está en punto neutro, ¿verdad? ¿El motor está apagado?

La voz me saca de mis divagaciones, y,
cuando levanto la vista, veo a Yibo, recién salido del agua, con el pelo y el traje de neopreno aún mojados, y la tabla de surf bajo el brazo. —Has vuelto.

Está feliz, pero no sorprendido. —Yo..., sí. Estiro la mano para coger el plato de
brownies, luego lo saco por la ventana, a modo de explicación. —Te he hecho brownies, como agradecimiento. O disculpa. Yo... —Miro la
abolladura en su parachoques y me siento tonto y avergonzado, y me hace hablar rápido, en un solo hilo de palabras—. Fuiste muy amable de llevarme al hospital después de que golpeara tu coche, y me siento mal porque no me dejes pagar la reparación, y sé que actué de forma extraña ayer; bueno, también me porté así el día que nos conocimos y... lo siento.

Saco el plato aún más por la ventana, como si el movimiento pudiera compensar la horrible confusión en que me encuentro. Estoy oxidado en esto, en hablar con la gente en general. Pero la
manera en que él está parado allí, con esa sonrisa, escuchando cada palabra, lo hace diez veces más difícil.

Yibo parpadea una vez, dos veces, luego lanza una amplia sonrisa y coge el plato. —No te sientas mal. Y menos por traerme esto. Los brownies son mis dulces favoritos.

Tengo que contenerme para no decir «lo sé». —Gracias —dice con sinceridad—.
¿Los has hecho tú?
Apoya su tabla de surf en el coche, coge el plato de mis manos, quita la envoltura de plástico y escoge uno. Le da un mordisco. Mastica lentamente, como si estuviera haciendo una prueba de sabor o algo, y por medio segundo me preocupo de que haya alterado la receta mientras los cocinábamos, porque estaba pensando en él en lugar de concentrarme en la harina y el chocolate en polvo.

Por último, se lo traga. —Oh —dice, con las cejas alzadas—. Éste es, con toda seguridad, el mejor brownie que he
comido en toda mi vida.

Siento que mis mejillas se encienden. —En serio. —Su sonrisa desaparece para dar énfasis a sus palabras—. Y he comido una buena cantidad de brownies.

Pone una cara tan seria que me hace reír. —Gracias. Yo..., me alegro de que te gusten.

—Qué bien que hayas vuelto. —Sonríe—. Y decir que me gustan es poco. —Engulle la segunda mitad del brownie—. ¿Qué otros talentos tienes, y qué vas a hacer hoy, además de ofrecer la mejor disculpa del mundo?

Me río de nuevo y me miro las piernas. —No sé. Estaba pensando en ir a la playa
porque el otro día no pude hacerlo.

—Va a estar lleno de gente allí. —Yibo
mira por encima de su hombro hacia la tienda de kayaks—. Podría enseñarte una playita estupenda, un poco alejada de los sitios turísticos. Un lugar
apartado, para los que vivimos aquí.

—Ah. —Me aclaro la garganta. Considero la idea por un momento—. No, está bien. No quiero robarte más tiempo. Estoy seguro de que tienes
que... —Miro el local de nuevo—. Sólo quería darte las gracias, y lo siento de nuevo por tu furgoneta.

Busco las llaves, con descuido, y se caen en la hendidura entre mi asiento y el cambio de marchas. —No es gran cosa —dice Yibo—. No tengo otros planes. Sólo deja que me cambie, y podemos...

—No puedo. Tengo que llegar pronto a casa, y no quiero terminar en algún lugar alejado y sin mi coche, y que me tengas que traer de regreso, o
algo así.

Él se encoge de hombros.

—Sólo tienes que seguirme, ¿sabes?, pero no demasiado cerca porque tienes tendencia a pisar con fuerza el acelerador. Así llevarás tu coche y te
podrás ir cuando lo necesites. —Lo dice tan tranquilo, como si en realidad no fuera un gran problema; luego me mira, esperando una respuesta —. Sólo es un día. Y necesito a alguien con quien
compartir estos brownies, o me los comeré todos de golpe. Así que, en realidad, me estás haciendo un favor.

Él sonríe, y la luz del sol atrapa el verde de sus ojos. Y eso decide por mí. —Está bien. Sólo un día.

—Bueno. —Él sonríe—. Perfecto. —Coge su tabla—. Voy a cambiarme. Vuelvo enseguida. —

Descansa la mano, bronceada, sobre la puerta, se inclina y me da el plato de brownies—. ¿Puedes guardarme esto?

Se da la vuelta y cruza la calle, va trotando hacia el local de kayaks. Antes de entrar, mira hacia atrás y grita: —¡No te vayas!

Me pone nervioso y feliz al mismo tiempo.

Mientras tanto, busco mis llaves.
No podría irme ahora, aunque quisiera.

Un ♥️ para 2 || Yizhan ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora