capitulo 1 🤍

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La comunicación con los receptores del trasplante puede ayudar a los familiares de los donantes tras su pérdida... En general, las familias de los donantes, los receptores, y sus parientes y amigos se
pueden sentir reconfortados al hablar sobre sus experiencias con la donación... El regalo de la vida... Pueden pasar meses o años antes de que alguno de ellos esté listo para enviar o recibir

correspondencia, o tal vez nunca llegue a haber ninguna relación.

Programa de Servicios a las Familias de los Donantes Alianza de Vida


Cuatrocientos días.

Repito el número en mi cabeza. Dejo que se apodere del sentimiento de vacío mientras aprieto el volante. No puedo permitir que se vaya como cualquier otro día. Cuatrocientos merece algún
reconocimiento. Como trescientos sesenta y cinco, cuando le llevé flores a su madre y no a su tumba, porque sabía que él habría querido que las tuviera
ella. O como en su cumpleaños. Eso fue cuatro meses, tres semanas y un día después: el día ciento cuarenta y dos.

Lo pasé solo. Ese día no tuve ánimo para ver a sus padres y, en realidad, una parte pequeña y secreta de mí creía que, si yo estaba solo, quizá él podría regresar, cumplir dieciocho años y seguir donde nos habíamos quedado. Estudiar el último año conmigo, enviar solicitudes a las mismas universidades, regresar por última vez a casa o ir al baile de graduación, lanzar los birretes al aire y besarnos hasta que llegaran al suelo.

Cuando él no regresó, cogí una sudadera que aún conservaba su olor, o eso pensaba yo. La apreté contra mi cuerpo y pedí un deseo. Deseé, con todas las fuerzas, que no tuviera que hacer ninguna de estas cosas sin él. Y mi sueño se hizo realidad. El último año se transformó en una niebla. No envié por correo las solicitudes a la universidad. No salí a comprar el traje para el baile de graduación. Olvidé que había un cielo para besarnos debajo de éste.

Los días pasaron, uno tras otro, sin fin;

parecían infinitos, pero se fueron en un parpadeo, como las olas que se rompen en la orilla, o las estaciones que pasan. O el latido de un corazón.

Ayanga tenía un corazón de atleta: fuerte, estable, diez latidos más lento que el mío. Antes, nos acostábamos pecho contra pecho, y yo respiraba más lento para seguir su ritmo. Trataba de engañar a mi pulso para que hiciera lo mismo; pero nunca funcionó. Tres años después, mi pulso se aceleraba con sólo estar cerca de él. Pero encontrábamos nuestra propia sincronía, con su corazón latiendo a un ritmo lento y estable y el mío llenando los espacios intermedios.

Cuatrocientos días y demasiados latidos por contar. Cuatrocientos días, demasiados lugares y momentos donde Ayanga ya no existe. Y aún sin respuesta de uno de los pocos sitios donde sí existe.

Un claxon suena detrás de mí, y me saca
bruscamente de mis cavilaciones. Por el espejo retrovisor puedo ver al conductor que sigue maldiciendo mientras maniobra para adelantar a mi coche. Se lo ve furioso y está gritando a través de su parabrisas: «¡¿Qué demonios haces?!».

Me pregunté lo mismo al entrar en el coche. No estoy seguro de lo que estoy haciendo, sólo sé que tengo que hacerlo porque debo verlo con mis propios ojos. Por lo que sentí cuando vi a los otros receptores.

Luo Qingyang fue la primera receptora en contactar con la familia de Ayanga, aunque su nombre lo supieron después. Los receptores y las familias de sus donantes pueden ponerse en contacto en cualquier momento a través del coordinador de trasplantes, pero recibir aquella carta fue una sorpresa para todos nosotros. La madre de Ayanga me llamó el día después de recibirla y me pidió que fuera a su casa. Nos sentamos juntos, en una sala bien iluminada, en ese hogar que guardaba tantos recuerdos, como aquel día en que pasé corriendo frente a la puerta, hasta cinco veces, deseando que él notara mi presencia.

Un ♥️ para 2 || Yizhan ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora