capitulo 24 🤎

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Nada está menos en nuestro poder que el corazón y, lejos de ordenarle, estamos obligados a obedecerlo.

JEAN-JACQUES ROUSSEAU

Conduzco a casa en silencio. En un silencio oscuro y pesado, sólo roto por un fugaz juego de faros. Veo fragmentos de esta noche: la puesta de sol, el
brillo del agua, los fuegos artificiales, ese beso. Y destellos de otra noche y otro beso.

La primera vez que Ayanga me besó, estábamos nadando de noche en mi piscina. Tarde, después de que todos se hubieran ido a dormir. Había pasado
nadando junto a él debajo del agua, sintiendo que el pelo formaba ondas detrás de mí, bajo la luz, y esperando que mi silueta se viera tan bonita como
me sentía entonces. Cuando salí, él estaba enfrente de mí. Sus manos apenas rozaron mi cintura, y nos
equilibramos allí en ese instante, preguntando y sabiendo al mismo tiempo lo que iba a suceder.

Nuestro primer beso fue suave, dulce. Una pregunta en mis labios. Él sabía al chicle de sandía que siempre mascaba, y a la noche robada al verano. El recuerdo me produce un pequeño dolor alrededor del corazón, un tipo de añoranza
que percibo distante y nostálgica.
La sensación de sus labios en los míos es como un susurro de un recuerdo. Pero el recuerdo de Yibo es vivo y palpitante. Así como el primer
beso de Ayanga fue tímido, una pregunta, besar a Yibo fue como conocer la respuesta. Sabiendo que la respuesta era el otro.

Hay tantas cosas enmarañadas en nosotros y a nuestro alrededor... Pérdida y culpa. Secretos y mentiras. Tantas cosas que él no sabe, cosas por las que lo siento porque yo sí las puedo controlar.
O pensaba que podía hacerlo hasta esta noche. Pensaba que lo podía controlar hasta que reconocí esa sensación que había olvidado hace mucho tiempo y que no sabía que sentiría de nuevo. No
sabía que podía sentirla de nuevo.
Cuando me detengo en el camino de la
entrada, la casa está a oscuras. Me quedo sentada un momento y miro por la ventanilla al cielo tan lleno de estrellas que parece inexistente. Como algo tan perfecto y frágil que en realidad no puede ser cierto. Y entonces se enciende la luz de la habitación de Yubin, y todo lo que quiero es que me diga que sí puede serlo.

Ella se sobresalta un poco cuando entro en su dormitorio deprisa y sin llamar. -Eh, ¿cómo te ha ido en tu...? -Su sonrisa desaparece al verme-. ¿Qué ha salido mal?

Eso es todo lo que necesito. Ando los pocos pasos que faltan hasta su cama, la abrazo y todo lo que he estado conteniendo se libera. -Eh, eh, eh -exclama, abrazándome-. ¿Qué ha pasado?

Cierro los ojos con fuerza y me hago un ovillo mientras los hombros me tiemblan entre sus brazos. -zhan -dice, apartándome lo suficiente para verme-. ¿Qué pasa?

Lo veo de nuevo, nuestro beso. -Yo..., él... -Entonces oigo sus palabras:
«Por favor, no lo sientas por nada. Especialmente por esto». Me muerdo el labio inferior y me paso las manos por la cara, que está caliente y húmeda
por las lágrimas.

-¿Él qué?

Se incorpora, con la preocupación grabada más profundamente en su expresión. Sacudo la cabeza. -Nos hemos besado, en el agua, y él ha sido
tan..., y yo... -Me tiembla la voz, y otro sollozo me lleva la barbilla hasta el pecho.

La voz de Yubin se vuelve suave de nuevo. -Ya hablamos de eso, de que está bien sentir...

-No -digo, levantando la cabeza para
mirarla a los ojos. -zhan , sí. Tienes que creerme. Ayanga y tú...

-¡No es eso!
La firmeza de mi voz nos sorprende a ambos, y ella se queda callada mientras me mira, fijándose en mis ojos hinchados y en mi barbilla
temblorosa.

-Entonces..., ¿qué es? -pregunta
lentamente, como si tuviera miedo de conocer la respuesta.
Trago saliva por las lágrimas que tengo
acumuladas en la garganta y por el miedo de lo que ella pensará.

-Hice algo horrible -susurro; miro abajo, lejos de los ojos de mi hermana, a mis manos retorciéndose sobre las piernas-. Algo que nunca
debí hacer, y ahora...

Me tapo la boca para contener el sollozo que está surgiendo y las palabras que sé que necesito decir en voz alta.
Puedo sentir que mi hermana me está
observando, pero no la miro. -¿Qué? Sólo dímelo. Lo que sea.

Dudo por un instante y luego hago lo que ella dice. Se lo cuento todo, empezando con la carta que escribí. Le hablo sobre los días que esperé una respuesta y las noches en que realicé búsquedas en internet para encontrarlo. Acerca del
blog de Ziyi y cómo finalmente lo hallé. Que nunca quise encontrarme con él, pero que, una vez que lo hice, quise conocerlo. Y cómo ahora que lo conocía lo último que quería era hacerle daño.
También le cuento el beso de esta noche. Cómo lo he vivido y lo que ha dicho después, acerca de contenerse y sentirlo. Y, finalmente, cuando se lo he contado todo y ya no me quedaban palabras
para lo que he hecho, miro a mi hermana. Ella se queda callada. Me siento en su cama, rodeado de pañuelos desechables, con los ojos hinchados y esperando a que ella me diga que todo
va a ir bien, o que él lo comprenderá, o que no es tan malo como parece, pero no lo hace. Respira a fondo. Me mira como si sintiera lo que está a punto de decir. -Tienes que contárselo.

-Lo sé -digo, y reconocerlo hace que
broten más lágrimas en mis ojos, pero Yubin no se contiene.

-No sólo porque él merece saber la verdad -dice-. Necesitas decírselo porque es la única oportunidad que tienes para que cualquier cosa que haya entre los dos sea real, si es lo que
quieres. -Me mira con una expresión seria-. Pero, primero, tienes que decidir qué es lo que quieres. Estás indeciso, creo, pero... -Hace una
pausa, aprieta los labios y luego dice algo más que, en un lugar profundo y oculto de mi ser, yo ya sabía-. Si quieres abrirte a Yibo, antes tienes que dejar ir a Ayanga. Permitir que él sea parte de lo
que eres: tu primer amor, tus recuerdos, tu pasado. Pero dejarlo ir. Tienes que hacerlo -dice con voz suave- para que puedas estar aquí ahora.

Un ♥️ para 2 || Yizhan ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora