capitulo 10 🤎

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Cada latido empieza con un solo impulso eléctrico o «chispa». El sonido que escuchamos con un estetoscopio, o cuando apoyamos la cabeza en el pecho de alguien a quien amamos, es el sonido de las válvulas del corazón que se abren y se cierran en perfecta sincronía.
Es un ritmo en dos partes: una danza delicada de sístole y diástole, que lleva las partículas eléctricamente cargadas del corazón a través de sus cámaras cada segundo del día, cada día de nuestras vidas.

Aparco en la cuneta, detrás de Yibo. Cuando pongo el freno de mano, veo que él ya ha salido de su coche y se dirige hacia mí. Apago el motor y, al salir, huelo el aire salado y escucho el sonido del agua que choca contra las rocas, justo debajo del acantilado donde estamos.

—Es un día perfecto —dice Yibo, mirando el agua—. ¿Quieres confirmarlo?

—Sí.

En realidad no sé qué estamos confirmando, pero me siento muy feliz de descubrirlo

Caminamos por un área llena de hierba, donde un hombre solitario está sentado en la playa leyendo el periódico mientras su perrito olisquea por el
suelo, detrás de él. Y, cuando llegamos a la gruesa cuerda a la orilla del acantilado, el mar nos ofrece
una vista espectacular. A diferencia del otro día, no hay niebla abrazando los acantilados, ni un atisbo de nubes en
el cielo de color zafiro. Es el tipo de día que te ruega que no lo desperdicies. Ante esta idea, siento un pequeño tirón en el pecho, porque me hace pensar en Ayanga. Él nunca desperdiciaba ni un
solo segundo. Era como si el reloj empezara en el momento en que sus pies tocaban el suelo.

Recuerdo estar con él y desear que, sólo por un día, redujera el ritmo. Se quedara quieto. Pero no estaba en su naturaleza ser de esa manera, y tampoco parece estar en la de Yibo.

Hace tamborilear los dedos en un poste que hay frente a nosotros, y puedo sentir que está de pie junto a mí, la energía nerviosa que nos pertenece a los dos. Trato de pensar en algo, cualquier cosa, para llenar el silencio, pero se sigue extendiendo. Miro la superficie cristalina que surge alrededor de las enormes rocas que se elevan por encima del agua. Están dispersas en grupos cerca de la orilla, y siempre me han
parecido como pequeñas islas, más que rocas.

Un grupo de pelícanos cubre la parte superior de las rocas más cercanas a la orilla, y alguno de ellos despega o aterriza cada varios segundos. Mis ojos
recorren el frente escarpado hacia el agua, donde el impulso constante de las olas lo suaviza, y miro cómo el agua se eleva sobre la roca y luego retrocede.

Yibo se aclara la garganta, patea una piedra en el suelo. —Entonces ¿te puedo hacer una pregunta?

Trago saliva. Me aclaro la garganta. —Está bien —digo lentamente.

Él toma un sorbo de la botella de agua que lleva en la mano y aleja la mirada de nuevo, lo suficiente para ponerme nervioso. Pienso en un millón de disculpas, razones o explicaciones
diferentes para cualquier cosa que pueda preguntarme.

—No te gustan mucho las preguntas, ¿verdad? —dice, volviéndose hacia mí y con una mirada que me hace juguetear con las manos. —No, no tengo ningún problema con las preguntas. ¿Qué me quieres preguntar? —Sueno
tan nervioso como me siento.

—No te preocupes —dice Yibo—, no
importa. —Esboza una rápida sonrisa—. No es mucho, sólo un día. Así que ¿qué tal si nos relajamos y lo disfrutamos? ¿Quieres disfrutar de un día realmente bueno?

Recuerdo uno de los textos en el blog de
Ziyi. Una cita de Emerson que ella publicó para explicar que le recordaba a Yibo y su actitud, y la manera en que trataba la vida después de su cirugía:

«Escribe en tu corazón que cada día es el mejor día del año. Ningún hombre habrá aprendido correctamente algo hasta que sepa que cada día es el del Juicio Final».

Un ♥️ para 2 || Yizhan ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora