𝐈𝐈

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~ Narra Quackity ~

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~ Narra Quackity ~

Estaba volviendo a mi casa después de hablar un momento con Alexby. Iba por el sendero donde sabía que nunca más me iba a encontrar ni por error a ese cabron.

Aún me sentía muy mal, había tomado lo suficiente como para que ahora a causa de la cruda el sol me estuviera lastimando los ojos.

—Cómo chinga este puto mundo de mierda— dije para mis adentros mientras mis alas me cubrían lo más que se podía.

La máscara no detenía del todo la luz horrible del sol resplandeciente que había esa tarde en Karmaland, y estuvo así todo el día.

Debido a eso, Fargan me invitó salir un rato a poder volver a practicar volar con mis alas, pero le negué. No quería ver a nadie, y la única razón por la que quise ver y hablar con Alexby era para saber qué iba a hacer con el puto traje de bodas que ya no usaría.

Lely se lo quedó, pero prometió que no lo usaría en nadie más porque según él, eso solo estaba destinado para que yo lo usara.

A mí me valía totalmente verga quién lo usara de nuevo, siempre y cuando invitaran a la peda después de la boda.

En el camino me encontré con una parte del lago de Karmaland. Todo se veía tan vacío que por fin parecía tener calma.

Mientras pasaba alrededor, logré ver a unos cuantos patos nadando, y me acordé de mi hijo, TentaCulos.

—¿Sería buena idea secuestrar otro pato? Después de todo osito Bimbo desapareció— solté una especie de gruñido molesto y me acerqué a los patos, quienes de inmediato al verme se acercaron.

—Vaya, y ahora soy un pinche imán de animales— me agaché intentando ver cuál de todos era más bonito, pero unas pisadas detrás mío me alarmaron.

Mis alas se erizaron y todos los patos empezaron a hacer desmadre mientras yo me volteaba a ver quién estaba ahí.

—Rubius como seas tú, hijo de puta...

Hola, Quackity— pronunció una voz que parecía extranjera.

Nunca la había escuchado, pero tenía algo en ella que se me hacía vagamente familiar, y apenas podía ver la silueta del hombre que estaba detrás de todo esto, porque el sol estaba detrás de él y yo me estaba quedando casi ciego.

—A ver cabrón, quien seas, hazte a un lado que aquí me pega todo el puto sol en la cara— me acomodé mientras tallaba mis ojos debajo de mi máscara, en busca de que se volvieran a acostumbrar a la luz, pero eso solo hizo que me dolieran más.

Él soltó una risa, que a mí parecer hasta parecía coqueta, y es algo que me puso nuevamente a la defensiva.

—Ya, pendejo, dime quién eres y qué estás haciendo aquí en Karmaland— me retiré las manos de los ojos y lo ví observando los alrededores.

𝑻𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐́𝒏¹ (𝑸𝒖𝒂𝒄𝒌𝒃𝒖𝒓) [𝑻𝒆𝒓𝒎𝒊𝒏𝒂𝒅𝒂]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora