Capítulo 21

99 7 0
                                    

Percy

—¡Hola, Boyd! Me alegro de verte. Entra. 

Mi hermana me sonríe desde la puerta de su piso. La pequeña May estádormida en sus brazos. O brazo. Parece que Thalia ya domina el arte de llevaral bebé con un brazo, porque tiene una mano en la puerta y al bebé acunado enel otro brazo. 

Entro y caminamos hasta la cocina, donde Thalia me ofrece café, y luegodeja al bebé en mis brazos mientras lo prepara. 

—Te veo contenta —comento mientras la pequeña May pestañea yfrunce el ceño como si estuviera a punto de llorar. Pero probablemente hayadecidido que soy un sustituto temporal pasable de Thalia , porque sus faccionesse relajan y agita el puño diminuto hacia mí. Le ofrezco mi dedo para que locoja y lo agarra con una fuerza sorprendente para una personita tan pequeña.Sorprendente para mí, al menos. 

—Sí, lo estoy. —Thalia  sonríe desde la otra punta de la cocina. 

Desprende un brillo de mamá reciente y sospecho que será una de esasmadres que se adaptan a la maternidad fácilmente. Me pregunto cómo serácriarse con una madre así, las que son realmente buenas; y acabo pensando encómo sería Annabeth como madre. No es tan difícil de imaginar. La he visto con elbebé de Thalia  y con el niño de Rachel. Y ayer estuvo genial con Grover. Nogenial, fantástica. Sé que es maestra, pero nunca la había visto enseñar. Es unaprofesora genial. Estaba en su salsa, eso seguro. 

—Es una niña buenísima —continúa Thalia—. Me lo está poniendo muyfácil. Y Luke siempre me hace sentir como si lo hiciera todo bien, lo que esreconfortante. De modo que, sí; todo va genial. 

—Supongo que ya tendrá un mes, ¿no? —calculo mientras Thalia dejanuestras bebidas en la mesa y se sienta junto a mí. 

—Sí —confirma. Pero su tono implica algo más y frunce ligeramente elceño—. Casi un mes —corrige enseguida—. Dentro de dos días. Ahora mismotiene veintiocho días. —Entonces suelta una larga bocanada de aire y sacude lacabeza antes de mirarme a los ojos—. Soy una de esas madres. Me prometí noserlo. Pero es evidente que voy por ese camino. Soy de esas madres que te dicenque su niña tiene cuarenta y nueve meses, cuando lo único que tú querías oír esque tiene cuatro años. —Vuelve a negar con la cabeza y pone los ojos en blancocon la cara hacia el techo—. Qué vergüenza. 

Me río de ella. Thalia me mira, apesadumbrada. 

—Seguro que todo esto es muy emocionante —le digo mientras miro albebé. Pestañea y bosteza. Es adorable, joder. 

—¿Y qué tal te va todo? —pregunta Thalia , con un tono que aparenta serdespreocupado—. ¿Sales con alguien? —Toma un sorbo de su bebida y meobserva por encima de la taza. 

—¿Te preocupa mi vida amorosa? —desvío la pregunta sin mentir. Arqueolas cejas y la miro con confusión en el rostro. 

—¿Qué te pareció mi amiga Annabeth? —pregunta—. La conociste en elhospital cuando nació May. ¿Recuerdas? La del pelo Rubio. Muyguapa. 

—Annabeth. —Asiento—. ¿Intentas emparejarme con tu amiga? —Alzo unaceja a modo de desafío. 

—Es una chica muy maja, Percy. Creo que los dos os llevaríais genial. 

—No creo que haga falta que nos emparejes —digo tandespreocupadamente como puedo mientras estiro el pijama de May por laparte de los pies—. Pero gracias. 

La puerta de la entrada se abre y, al cabo de un momento, su marido, Luke,entra en la cocina. Es obvio que viene del gimnasio. 

—Hola, cariño —lo saluda Thalia mientras él va a por una botella de aguade la nevera y se acerca para saludar—. Antes de que me olvide, Annabeth hallamado. Quería saber si podías asistir a su clase el día de las profesiones el mesque viene. Te lo he puesto en el calendario. 

—Claro —contesta Luke y se agacha para besar la cabeza de Thalia. 

—¿Por qué no me ha pedido a mí que vaya al día de las profesiones? —mepregunto. Pero, al parecer, lo hago en voz alta, porque los dos se giran paramirarme; Thalia, con confusión; Luke, de manera evaluativa. 

—¿Por qué iba a pedirte Annabeth que le hicieras un favor? Ni siquiera teconoce —señala Thalia, algo perpleja y no sin motivo. Porque evidentementeacabo de insinuar que no la conocía y que no estaba interesado en ella. Haceunos dos minutos. Luke desenrosca la tapa de la botella de agua y me observacon una diminuta sonrisa en la cara mientras deja que cave mi propia tumba. 

—Eh... Ya sabes que a los niños les encantan los federales. Eso es todo. 

—¿A qué curso enseñaba Annabeth, Thalia? No me acuerdo —comenta Lukeantes de tomar un sorbo de agua. Ahora estoy seguro de que lo está haciendoadrede. 

—A segundo —responde y luego vuelve a mirarme—. Un momento, ¿tehabía contado que Annabeth era maestra? 

—Has hablado del día de las profesiones y has mencionado su clase. ¿Quéotra cosa iba a ser? 

Sí, me parece que ahora he cruzado la línea entre desviar el tema y mentir. 

—Ah, vale. De acuerdo —dice Thalia—. ¿Seguro que no quieres que te lavuelva a presentar? Podría invitaros a los dos aquí; ni siquiera le diría que espara juntaros —propone sonriendo con entusiasmo ante el plan—. Además, sesuele poner muy nerviosa. Así que, de todos modos, sería más fácil si no losupiera. O podría pedirle que cuidara de la niña y tú podrías pasarte por aquícomo por casualidad —sugiere, agitando las manos con entusiasmo ante susideas para emparejarnos. 

—Me parece que has pasado demasiado tiempo con esa amiga tuya a la quele gusta conspirar. 

—¿Rachel? —pregunta al instante—. Por favor. Si Rachel estuvieramaquinando esta cita, tú ni siquiera estarías al tanto. Probablemente haría queambos os emborracharais y despertarais casados en Las Vengas —afirma entrerisas. Luego se detiene—. En realidad, no me sorprendería viniendo de ella. Quenadie le meta esa idea en la cabeza. 

—Voy a darme una ducha —interrumpe Luke. Supongo que el código decolegas por fin ha entrado en acción—. Percy, el partido está a punto deempezar. ¿Vas a quedarte a verlo?

Asiento. 

—Suena bien —acepto, pero estoy un poco distraído. ¿Por qué Annabeth no meha pedido que vaya a su escuela el día de las profesiones? ¿Se lo pide al maridode Thalia pero no a mí? ¿Piensa que solo soy un amigo con derecho a roce?Quizás lo único que le interese de mí sea el sexo. 

O quizás, sencillamente, no quiera dar ese paso. Al menos, no conmigo. Merecuerdo que solo tiene veintidós años y me pregunto si espero demasiado deella. A su edad, yo no quería atarme a nadie ni de coña. 

Esperaré si tengo que hacerlo. Pero necesito alguna confirmación por suparte de que quiere lo mismo que yo.Quiero que Annabeth se ate a mí. 

El Chico de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora