Capítulo 18

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Annabeth

Es sábado. Y necesito un favor. 

Hago un último intento de meter la estantería en mi coche y entonces admitomi derrota y me apoyo contra el costado de mi Corolla mientras pienso. Me dijoque me debía un favor, ¿no? Eso dijo. De modo que, ¿qué tendría de malopreguntar? Podría mandarle un simple mensaje y ver si contesta. Si no lo hace,no pasa nada. Sé que Thalia y Luke tienen un todoterreno. Pero May tienetres semanas, no quiero molestarlos. 

Doy golpecitos contra el césped con el pie e intento reunir el valor paramandar un mensaje. Soy tonta. Es un mensaje. Para un tío con el que me heacostado. No es que sea un completo desconocido. Y no es un favor tan grande.Pero odio pedir ayuda. ¿Y qué pasa si dice que no? Me siento estúpida y odiosentirme estúpida. 

Annabeth: ¿Estás ocupado? 

Percy: No. 

Annabeth: Necesito ayuda para trasladar algo. 

Annabeth: Si no estás ocupado. 

Annabeth: Si no te importa. 

Percy: Voy para allá. 

Annabeth: No estoy en casa. No cabe en mi coche. No es tan importante. Ya seme ocurrirá algo. 

Percy: Dime dónde estás. 

Annabeth: Un segundo. 

Corro por el camino de entrada y le pido a la mujer que me confirme ladirección, luego se la mando a Percy. Él me contesta que está de camino. Bueno,no ha sido para tanto, creo. Tardará quince o veinte minutos en llegar, de modoque dejo la estantería apoyada contra mi coche y camino hasta la casa de al lado.Encuentro un viejo marco muy chulo y un cuenco que estoy bastante segura deque es más antiguo que yo, pero el patrón clásico que tiene me encanta: necesitouno. Además, son solo dos dólares. Estoy metiendo mis nuevas adquisiciones enel coche cuando Percy llega. Agito una mano y él se detiene enfrente de micoche y aparca, luego sale y camina hacia mí. Lleva tejanos y una de las camisasraglán que se compró cuando estuvimos en Nueva York hace un par de semanas.Le queda perfecta y me recuerda que sé perfectamente cómo es su pecho sincamisa. Noto que me ruborizo y enseguida trato de pensar en otra cosa. 

—Gracias por venir —comento sin mirar hacia su pecho. 

—Annabeth, esto es un mercadillo —señala innecesariamente mientras recorrela calle con la vista y luego la posa sobre mí. 

—¿Quieres echar un vistazo antes de meter la estantería? —le pregunto,señalando el mueble, demasiado grande para meterlo en mi coche, aunque solopor unos centímetros. 

—No. —Se ríe—. No, no hace falta. Gracias. —Me mira y extiende unamano para quitarme algo de la mejilla—. Una pestaña —explica. 

La ansiedad empieza a bullir mientras me pregunto si se está burlando deque compre en un mercadillo. 

—Es divertido —afirmo y me cruzo de brazos. 

Por un momento, muestra una expresión confusa y luego asiente. 

—Claro. Bueno ¿has terminado? ¿Debería meterla en el coche? —Dagolpecitos a la estantería con una mano. 

—Sí, estoy lista. Gracias por el favor. 

Me echa otro vistazo rápido antes de levantar la estantería y llevarla a sutodoterreno. Luego nos metemos en nuestros respectivos coches y yo lo sigo devuelta a mi piso. 

Una vez entramos, él la deposita en el sitio que le indico. 

—Es bonita —comenta cuando se retira un paso y la examina—. ¿Y ahoraqué? 

El Chico de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora