Capítulo 10

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Percy

Creo que nunca me he esforzado tanto para pasar tiempo con una chica, pero cuando salimos de la tienda no quiero que se acabe el día. Caminamos de vuelta al coche, Annabeth mueve la bolsa de los zapatos y yo llevo la bolsa del vestido colgando del hombro. Ella no ve esto como una cita, por lo que está relajada, y quiero aferrarme a eso un poco más. Caminamos en un silencio cómodo por la calle 17 y, cuando tendríamos que atajar por la sexta avenida para recoger el coche en la 18, sigo caminando.

 —¿El coche no estaba en esa dirección? —pregunta Annabeth cuando se  da cuenta que estamos de nuevo en la misma intersección por la que hemos pasado antes de ir a Dough. 

—Tengo que pasar por American Apparel —le digo al recordar que he visto uno cuando íbamos a la tienda de dónuts. 

—Vale. —Se encoge de hombros—. No hay problema. —Me gusta verla así,con la guardia baja. Aunque también es muy divertido cuando está nerviosa. 

La llevo a un American Apparel y escojo unas camisetas de cuello redondoque realmente no me hacen falta mientras Annabeth se para delante de unascamisetas con mangas raglán, por lo que también compro un par de ellas. 

—¿Y qué te hizo decantarte por el cumplimiento de la ley en vez delnegocio de las golosinas? —pregunta cuando estamos de nuevo en el exterior.

 —Las mujeres —digo mientras la dirijo por la calle 19 hacia Broadway, sinotro motivo que el de ir en la dirección opuesta a la del coche. Me mira mal, conuna de esas miradas típicas de Annabeth, y me río—. Es una broma. Nunca pensabameterme en el negocio de las golosinas. Estoy en el consejo porque mi abuelome lo pidió, pero los negocios nunca me han llamado la atención. Me gusta latecnología desde que era pequeño. Empecé pirateando aplicaciones de juegos,creando soluciones alternativas para ganar en los juegos. Ese tipo de cosas.Digamos que a partir de ahí la cosa progresó. El FBI me reclutó poco despuésde terminar la universidad. 

—Seguro que tienes mucho talento —comenta con inocencia.

 —No te haces la menor idea —digo lentamente con los ojos fijos en los deella. Annabeth pilla el doble sentido y sus ojos se abren mucho y se mordisquea ellabio inferior. 

—Seguro que sí —replica; es obvio que no sabe cómo responder. Se detienejunto al escaparate de Fishs Eddy—. Entremos aquí —propone. Se balancea unpoco sobre las puntas de los pies cuando lo dice. Miro el escaparate: parece unacolección de mierda salida del garaje de una abuela, pero como eso le hacesonreír, acepto. Abro la puerta y la sigo al interior. 

Voy detrás de ella por la tienda, observándola mientras se pasea y se detieneante cosas que le interesan y pasa los dedos por artículos de especial interés. Notengo ni idea de dónde me he metido. La tienda está atestada de principio a finde una extraña colección de mierdas para el hogar. Pero Annabeth está embelesada.Una gran parte de los artículos tiene un estilo simple y clásico que me recuerdaun poco a la colección de marcos de fotos que tenía colgada en su piso. Despuésde mirarlo todo, vuelve a recorrer la tienda una segunda vez y agarra unapequeña selección de artículos, y menciona las Navidades antes de dirigirse a lacaja registradora. Estamos en octubre, así que no estoy seguro de qué cojoneshabla, pero no digo nada.

 Salimos de la tienda, continuamos caminando por el distrito de Flatiron yentramos en tiendas que le llaman la atención. Terminamos junto a Beecher's.

 —Vamos a cenar. —Inclino la cabeza hacia la tienda—. Tienen unrestaurante abajo. 

—¿Tampoco tienes ninguna cita para esta noche? —Se para en seco en laacera y levanta una ceja con incredulidad. 

El Chico de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora