Capítulo 7

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Annabeth

Percy Jackson tiene... algo. No sé bien qué. Pero tiene algo. Piensa que soyrarita, pero al menos yo nunca le he fastidiado la cita a nadie. Ni me he sentadoen silencio a mirar. O lo que sea que estuviera haciendo. Supongo que siemprese sale con la suya porque es atractivo; nadie ha tenido el valor de decirle que sucomportamiento es extraño. 

No me puedo creer que tenga que ir a una boda con él; pero tiene razón, ledebo una, y es verdad que necesito práctica. Y esa idea suscita otro pensamientohorroroso en mi mente: ¿y si hay que bailar en la boda? No, no «y si»; claro quehabrá que bailar en la boda. Ha dicho que sería formal, ¿en qué boda formal nose baila? En ninguna, que yo sepa. La verdad es que no sé bailar bien. No heasistido a ningún baile desde el instituto, y nadie sabía bailar en aquel entonces.Cuando sonaba una canción lenta, te limitabas a moverte de un lado a otro contu pareja hasta que la canción terminaba.

 Noto una familiar oleada de pánico dentro de mí e intento deshacerme deella. No es una cita de verdad. Si Percy quiere bailar en la boda, simplemente lediré que no sé bailar y él llevará el baile. Puede que se ría de mí, pero ¿a quiénle importa? No estoy intentando impresionar a una cita falsa. Crisis evitada, queno cunda el pánico.

 Es la hora de la comida para mi clase, lo que significa que también es mihora de comer. Treinta y cinco minutos de paz, también conocido como treinta ycinco minutos para sentarme sola en la sala de profesores. Una crece pensandoque el trauma de las comidas se había terminado con el instituto. No es así. 

Soy nueva. Lo pillo. Pero las clases empezaron hace seis semanas y antes deeso tuve dos semanas de formación. Por lo que no soy tan nueva. No tan nuevacomo la sustituta que reemplazó a la señora Dodds cuando pidió la baja pormaternidad tres semanas después de haber comenzado las clases. La sustitutaque fue con la señorita Miranda a ver esa nueva película de suspense de la quehabla todo el mundo. Y que hace punto con la señorita Katie los martes. Porlo visto, es algo que se hace. Martes de punto. Y, vale, yo no hago punto, pero¿Cómo es que a ella le resulta tan fácil encajar?

 Hacer amigos nuevos es difícil. Rachel lleva siendo mi mejor amiga desdesiempre. Siempre ha estado ahí: en el edificio de al lado, en la escuela, en launiversidad. La gente se siente atraída por ella y yo me he beneficiado de eso.Porque la verdad es que Rachel es mi proxeneta en cuanto a amigas. Es la quetrajo a Thalia y a Silena a mi vida. Es la que organizó a nuestra pandilla parajugar a truco o trato en primaria. La que traía a los chicos en el instituto y la quese hizo amiga de todas las chicas de nuestra planta en la universidad.

 Y ahora se ha ido. Vale. Puede que me haya pasado de dramática. No se haido, se ha casado. Pero, por primera vez en toda mi vida, Racel vive a más dequinientos metros de mí. Vive a kilómetro y medio, para ser exactos. Está amenos de veinte minutos a pie. Pero es distinto. Ya no vivimos en un pequeñodormitorio juntas. 

Simplemente no me di cuenta de que la transición a la vida adulta sería tansolitaria. Lo que es absurdo, pero ¿cómo vas a saber de antemano cómo irán lascosas? No tenía ni idea de que sería tan difícil hacer amigos en el trabajo.Somos maestros, por Dios. Maestros de primaria. Solo tengo que seguirintentándolo, es lo que me repito a mí misma. Y lo que les diría a mis alumnos.Debería predicar con el ejemplo, ¿no?

 De modo que, cuando entro en la sala de profesores y veo que tengo dosopciones, una mesa vacía o un sitio libre en una mesa con algunos maestros, mesiento en su mesa. Y saludo, aunque por dentro estoy temblando de los nervios;tengo miedo de tartamudear y sonar como una idiota; o de atragantarme con elpan y llamar la atención; o de decir algo inapropiado. Ya lo pilláis.

 Pero todo va bien, creo. No genial, pero bien. La amistad entre estas mujeresestá bastante arraigada. No necesitan a alguien nuevo, por lo que actúan deforma apática. Aun así, lo intento. Cuando la señorita Clarisse menciona que se muere de ganas de ir a la nueva cafetería del centro y le pregunto si le gustaría quedar conmigo allí el domingo, se encoge de hombros y dice que la verdad esque no le gusta salir de casa los fines de semana, pero trato de no  tomarmelo como algo personal. 

De acuerdo, entonces.

 Siempre puedo ir yo sola. Otra vez.

 Después del trabajo, aparco el coche en el garaje y voy caminando a casa  de Thalia. Su piso está muy cerca del mío, lo que es una gran ventaja. Mi estudio cabría en el cuarto del bebé de su sofisticado ático, pero merece la pena vivir en un espacio pequeño a cambio de tener una ubicación fantástica, así que no me importa. 

Su marido, Luke, me recibe en la puerta. Tiene una toalla del bebé sobre un hombro y una amplia sonrisa dibujada en la cara. Me acompaña por la sala de estar que conecta con la cocina, donde está Thalia sentada en el sofá con la pequeña May envuelta en una manta y echada sobre un cojín a su lado.

 —¿Puedo cogerla en brazos? —pregunto después de abrazar a Thalia.

 —¡Por supuesto! —Sonríe y coloca al bebé en mis brazos—. Solo estaba mirándola un ratito. 

—¿Mirándola? —repito. No estoy segura de por qué, dado que ahora soy yola que se ha quedado mirándola. Rozo su cabecita con un dedo mientras ella pestañea. Es tan y tan mona.

 —Sí, creo que la cojo en brazos demasiado. En plan, todo el rato. ¿Crees que todo el rato es demasiado? —comenta Thalia preocupada desde el sofá. Yo me siento en diagonal a ella, en una silla cómoda, y me recuesto para acercarme al bebé que sostengo en los brazos. 

—Creo que tiene cinco días y que probablemente no haya ningún problema con que la cojas todo el tiempo que quieras. Thalia asiente. 

—Eso me ha dicho Luke, pero pensaba que quizás solo estaba siendo amable. 

—Huele de maravilla —comento. 

—¿Verdad? —exclama Thalia —. Creía que solo era yo, puesto que no soy muy objetiva, pero ¿a que huele de maravilla? Como a polvos de talco y amelocotones. 

—Exacto. ¿Cómo te encuentras tú? 

—Como si hubiera dado a luz hace menos de una semana, pero en general bien —bromea. 

—Estás estupenda —le aseguro. Y es verdad. Está radiante y me da la impresión de que la maternidad le sienta muy bien.

 —De momento no da problemas; además, Luke parece saber lo que se hace,y eso me da más confianza, ¿sabes? 

Asiento. 

—Bueno, ¿y qué vas a hacer este fin de semana? ¿Algún plan divertido? —pregunta. 

Caray. ¿Debería decirle que iré de compras con Percy porque resulta que voya ir a una boda con él el próximo fin de semana? ¿Debido a que le debo un favorpor guardar el secreto de lo de la detención del chico de mi cita? No.Rotundamente no. De ninguna manera quiero sacar ese tema, por lo que mecentro en el bebé y murmuro algo sobre trabajar en las unidades didácticas. Noes del todo mentira. Tengo que planear las clases además de ir de compras consu Primo. 

—¿Y qué te pareció Percy? 

—¿Qué? —Levanto la cabeza con brusquedad. Aparto la mirada del bebé y se la dirijo a Thalia. ¿Se me da tan mal mentir?

 —Percy. Mi hermano. Lo conociste en el hospital el lunes.

 Ah, vale. Uf.

 —Parecía majo —respondo. No sé por qué. «Majo» en realidad no es la primera en mi lista de palabras para describir a Percy Jackson. Palabras como «guapísimo», «engreído», «entrometido», «fuerte», «sofisticado», «esculpido» e «ingenioso» me vienen a la mente. Pero «majo» ya me vale. 

—Al parecer, Rachel piensa que haríais buena pareja —comenta, intentando hurgar en mis pensamientos. 

—Ya, bueno, Rachel también se pasó quince años pensando que Lee Fletcher y ella eran perfectos el uno para el otro. No siempre puedes creerte lo que dice. 

—También es verdad —concuerda Thalia con una carcajada. 

El Chico de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora