Capítulo 22

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Percy

Le envío un mensaje desde el vestíbulo y le digo que subo. Tener placa es muyútil para pasar la seguridad de un edificio. Aunque no es que este sitio tengamucha. 

Está en la puerta de su piso cuando salgo del ascensor, con una mano en lacadera y la cabeza ladeada a modo de pregunta. 

—Te he traído dónuts —ofrezco como explicación por presentarme sinavisar. 

—¿Necesitas un favor o algo? —pregunta, tomando la caja de mis manospara dejarla en la diminuta mesita de comedor redonda situada justo al entrar ensu piso. No es un comienzo prometedor, pero sí que me permite seguirla alinterior. 

—Te he traído un favor —comento y luego la examino—. ¿Es que no tienespantalones? —Lleva otras de esas condenadas mallas. 

—¿De qué hablas? Llevo pantalones ahora mismo. ¿Y cómo va a contar estocomo favor cuando no te lo he pedido? No debería contar como favor a menosque haya hecho una petición oficial. —Abre la caja de dónuts y echa un vistazoal interior—. Eres el peor genio de la lámpara de la historia. 

—Lo sé. Pero tus favores se están amontonando. Necesito meterles mano. Yeso no son pantalones. 

—Las mallas son pantalones. Están de moda. 

—¿Qué coño es ese estampado? —Me acerco y le estudio el trasero,centrándome en el estampado. Solamente con fines de investigación—. ¿Songatos negros? 

—¡Son mis mallas de temporada! —replica y selecciona un dónut mientraspaso por su lado hacia el diminuto rinconcito que conforma la cocina y me sirvouna taza de café—. Ah. ¿Querías algo de beber? Ahora te lo traigo —comentacon sarcasmo antes de darle un mordisco a un dónut. 

Ignoro su tono. 

—No, gracias. Ya me encargo yo. —Tomo la taza y vuelvo a pasar por sulado para sentarme en el sofá. Ha colocado algunos libros en los estantes juntocon un par de baratijas—. La estantería queda bien. 

Mira en mi dirección, sentado en el sofá, la confusión se refleja en susfacciones. 

—Vale, te vas a quedar —dice, más para sí misma que para mí—. ¿Quieresun dónut? 

—No, gracias. 

—Vale. —Exhala y se acerca a mí, entonces cae en la cuenta de que tieneque sentarse a mi lado en un sofá de dos plazas, o en la cama. Encuentra unatercera opción y toma asiento en el baúl que hace las veces de mesa de cafésituado entre nosotros, con una pierna en el suelo y otra doblada delante de ellaen el baúl. 

—Bueno —comenta y me repasa con la mirada. Se detiene en mis labios ydespués toma otro bocado del dónut que tiene en la mano. 

—Bueno —replico. 

—¿Has venido a hacerme la colada? —pregunta. 

Me echo a reír. 

—No, pero podemos llevárnosla y hacerla después. 

—¿Después de qué? —pregunta, observándome con interés y con la guardiasubida. 

—Hay un mercadillo hoy en Society Hill. He pensado que podíamos ir.Abre los ojos un poco más de lo normal y su pie rebota un par de vecescontra el suelo de madera. 

El Chico de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora