Epílogo

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Annabeth

Ser maestra tiene sus ventajas. Dos semanas libres en Navidad es una de ellas.

Dos semanas que voy a aprovechar al máximo de vacaciones en Vail con minovio. Sí, aún bailo de alegría levantando las manos cuando pienso en que Percy es mi novio. Pero solo en mi cabeza. He dejado de hacerlo delante de la gente.La mayoría de las veces.

Por un momento, me sentí culpable por no ir a casa en Navidad, pero ya lohe superado. Percy conoció a mi madre en Acción de Gracias, y cenamos con mipadre el siguiente fin de semana, de modo que creo que me he encargado decualquier responsabilidad que tuviera al respecto. Supongo que no pasa nada porser un poco egoísta y querer pasar las vacaciones en un refugio de nieve con minovio. ¿Cuántas ocasiones tendremos de pasar dos semanas enteras juntos,tomando chocolate caliente y acurrucándonos junto al fuego? ¿Nosotros dos asolas?

—Cariño, ¿por qué haces ese baile raro? 

—Por nada en especial —respondo, y bajo los brazos. 

—¿En serio? —Percy me enseña una sonrisita arrogante—. ¿En quépensabas? 

—Si quieres saberlo, es mi baile del avión de la empresa de golosinas. —Nolo es. Es mi baile del novio. Una mentirijilla de nada nunca ha hecho daño anadie. 

—¿Tu baile del avión de la empresa de golosinas? 

—Exacto —digo con firmeza—. Es que el avión de la empresa me gustamuchísimo —añado, y me dejo caer en su regazo. Ahora mismo estamos en elavión, en algún punto por encima de Nebraska. Llegaremos a Vail en un par dehoras, más o menos.

—Ah, ¿sí? 

—Pues sí. Es tan erótico y está tan bien equipado... —ronroneo en su oreja—.Y es grande. Mucho más grande de lo que me esperaba. —Deslizo una manohacia su nuca y le froto la piel. Me encanta tocarlo—. Y, a ver, a nadie le gustaverse atrapado en un avión comercial en el asiento del medio, en direcciónsuroeste —termino con una risita. 

—Sabía exactamente a dónde querías ir a parar con eso —afirma, y mete losdedos bajo la camisa por mi espalda y me acaricia ligeramente la columna. 

—Siempre lo sabes —afirmo, mientras apoyo la frente contra la suya. Élsiempre me está tocando también, y me encanta. Oficialmente, soy del equiposobón. Del equipo de las muestras de afecto en público. Del equipo de los quepractican sexo en las alturas. Del equipo Percy. Pero no soy del equipo dedeportes de invierno, lo que me recuerda—: Eres consciente de que no séesquiar, ¿verdad?

—Yo te enseño. —Los ojos se le iluminan cuando sonríe de esta forma ybrillan con promesas tácitas. 

—Sí que tienes un pequeño fetiche con la figura del profesor, ¿no? —Ledevuelvo la sonrisa, y me pego más a su pecho—. Te encanta enseñarme cosasnuevas. Cosas sucias. —Me froto contra él y me pregunto exactamente cuántofalta para llegar. No estoy segura de poder esperar. 

—Solo a ti. —Me mordisquea el lóbulo de la oreja, que siempre afectadirectamente a mi clítoris. 

—¿Crees que los pilotos necesitarán ir al baño, o pillarse una cosa de comero algo?

—Quién sabe —replica, al parecer, indiferente. 

¿En serio no lo pilla? 

—Percy. —Yo suspiro y, tras apoyar una mano en su pecho, me separo unoscentímetros y abro los ojos de manera provocativa. 

—Chica Lista, ¿sugieres que lo hagamos en el avión? ¿De verdad creesque es seguro que nos desabrochemos el cinturón mientras volamos? 

—Eh... —Ah. Percy está relajado en su asiento, como si no tuviera laintención de aceptar mi oferta ilícita a bordo. Tiene las piernas despatarradasdebajo de mí y su nuca descansa en el reposacabezas detrás de él—. Bueno,estoy dispuesta a arriesgarme. —Me encojo de hombros—. Quítate lospantalones.

El Chico de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora